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Opinión

El llanto del senador Riera

Habitualmente los jueves tengo la costumbre de inmolarme y seguir la sesión de la Cámara de Senadores. El jueves no fue la excepción, escuché la sesión que se desarrollaba con total normalidad hasta que un desesperado Enrique Riera se quebraba mientras imploraba un tratamiento especial para adelantar en ocho días su designación como embajador paraguayo ante la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Entre sollozos y lágrimas el Senador Riera explicó suplicando al pleno de la cámara en sesión que sólo tiene dos días para organizar sus documentos y detalló que casi no le queda tiempo para ordenar sus papeleos, por lo que rogó que se aborde su acuerdo constitucional, indicando incluso que el hecho ya le generaba hasta un problema familiar. Finalmente Riera cerró su perorata explicando el enorme sacrificio que estaba haciendo para asumir esta nueva responsabilidad y que por sobre todo estaba dejando de lado lo que más le apasiona: la militancia política partidaria.

Un llanto de despedida siempre genera tristeza y más aún en el caso del senador Riera, que ha tomado la dura decisión de dejar los beneficios que tiene como parlamentario y asumir una nueva responsabilidad. Esto fue lo que pensé cuando escuché a Riera quebrarse durante la sesión, pero “grata” fue mi sorpresa cuando me informé que un embajador ante la Organización de los Estados Americanos cobra G. 150.000.000 en forma mensual y otros beneficios como fondos para asistencia social y gastos de operación.

Entonces terminé de entender el motivo real del llanto de Enrique Riera; está desesperado por viajar urgentemente, para disfrutar los beneficios que tendrá como embajador ante la OEA. Obviamente tiene que apurar el viaje para no perderse la temporada invernal, los villancicos navideños y los muñequitos de nieve que son tradicionales en Washington D.C, capital de los Estados Unidos de América.

Desde mi humilde columna de opinión de los domingos, pido encarecidamente a los senadores de la República acceder al pedido del congresista sollozante; dar un trato especial a su designación, para que el pobre y sacrificado ciudadano Enrique Riera pueda ser nombrado inmediatamente como embajador ante la OEA.

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