Opinión
La celebración del día del amor
El amor por siempre. Abelardo y Eloísa, la historia de un amor prohibido. En esta historia se inspiró el artículo de Cave Ogdon, publicado el día 13 de febrero, en la sección Cultura de El Nacional. Y este artículo me ha motivado a escapar de mi tema habitual sobre cuestiones de interés social para escribir sobre el día de San Valentín, y la trascendencia del amor en la vida como expresión mágica del sentimiento humano, enaltecido en poesías, canciones, novelas, obras de teatro y estudios filosóficos.
En el artículo referido, se describe el amor prohibido entre dos enamorados, Abelardo y Eloísa. Él, un monje que ha devenido eunuco, trovador de canciones de amor, conferencista y poeta, y el objeto de su adoración, una mujer excepcional de ese tiempo con un privilegiado intelecto, conocimientos y cultura, inusual en el siglo XII. En sus relatos en Historia Calamitatum, Abelardo narra hechos fundaméntales de su vida con Eloísa, incluyendo las cartas de amor intercambiadas con ella.
Puedo imaginar las cartas de amor con aquellos papeles perfumados, muchas veces acompañados de florecillas disecadas, que habían sido previamente guardadas en las páginas de un libro, y que hoy han sido sustituidas con los fríos, aunque expresivos mensajes a través del celular, y las videollamadas. Y así el amor va cambiando su lenguaje, pero nunca le faltará un espacio para su expresión mágica, seductora e irresistible. Y por esa fuerza propia del amor, la semana pasada, las redes estuvieron impregnadas de los mensajes directos e indirectos sobre el amor; y en esa vibración generalizada, sentí de repente, como investigadora, la curiosidad de conocer los antecedentes, el origen y cómo se estableció en la costumbre del mundo la celebración de ese día especial de San Valentín.
En mi búsqueda, con la ayuda de Google, pude descubrir, que el homenaje a San Valentín se remonta a una leyenda sostenida desde la historia de Roma, en el siglo III d.C., cuando un emperador romano prohibió a sus soldados el matrimonio con sus enamoradas. El argumento del emperador consistía en el hecho de que cuando los soldados contraen matrimonio, ya no tienen el mismo rendimiento en el combate. San Valentín sintió compasión por los enamorados y reaccionó ante esta prohibición del amor, realizando los matrimonios prohibidos en ceremonias con rituales secretos de la iglesia cristiana, lo que le habría valido su detención y posterior decapitación. Desde allí comenzaría la veneración y los ruegos y promesas sobre las tribulaciones del amor, ante San Valentín, el santo del amor. Según mi lectura, no científica, por cierto, y por tanto cuestionable, un día 14 de febrero ocurrió la decapitación, seguida con posterioridad por la adopción simbólica del día del amor y el derecho a amar.
El amor, ese impulso vital, motivador de tantas emociones, alegrías, penas, celos y situaciones tormentosas y momentos apacibles de plenitud, ha sido objeto de atención de la mayoría de los filósofos, desde antes de lo que acostumbramos a llamar amor platónico, por Platón, hasta hoy. Voltaire, Bertrand Russell, Spinoza, Nietzsche, Sartre, Simone de Beauvoir, Erich Fromm, solo por citar a algunos, de los que se han ocupado extensamente del amor. Cada uno de ellos ha buscado en la filosofía el entendimiento más cercano a una explicación sobre el amor, la libertad y la felicidad.
El filósofo holandés Spinoza ha escrito una extensa descripción de su entendimiento del amor. En su prolijo aporte filosófico, coloca las distintas situaciones que se plantean en la relación amorosa entre las personas, los momentos de felicidad total, la ira, el placer, la placidez de los sueños, la pasión y también los celos y la frustración. Leerlo a Spinoza, tratando de desentrañar los misterios del amor, nos conduce a sentir la pasión y la ternura como sentimientos genuinos impulsores de la vitalidad.
Albert Einstein, sin dejar de mencionar el amor a Dios, reconocería que el amor, ese sentimiento genuino, no puede ser explicado por la ciencia. Es así como el gran físico del mundo describe el amor como “una fuerza poderosa de atracción que la ciencia no ha podido explicar”. Así mismo, enaltece el sentimiento del amor profundo al afirmar en su célebre frase: “No menospreciéis el amor”. No puedo dejar de mencionar a mi escritor preferido, Kahlil Gibran, y su libro El profeta, el que recoge una expresión maravillosa del amor en su mensaje ante el pueblo imaginario de Orfalese: “Háblanos del amor, maestro”, y el profeta respondió: “Cuando el amor os llama, seguidle y entregaos a sus alas que os envuelven”.
¡A seguir celebrando el día de San Valentín! El amor lo merece. Tiene sentido dedicar un día a ese sentimiento que además, ha sido enaltecido en las más bellas expresiones de la imaginación humana, desde la paciente Penélope y la tragedia de Romeo y Julieta, hasta la exaltación victoriosa del amor sublime en las letras de la canción paraguaya Ne rendápe aju, con su melodía hecha palabras y en la guarania India, de Manuel Ortiz Guerrero y José Asunción Flores, “la silvestre mujer, que la selva es su hogar, también sabe querer, también sabe soñar”. El amor por siempre.
(*) Jurista especialista en derechos humanos por la Universidad de Estrasburgo, Francia.
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