Opinión
Poder y sufrimiento
Se acercan a él (a Jesús) Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: “Maestro, queremos nos concedas lo que te pidamos”. Él les dijo: “¿Qué queréis que os conceda?” Ellos le respondieron: “Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.” Jesús les dijo: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?”. Ellos le dijeron: “Sí, podemos.” Jesús les dijo: “La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado”. Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: “Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”.
[Evangelio según san Marcos (Mc 10,35-45); 29º Domingo del Tiempo Ordinario]
En el evangelio que la liturgia de la Iglesia nos propone como reflexión dominical, los hijos de Zebedeo se acercaron a Jesús y pidieron los primeros puestos (Mc 10,37). Jesús les responde que “no saben lo que piden” y les hace una pregunta sobre “si pueden beber la copa que él va a beber y recibir el bautismo que él va a recibir” (v. 38). A continuación, Jesús expresa que solo al Padre corresponde asignar los puestos en el Reino. Los otros se indignaron por el pedido de los dos hermanos (v. 41). Jesús les llama y les reprende enseñándoles que entre ellos no debe ser así, no debe haber disputa por los cargos sino disponibilidad para el servicio a los demás.
Esta perícopa de Mc 10,35-45 trata, en consecuencia, sobre el particular pedido formulado a Jesús, por parte de Juan y Santiago, los dos hijos de Zebedeo, conocidos también como Boanērges, un sobrenombre arameo que Jesús les aplicó y que significa “hijos del trueno” (Mc 3,17). Puede sospecharse que detrás de este vocablo está la expresión aramea benê regeš o benê rigšâ que significan “hijos de la inquietud, hijos de la excitación”. También puede asociarse con la expresión benê reğes, es decir, “coléricos”. Hay quienes dicen que la expresión no alude al carácter o temperamento de los hijos de Zebedeo sino a su misión, por tanto a su vocación para proclamar mensajes proféticos y apocalípticos.
El evangelista afirma que Santiago y Juan solicitan puestos importantes en la estructura de una inminente organización monárquica: “Maestro, queremos nos concedas lo que te pidamos”. Se dirigen a Jesús de una manera casi irrespetuosa, exigiendo la concesión del pedido como si Jesús fuese una marioneta al que utilizan para acceder a los puestos que ellos consideran relevantes. Jesús les pregunta a los dos discípulos que desean que les conceda (Mc 10,36). El pedido que plantan se refiere al “poder”: “sentarse uno a la derecha y el otro a la izquierda” cuando Jesús esté en su gloria, es decir, cuando adquiera investidura real y soberanía sobre la nación. Esta petición se debe a la proximidad a Jerusalén, probablemente porque ellos entendían que el mesianismo de Jesús tenía un carácter político o temporal. Ellos quieren flanquear al futuro rey en el trono (Mc 10,37), en la sede del gobierno. Sentarse a la derecha y a la izquierda es ocupar el primero y segundo puestos honoríficos en la proximidad del poder político (cf. 2 Sam 16,6).
Los dos hermanos, Juan y Santiago, los más antiguos junto a Pedro y Andrés en el discipulado, no demuestran haber comprendido el concepto nuevo de “poder” que Jesús venía explicando y aplicando a lo largo de su ministerio. Ellos piensan en un mesianismo regio y triunfal; en el ejercicio de un poder de dominio, de carácter mundano, a imagen y semejanza de los “grandes” de las naciones. Ellos no quieren “servir”; ellos quieren “gobernar”, ejercer influjo; hacer sentir su autoridad en la futura monarquía.
La primera observación de Jesús sobre el pedido tiene que ver con la falta de sabiduría, con el desconocimiento y la ignorancia sobre el alcance de la pretensión y sobre las implicancias del poder: “No sabéis lo que pedís”, les dice. Jesús les exige previamente que beban de la copa que él ha de beber y ser bautizados con el mismo bautismo de él (Mc 10,38). Él les hace ver a los hermanos que no dimensionan toda la trascendencia del requerimiento que plantean. Jesús está hablando del padecimiento que pasaría él y al mismo tiempo sus discípulos (Mc 8,31; 9,31; 10,33). Jesús piensa en la pasión, en los dolores propios de la vía crucis y la crucifixión; los dos hermanos piensan en la gloria que ofrece el poder mundano.
A esta petición de beber de la copa y ser bautizados, los dos discípulos respondieron que sí van a poder. Jesús les advierte que van a experimentar esta pasión (Mc 10,39). Pero el sentarse a la derecha e izquierda no les puede conceder, pues “será para quienes así esté preparado” (Mc 10,40). La palabra final expresa que los discípulos no deben esperar una recompensa especial, sino la disposición de seguir el camino de la cruz.
Jesús no rechaza, sin más, como absurda, la petición de los primeros puestos a su derecha y a su izquierda. No es a esto a lo que se refiere su reproche de su falta de comprensión, sino al hecho de que el camino de la gloria se hace a través del sufrimiento.
Los diez se indignaron con los dos hermanos que realizaron la petición a Jesús (Mc 10,41). Esta reacción del resto de los discípulos se debe probablemente a la incertidumbre que tenían del puesto que ocuparían. Ellos ven el reinado de Jesús como algo humano, un mesianismo terrenal. Los diez se indignaron contra Jacob y Juan, no porque rechacen su visión del Reino, sino porque aceptándola quieren ser ellos los que ocupen los primeros puestos.
Jesús se percata que había una molestia en el grupo, por lo que hicieron Juan y Santiago. Él aprovecha la situación para dar algunas enseñanzas sobre cómo debería ser el verdadero discípulo. Jesús nombra a los soberanos de la tierra como anti-modelos, como ejemplos negativos del ejercicio de la autoridad, pues ellos utilizan el poder como dominio y como opresión (Mc 10,42). La expresión “señores absolutos” es lo opuesto a lo que debe ser el discípulo de Jesús, y el ciudadano del Reino de Dios. “Señores absolutos” son aquellos que ejercen un poder imperativo y coercitivo, haciendo sentir una superioridad que no admite ser abordado porque piensan que sus opiniones y decisiones son indiscutibles e irreversibles. El discípulo de Cristo no puede ser un tirano o un dictador.
El ideal del discípulo debe ser distinto: “No ha de ser así entre vosotros”, dice Jesús (Mc 10,43); porque la verdadera grandeza no está en el mando sino en el servicio y el “ser primero” no implica imponerse a los demás ni estar por encima de los otros sino más bien supone ponerse a disposición de quien necesita ayuda, auxilio y el socorro oportuno para salir de una precaria situación. Como motivación final, Jesús enseña que “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos (Mc 10,45). Se refiere a su muerte en la cruz, a su entrega total, oblativa y sin reservas por la redención de la humanidad.
Brevemente: Mientras los dos hermanos Juan y Santiago —y los diez discípulos restantes— buscaban el poder mundano, triunfal y de dominio; Jesús se presenta con un poder distinto; en realidad se presenta sin ningún poder (según la concepción del mundo). Su único poder es el amor generoso, su entrega. Su itinerario es el “camino del dolor”, del sufrimiento, del padecimiento, del “cáliz”. Él no tenía tropas ni guardias; le llamaban rey, pero su trono era la cruz y su corona de espinas. Sus cortesanos la soldadesca burlona y violenta que se mofa de él. Su conquista no se realiza por las armas ni por las leyes sino por su obediencia total a la voluntad del Padre. Los dos hermanos —sin pensarlo— piden los dos primeros puestos junto al trono, es decir, los puestos de los dos bandidos crucificados junto a Jesús en el Monte Calvario. Ahí está el verdadero poder, el poder de Dios, que actúa mediante “la impotencia que salva”. El resto es anti-poder, espejismo y nada más.
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Rodericus
23 de octubre de 2021 at 19:09
Gran charlatán !!