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Opinión

Veloz defenestramiento cartoabdista de Portillo y “amnesia” en caso Quintana…

“La Nación”, uno de los medios cartistas, en su portal tituló ayer con exactitud: “Por tráfico de influencias diputados expulsan a Carlos Portillo del Congreso”. La versión digital de UH lo hizo así: Portillo es expulsado de la Cámara de Diputados tras polémicos audios” y correspondió a la página en red de “abc color” un titular no valorativo: “Expulsan al liberal Portillo de Diputados”. Todo sucedió en muy pocos días, entre el lunes y el miércoles. Sin la menor duda se trató de una Mise-en-scène. Ya nos enteraremos acerca de las motivaciones, de lo que pasó en realidad para que Portillo fuese desportillado a la velocidad del rayo, convirtiéndose así en el primer diputado al que se le retiró la investidura, en contra de todo pronóstico, tratándose sobre todo de la cámara que es la joya de la “corona parlamentaria” que casi es propiedad de la política plutocrática de Cartes, como cualquiera de sus innumerables negocios.

Los mismos representantes opositores -es decir, excluyendo a los diputados cartistas no colorados, como el “liberal” Enrique Mineur, quien casualmente presidió la intempestiva sesión de ayer- carecieron de la menor iniciativa en este caso, cada vez más parecido a una tormenta perfecta. Los diputados Sebastián Villarejo (Partido Patria Querida) y Celeste Amarilla (Partido Liberal Radical Auténtico) le insistieron a Portillo varias veces que, condenado como estaba, al menos denunciase quienes era los poguasu cartistas, o cartoabdistas, que formaban parte de la trama de compra-venta de influencias de la que él sería apenas un engranaje más y no de las más significativas. Portillo, como todos los politiqueros actuales (es decir, los que convirtieron a la política de apariencias democráticas en un muy rentable negocio), desde luego que jamás tendrá un comportamiento digno, en el parlamento y tampoco en la propia vida, la que desde luego no les pertenece a quienes son como él.

Por eso lo importante en verdad es reflexionar acerca de cómo es que cada vez son más numerosos los “parlamentarios” al estilo de Portillo. En ambas cámaras del Congreso existen muchos diputados y senadores quienes, en una verdadera democracia republicana y constitucional en formación, jamás accederían a una curul. El mismo presidente de Diputados es un ejemplo. Hasta que HC se convirtió en presidente de la República, tras haber comprado a la ANR, y después de haberse a$egurado la fidelidad de no pocos parlamentarios opositores, alguien como su ex empleado tabacalero Pedro Alliana, jamás hubiese tan siquiera pensado en alcanzar la presidencia de una seccional colorada. Alliana, un mandadero absolutamente fiel a Cartes, acaba de ser reelecto por tercera vez para liderar nada menos que la Cámara de Diputados…

Poderes fácticos y plutocráticos

Es que las repúblicas constitucionales y democráticas, no solo en nuestro hemisferio, están siendo asaltadas no solo por auténticas “conjuras de necios”, sino sobre todo por poderes fácticos y plutocráticos. No debemos olvidar que los partidos políticos y liderazgos democráticos, aquí, y en gran parte del mundo, están en una fase ya muy prolongada de grave crisis. En Chile, en los últimos años, la institución con mayor legitimidad para sus ciudadanos es el Cuerpo de Bomberos, que desde luego no sirve para gobernar. Los liderazgos políticos, las autoridades, los intelectuales y religiosos, los empresarios verdaderos (no los del crimen organizado), y los líderes de otras importantes instituciones de la sociedad, no merecen credibilidad para la ciudadanía transandina…

Eso permitió que personajes como Cartes, Alliana y Portillo (sin olvidar a Blas Llano, otro muñeco articulado que HC tiene en el PLRA y nada menos que en el senado) proliferaran en la política contemporánea que así se convirtió en su némesis, la politiquería. Otro ejemplo es el diputado cartoabdista Quintana, que para los servicios de seguridad e inteligencia norteamericanos, por ejemplo, es un peligroso elemento al servicio del crimen organizado del narcotráfico. Tan peligroso lo considera EUA que el 6 de abril, desde Washington, el secretario de Estado de la administración Biden, Antony J. Blinken, recordarán nuestros lectores, nos asombró cuando entre mucho más dijo lo siguiente:

“Hoy, anuncio la designación pública de un Diputado en la Cámara Baja de la Legislatura paraguaya, Ulises Rolando Quintana Maldonado, debido a su participación en actos de corrupción significativos. Durante su tiempo como diputado, el señor Quintana participó en actos que facilitaron la delincuencia organizada transnacional, socavaron el estado de derecho y obstruyeron la fe del público en los procesos públicos de Paraguay”. De Quintana nunca se ocupó Alliana. Tampoco lo hará el actual presidente de la Cámara de Senadores, Óscar Salomón, el colorado que sabe negociar con politiqueros opositores, hasta que HC le llame al orden, momento en el cual el inimputable presidente Mario Abdo Benítez hará otra demostración de su “insustentable levedad”, no del ser, sino del mandatario supuestamente democrático que es. Quintana todavía es diputado y la declaración de Blinken no tuvo un exhaustivo debate parlamentario aquí, y tanto HC, poder fáctico número uno en Paraguay, y Abdo Benítez, desgobernante de turno, todavía lo tienen como precandidato para la intendencia de Ciudad del Este…

Valores e ideales del Estado de derecho

Digamos algo más y también muy preocupante: uno solo de nuestros partidos políticos con representación parlamentaria, en estas últimas tres décadas, se preocupó en serio en formar con valores, conocimientos y prácticas republicanas, democráticas y constitucionales, a sus afiliados y tampoco a los ciudadanos en general. Tampoco se ejercitan en ello intrapartidariamente. Incluso reciben dinero del fisco para la educación cívica y a este respecto tampoco rinden cuenta. Esto ocurre aquí y sobre todo en América Latina y el Caribe. Lo recordamos no para justificarnos, sino porque este en apariencia simple hecho también tiene muchísimo que ver con la crisis mundial del constitucionalismo republicano que tuvo su origen histórico en la Revolución Americana (1776).

En la Declaración de Independencia norteamericana de ese año, nada menos que Thomas Jefferson escribió uno de sus principales e iniciales párrafos filosófico-políticos: “Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres nacen iguales; que a todos les confiere su creador ciertos derechos inalienables entre los cuales están la vida, la libertad y la consecución de la felicidad; que para garantizar esos derechos, los hombres instituyen gobiernos que derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma de gobierno tiende a destruir esos fines, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, a instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en aquella forma que a su juicio garantice mejor su seguridad y su felicidad”.

Las fuerzas políticas contemporáneas y democráticas en nuestro país, liderando a la ciudadanía y fortaleciéndose desde ella, como debe ser, deben recordar esa declaración genuina de principios del constitucionalismo republicano y democrático, y a partir de tales valores fundamentales recuperar la iniciativa para refundar a las democracias modernas hoy en crisis planetaria, sin que los Portillo, los Alliana, los Quintana y demás, ni su jefe HC, y tampoco el jefecito Abdo Benítez, se aprovechen de ella para sus propios intereses subalternos.

 

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