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Opinión

“Memento mori”: la responsabilidad civil y el ciervo presidencial

Recuerda que morirás” es el sombrío y sin embargo transparente significado de Memento mori. El antiguo adagio latino nació durante el Imperio Romano y evocaba la conciencia de la muerte como destino universal para así lograr una pura noción de la existencia y de la humanidad de cada uno (Taiano C., 2012).

En Paraguay, ya sea por Covid-19, por la variante ómicron o hasta por la culpa de la embestida de un ciervo de la India (¿?), uno puede pasar al más allá. Y es que uno morirá, lo quiera o no. Son las causas de esa inefable muerte las que varían, y que viviendo en pleno siglo XXI, son muy distintas a las causas de muerte de los tiempos de la antigua Roma.

Pero algunas causas de muerte, como los decesos ocasionados por contagio del Covid-19 o una embestida de un animal silvestre (completamente evitables en la mayoría de los casos), son tan parecidas a las de las épocas de Roma que la comparación con la Edad Antigua es inevitable. ¿Estamos viviendo en 2021 o en la Edad Antigua? ¿O en la Edad Media?

Sin duda, la Edad Contemporánea trajo consigo innumerables progresos en la medicina y en la ingeniería, impidiendo así la proliferación de enfermedades que otrora eran causas de muerte natural. El ejemplo más emblemático es el surgimiento de la vacuna y su aplicación a la medicina humana.

Pero la evolución de la humanidad para evitar (o por lo menos reducir considerablemente) las causas de muerte no acaban en la medicina, ni en las vacunas.

Es por ello que emergió el Derecho escrito como una forma de incentivar a responder por los daños generados contra una persona (haya intención o no), incluso si ese daño ocasionaba la muerte. De esa forma surgieron normas jurídicas escritas específicas para desalentar las actividades riesgosas o los peligros que pudieran ocasionarse a raíz de la conducta de seres sin discernimiento, como los animales silvestres.

Ya en el año 1804, el Código de Napoleón (el primer Código Civil de la historia), recogió una regla de asumir responsabilidad por los daños que ocasionase un animal (art. 1385 del Código francés).

Esa misma regla del Código Civil francés fue trasladada al Código Civil paraguayo, que en su art. 1853 dice: “El propietario de un animal, o quien se sirve de él, durante el tiempo que lo tiene en uso, es responsable de los daños ocasionados por el animal, sea que estuviese bajo su custodia, o se hubiese escapado o extraviado, si no probase caso fortuito, culpa de la víctima o de un tercero”.

Perfectamente se entienden los deslindes de responsabilidad de algunas Administraciones Públicas y sus Funcionarios (Paraguay está más que acostumbrado a ello); como las declaraciones del Director de Vida Silvestre del Ministerio del Ambiente (que dijo que “por ser especies exóticas, no requiere —el ciervo que embistió a un militar— un permiso de tenencia doméstica. Sí en el caso de especies nativas” [sic] (https://www.abc.com.py/nacionales/2022/01/04/mades-reconoce-que-no-corresponde-tener-animales-exoticos-en-cautiverio-pero-deslinda-responsabilidad/); o como las afirmaciones del titular del Servicio Nacional de Calidad y Salud Animal (Senacsa) sobre que no se registran datos sobre la importación del animal en cuestión (https://www.lanacion.com.py/pais/2022/01/04/no-existe-registro-de-importacion-de-ciervo-confirma-senacsa/).

Pero la responsabilidad por los daños ocasionados por un animal así de particular, es en nuestro Derecho, objetiva (es decir, haya o no haya intención o culpa). El art. 1853 está dentro del Capítulo de “Responsabilidad sin culpa”.

Tampoco se necesita un papel, certificado o constancia de propiedad del animal que ocasionó dichos daños. El propio art. 1853 dice muy a propósito: “…o quien se sirve de él, durante el tiempo que lo tiene en uso”, siendo indiferente la prueba de la propiedad ante el hecho objetivo que dicho animal estaba bajo el poder o control fáctico de alguien.

Han pasado 218 años desde 1804 y la sanción del Código de Napoleón y de la consagración de esta regla de responsabilidad ante los hechos ocasionados por animales. Pero no hay que olvidar, como decía Chaplin, que el tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto. Memento mori.

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