Opinión
Costanera de Asunción: un espacio de esparcimiento… de la responsabilidad
Incendios, descargas eléctricas, delincuencia, inseguridad, desidia, corrupción y “pasarse la pelota”.
Esas palabras resumen la situación en que se encuentra la Costanera de Asunción.
Pero definitivamente lo más triste es el tratamiento que se le da a la “responsabilidad”. Puede haber incendios, pero solamente unos cuantos responsables. Puede haber descargas eléctricas, pero solamente unos cuantos son responsables por eso. Puede haber mucha inseguridad, pero existen responsables directos e indirectos por ello (no todos los ciudadanos del Paraguay son responsables por los delitos o crímenes que ocurren en un espacio bien delimitado como la Costanera). Puede haber desidia, y la hay, pero solamente algunos son directamente responsables por dicha desidia; otros son indirectamente responsables. Lo mismo con la corrupción.
Aunque hay algo en común con todas esas figuras y el tratamiento que se le da a la responsabilidad. En todas, puede haber responsables directos e indirectos.
Pero en absolutamente todos los casos, debe haber un (o unos) responsable(s). Alguien que responda por esos hechos. Alguien que asuma la responsabilidad que le corresponde.
¿Cómo se puede aplacar a la oleada de incendios que azotan la Costanera de Asunción y otras regiones del país? Determinando la responsabilidad de alguien. Haciéndolo responsable civil, penal y administrativamente.
¿Cómo se puede afrontar el problema de las instalaciones eléctricas en los espacios públicos? Pues haciendo responsable a alguien sobre ese tema. Atribuirle responsabilidad para el buen manejo de las instalaciones eléctricas. Y atribuirle responsabilidad en caso de actuar negligente o culposo.
¿Cómo enfrentar la delincuencia que pulula en estos espacios públicos? Nuevamente, ejerciendo las herramientas legales con que cuenta el Paraguay para atribuir responsabilidad por un hecho.
Son varias las normas con que se cuenta para la determinación de responsabilidad por un hecho dañoso: el Código Civil, el Código Penal, las leyes administrativas (como la Ley 2051/2003 de Contrataciones Públicas, la Ley 3966/2010 Orgánica Municipal, la Ley Orgánica del MOPC, la Ley Orgánica de la ANDE, entre muchas otras).
Los acontecimientos que pueden derivar en un daño (a veces irreparable) contra una persona, contra el ambiente o contra un grupo de personas, no siempre es responsabilidad (es decir, ni culpa ni intención ni es atribuible) del Estado o de una institución pública.
Los que generan los incendios muchas veces -si no todas- son personas físicas de derecho privado o personas jurídicas de derecho privado que nada tienen que ver con la cosa pública. Los que roban cables de las instalaciones eléctricas, propiciando los daños a terceros, suelen ser personas físicas de derecho privado. Los que roban y generan esa estadística de inseguridad, suelen ser personas físicas de derecho privado. Los que participan de la corrupción también suelen ser personas del derecho privado, ya sean físicas o jurídicas.
Esta generación de hechos dañosos (ya sea con dolo o por culpa) por parte de personas privadas y por parte de personas públicas, por parte de personas físicas y a veces por parte de personas jurídicas, no hace otra cosa que alimentar la vieja y nefasta práctica de “pasarse la pelota”.
Ciertamente el Estado es un profesional a la hora de “pasar la pelota”. Lo sabe hacer de noche, de día, cuando nadie está mirando y a la vista de todos. No importa.
Sin embargo, la práctica de “pasar la pelota” no es algo exclusivo del Estado Paraguayo. Es una práctica arraigada en la psique paraguaya, en la mentalidad ciudadana; una práctica que hace mucho daño y que no se la puede tolerar más.
Entonces, la respuesta no es culparle al Papá Estado de todo lo que pasa en el Paraguay ni en la Costanera de Asunción. La respuesta no es solamente esperar que el Papá Estado asuma su responsabilidad.
Por supuesto, el Estado debe asumir su cuota de responsabilidad y sus agentes deben responder por los daños que pudiesen ocasionar.
Pero también son los ciudadanos paraguayos quienes tienen que asumir su responsabilidad.
La culpa no siempre es del chancho, si no de quien le da de comer.
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