Opinión
La ética muerta en la política paraguaya
Muy oportuno y adecuado es el contenido del editorial “Política sin ética”, publicado por El Nacional en la edición del domingo pasado. La ética está ausente en los políticos que llegan al poder mediante el voto popular. En la batahola y acelerada competencia proselitista, los candidatos, generalmente, ofrecen lo imposible para captar votos de los incautos electores. Luego, una vez alcanzado el objetivo, estos mismos próceres se mofan de ese mismo pueblo que ha depositado su sueños, ilusiones y confianza en esos políticos que, en teoría, deben perseguir el bien común, función esencial de la buena política. La ética está ausente de estos políticos mesiánicos que cada cinco años prácticamente embaucan al electorado para luego, desde el poder, buscar intereses personales.
De acuerdo a la leyenda urbana, ocupar un curul en el Congreso tiene un precio elevadísimo que, comparando y sumando la “dieta” mensual del congresista, no podría recuperarse la inversión que demandó para llegar a tan preciada banca. Una legisladora había declarado abiertamente que compró su banca por una considerable suma de dinero. Me pregunto si esa legisladora ya habrá recuperado su inversión. ¿Hizo algo para mejorar la calidad de vida del pueblo? ¿Legisló para potenciar el desarrollo del país? ¿Luchó para mejorar el sistema educativo del país? Estas y otras preguntas nos las podemos plantear cuando hablamos de la ética de los congresistas actuales. Lo relatado es solo un ejemplo de la mercantilización del proceso electoral. ¿Cuánto cuesta una banca? ¿Cuánto cuesta una campaña electoral? ¿Es ético el subsidio partidario?
Durante los 32 años de apertura democrática no ha cambiado mucho el país con los distintos gobiernos “democráticos”. Si hacemos un recuento de la administración de los gobiernos anteriores, confirmaremos que poco o nada avanzamos hacia la consolidación de la democracia. El pueblo, cada cinco años, entra en la maquinaria electoral y forma parte de un guion corrupto que ya casi está internalizado o normalizado en el colectivo sociopolítico.
Hoy estamos en los umbrales de una nueva campaña proselitista para elegir al siguiente mesías que promete al pueblo sacarlo del fango. Aún lastiman los oídos la famosa frase “adelantaremos 50 años en 5”. Esta profética frase no cumplió, lamentablemente. El autor de esa frase seguramente sigue campante con sus negocios y, quizás, anestesiado y ausente de la realidad nacional.
El sistema electoral articulado y basado en el dinero, que va para la compra de votos indirectamente, es pernicioso, inmoral y alejado de toda ética, virtud que cada político debe poseer para gobernar y legislar para el pueblo. A los tránsfugas que aparecen cada cinco años, ladrones consuetudinarios de los sueños de los paraguayos, los debemos encarar, confrontar y desnudar sus andanzas oscuras.
La situación política y jurídica de nuestro está en situación degradante y sin el apoyo del ciudadano común que está cansado de este sistema electoral prebendario e inmoral. Es hora que el pueblo sepa elegir y no por un par de billetes que le duraría unos días.
Es deprimente leer los titulares de los medios de prensa que describen la situación real de lo que está pasando en el país. Sería un bálsamo para el pueblo leer noticias positivas de los estamentos del Estado en pro del desarrollo del país; pero, lamentablemente, lo que se consume a diario es el resultado de gobiernos que no están a la altura de la democracia, y muy lejos de valores éticos, pues estos son requisitos inalienables de todo político que busca el bienestar de la población.
El lunes 21 empezaron las clases presenciales en todo el país, algunas escuelas todavía están con buena infraestructura. Pero, según informaciones que se leen en los medios, muchas escuelas están en pésimas condiciones; algunas son un peligro para los estudiantes. Nos preguntamos entonces: ¿Qué hacen los intendentes y los gobernadores con el presupuesto para apoyar al sistema educativo?
Regresemos al editorial del domingo pasado. En resumidas cuentas, se experimenta una ausencia total de responsabilidad, nula ética y moral para con el pueblo. El hastío de leer casos de sobrefacturaciones, malversaciones, evasiones de impuesto, narcotráfico y otros hechos antijurídicos saturan al pueblo: al honesto, al del “buenos días, señora/señor. ¿Cómo está Ud.?”, al del “La bendición, mamá”.
Ese pueblo estoico y resiliente no creo que pueda soportar tanto tiempo de vejación, humillación y abandono.
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