Opinión
Afrodescendientes: Inclusión con identidad étnica
El Congreso Nacional acaba de seguir una de las recomendaciones de Durban, con base en una propuesta de la Secretaría Nacional de Cultura, elaborada con participación de la población afrodescendiente. Por fin se halla en proceso de sanción y promulgación la ley que reconoce a la población afroparaguaya como minoría étnica.
Con la promulgación de esta normativa, el Estado paraguayo mostrará su voluntad de cumplir con uno de los postulados de la Declaración de Durban (Sudáfrica, 2001), y cito el punto 83: “Destacamos la función clave que los dirigentes y los partidos políticos pueden y deben desempeñar en la lucha contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia; y alentamos a los partidos políticos a que tomen medidas concretas para promover la solidaridad, la tolerancia y el respeto”.
En nuestro país la población afrodescendiente ha estado oculta, con exclusión disfrazada de mimetización con la población en general. Y si ha habido una valoración de ella ha sido para contemplar la celebración de la danza y la música de la cultura afro el día de San Baltazar, su patrono, ocasión en que Kamba Kua se viste de colores con la vibración de los tambores y la danza de hombres, mujeres y niños. La población afrodescendiente, con diferente origen cada uno de sus grupos, incluye tres comunidades organizadas que formaron la Red Paraguaya de Afrodescendientes. Son comunidades con conciencia y orgullo étnico que han logrado transitar espacios internacionales. He podido tomar contacto con algunos de los protagonistas, compartiendo un diálogo donde no faltó la preocupación y el análisis de género.
En un material publicado por ONU Mujeres, Análisis de Género de la Población Afroparaguaya, se puede encontrar un pensamiento colectivo de las mujeres sobre educación, salud y acceso al trabajo. Preocupadas por el analfabetismo y el desempleo, las mismas manifiestan que “la conjunción de las variables raza y género demuestra la condición particular de la mujer negra en el mercado laboral y en la sociedad paraguaya”.
La respuesta al reclamo de inclusión con respeto a la diversidad, eje estratégico de los derechos humanos, tarda en llegar en una sociedad excluyente como la nuestra. Una sociedad que muestra resistencia a la aceptación de la diversidad cultural, y que ejercita una negación del derecho a la diferencia, sea de los pueblos indígenas, a la opción sexual, u otras diversidades, en las que no se ha detenido siquiera a considerar la diversidad étnica de la minoría afrodescendiente.
La lucha contra el racismo se inició mundialmente a principios del siglo XX, afianzándose en los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial, en los que la práctica del apartheid se constituyó en ícono de la opresión y la degradación humana. Como consecuencia del comercio de seres humanos fueron tomadas determinaciones importantes en la comunidad internacional. En 1926 la Liga de las Naciones (precursora de las Naciones Unidas) adoptó la Convención contra la Esclavitud. En Paraguay se había prohibido el tráfico de esclavos durante el gobierno de Don Carlos Antonio López, pero fue la Constitución de 1870 la que determinó la abolición.
Los aportes del movimiento contra el racismo y las prácticas discriminatorias se actualizaron en la comunidad internacional en el siglo XX con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y su esclarecedor artículo primero, afirmando que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. En párrafos siguientes prohíbe explícitamente la discriminación por razón de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole. Más tarde la ONU adoptaría la Convención internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial e instalaría el Comité contra la Discriminación Racial, CERD, ambos ratificados por el Estado paraguayo.
No se ha podido aún poner fin a la esclavitud en el mundo, las reivindicaciones del combate al racismo continúan y apenas se ha logrado un lento despertar de la conciencia. Hasta hoy suena el célebre slogan “Black is beautiful”, tres palabras que lograron resaltar la belleza, la identidad y la dignidad de una parte de la población del planeta. La esclavitud persiste con nuevas formas, conviviendo con las viejas prácticas de comercialización y servidumbre, como la trata de personas, la explotación laboral, las peores formas de trabajo infantil, y otras manifestaciones de exclusión social y de explotación humana. Incluso las Naciones Unidas tienen hoy en su seno un Relator Especial sobre Formas Contemporáneas de Esclavitud.
En lo que va de este siglo XXI, en septiembre de 2001, se realizó la Conferencia Mundial contra el racismo, la discriminación racial, la intolerancia y las formas conexas de intolerancia, que se celebró en la ciudad de Durban, con la organización del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ACNUDH. Allí se congregaron representaciones gubernamentales, organizaciones no gubernamentales y principalmente los protagonistas: las organizaciones afrodescendientes de los países del mundo. Esta conferencia ha marcado pautas, ya que no solo se arribó a una declaración sino que también se sellaron acuerdos y estrategias de acción para el siglo XXI. Se trata de un documento progresista con abordaje inclusivo, basado en las necesidades de la gente, orientado hacia el desarrollo de oportunidades, con marcado compromiso con la justicia social.
El Estado paraguayo cumplirá de esta manera con su responsabilidad ante la comunidad internacional.
* Jurista, especialista en Derechos Humanos por la Universidad de Estrasburgo (Francia).
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