Opinión
Jesús rechaza el exclusivismo de los discípulos y el escándalo
Juan le dijo (a Jesús): “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros”. Pero Jesús dijo: “No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros”. “Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa”. “Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Mas vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la Gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Mas vale que entres cojo en la vida que, con los dos pies, ser arrojado a la Gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la Gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga”.
[Evangelio según san Marcos (Mc 9,38-43.45.47-48); 26º Domingo del Tiempo Ordinario]
En el texto del Evangelio que se nos ofrece para la reflexión dominical, Juan —el discípulo que, junto a Pedro, Santiago y Andrés (Mc 1,16-20), ha seguido desde la primera hora a Jesús, es presentado como quien refleja el pensamiento de “los Doce”, pues ellos quieren reducir a un grupo exclusivo los prodigios que hace Dios por medio de Jesús (Mc 9,38). Los discípulos quieren impedir la actividad al que invocaba el nombre de Jesús (un personaje anónimo) para expulsar a los demonios; el motivo que esgrimen hace relación a la no pertenencia al grupo de “los Doce”. Al mencionar el motivo del impedimento: porque “no viene con nosotros” (v. 38) —en el sentido de no formar parte del Colegio apostólico— se deduce que ellos concebían el “discipulado” como un grupocompacto, cerrado y privilegiado. En consecuencia, de cara al futuro, estaría en juego la problemática de la comprensión y experiencia de la comunidad eclesial en la que se crearía una estratificación en razón de los roles, carente de fundamento en el proyecto de Jesús. Es verdad que Jesús envía de misión a los discípulos con el fin de expulsar los “espíritus impuros” (Mc 6,6b-13), pero nunca dijo que tal competencia era exclusiva.
En el Evangelio de Marcos, este es el único relato en el que Juan comparece solo. Al dirigirse a Jesús como “maestro” lo reconoce como el que ejerce un rol autorizado en relación con el grupo y sobre todo al demostrar que se sitúa fuera de su lógica. Juan, descubriendo al taumaturgo en acción, desea impedirle la práctica. Habiendo recibido del mismo Jesús el “poder” de realizar curaciones y exorcismos, el discípulo no tolera que alguno “de fuera” pueda infligir y sobrepasar los límites de su monopolio. La actitud “celosa” del hijo de Zebedeo se manifiesta en la expresión “no nos seguía”, la cual resulta sintomática porque, de hecho, Jesús nunca invita a seguir al grupo de “los Doce” o a los discípulos sino exclusivamente a él (es decir, al maestro Jesús). En consecuencia, la perspectiva de Juan está totalmente errada.
Jesús da una respuesta contundente a la pretendida prohibición de los discípulos mediante la expresión: “no se lo impidáis” (Mc 9,39). Esta contestación de Jesús implica que él no desea construir un “cerco” cerrado o una especie de gheto formado por los discípulos ni mucho menos desea que el círculo apostólico tenga exclusividad en la misión. De hecho, quien realiza un milagro en su nombre, por lógica de coherencia, no puede permitirse, después, hablar mal de él. Por eso, ante los celos de los discípulos, el maestro enseña que es imposible que el personaje en cuestión obre milagros “si está contra nosotros”. Este mismo celo lo encontramos en Núm 11,27-29. En este texto se menciona a Eldad y Medad que estaban profetizando y Josué, el discípulo de Moisés, tenía celos de ellos; al no pertenecer al grupo de los seguidores de Moisés. La respuesta de Moisés fue categórica y terminante: “Ojalá todo el pueblo de Yahvéh profetizara”. Esta interpretación se puede aplicar también a la respuesta de Jesús porque Él quiere que todos cooperen en el reino de Dios.
La posterior exhortación sobre la “acogida” que se expresa con el ofrecimiento de un vaso de agua puede tener un sentido intraeclesial y misionero. El contexto en el que la sentencia fue insertada nos lleva a comprender que la hospitalidad, recomendada por Jesús en relación con los niños, ahora debe ser dirigida hacia “los doce”, sobre todo durante el empeño misionero. La razón del ofrecimiento está en el hecho que ellos se presentan en el nombre de Cristo.
A continuación, Jesús aborda el tema del escándalo. En el Evangelio según san Marcos, el escándalo es provocado por la tribulación o la persecución (Mc 4,17), del hecho que el Mesías resulta identificado con un artesano (o carpintero de Nazareth) (Mc 6,3), por su destino de pasión y muerte (Mc 14,27). Los sujetos del escándalo son identificados con la expresión “estos pequeños”. Mientras en las sentencias precedentes el “niño” es presentado a través del término griego paidíon (“niño”) (Mc 9,36.37), ahora se recurre a la palabra griega mikrós (“pequeño”). Con este último término se desea aludir al niño verdadero y propio, al discípulo o bien a quien es débil en el camino de la fe.
Con el fin de evidenciar de qué manera el escándalo sea pernicioso en orden a la salvación no solamente para quien lo padece sino también para quien lo realiza, se emplea un lenguaje metafórico sosteniendo que es mejor para quien lo comete que se tire al mar con una piedra de molino al cuello con el fin de indicar una muerte brutal. Del contexto se comprende que la caída de personas frágiles, sobre todo en la fe, radica en la falta de aceptación del destino de pasión, muerte y resurrección de Jesús, viviendo, en cambio, en el interior de la comunidad con una lógica de prepotencia y de arribismo.
Por asociación de ideas, pero también de términos, el tema del “escándalo” pasa del aspecto comunitario al ámbito personal. Las tres sentencias afirman, siempre a través de un lenguaje paradójico, el exigente requerimiento de llegar hasta la mutilación de una parte del cuerpo para subrayar la extrema seriedad de la salvación que no puede ser relativizada ni siquiera ante el valor de la integridad física. La Gehenna es el destino de aquellos que, experimentando el escándalo de su propio cuerpo, prefieren no eliminarlo. Tres son los miembros señalados: la mano que permite las acciones humanas; los pies, medios que permiten el libre desplazamiento y la circulación; los ojos, instrumentos de la percepción no solo visual sino también intelectiva. A quién, en cambio, no tiene miedo de perder algún miembro se les promete la vida y el Reino de Dios. Ambas expresiones (Vida – Reino de Dios) son equivalentes e intercambiables. No se debe pensar queestos términos plantean una alusión ineludible al tiempo escatológico, sino, además, aquella vida y aquel Reino que con la misión de Jesús han entrado de manera eficaz en la historia humana.
Para ilustrar la situación penosa y dolorosa de la Gehenna se recurre al texto de Is 66,24 a través de las imágenes del “gusano” y del “fuego” que evocan destrucción y tormento como destino de sufrimiento de los enemigos de Dios.
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