Opinión
Déficit fiscal: cuando la música deja de sonar, el baile debe parar
En estos días hemos observado con asombro como Colombia se enfrentaba a tremendas protestas sociales por las propuestas de reforma tributaria. Estamos hablando de un país con una macroeconomía relativamente buena y con calificación de grado de inversión
La propuesta bajo el nombre de “Ley de Solidaridad Sostenible” implicaba una amplia reforma en el sistema tributario colombiano, se proponía cobrar IVA a servicios públicos para hogares de estratos más altos, impuesto a la riqueza (aplicado a quienes tengan patrimonio valorado en más de 1,3 millones de USD), también se aplicaría un impuesto a trabajadores con salarios mayores a USD 2.700 denominado “impuesto temporal y solidario a los ingresos altos”, cambios en el impuesto al combustible, creación del impuesto al plástico de un solo uso y, el más controversial, ampliar la base de impuesto a la renta e incorporar a contribuyentes con ingresos mensuales de USD 663 (mas o menos 3 salarios mínimos de ese país).
Las protestas han hecho retroceder al Gobierno de Colombia, que decidió retirar la propuesta del congreso. Como consecuencia de esto, los mercados internacionales han comenzado a sospechar de la capacidad futura de este país para afrontar su deuda y se ha observado que sus bonos soberanos ya han comenzado a cotizar por fuera del rango habitual para un país con grado de inversión.
El análisis de este articulo no pretende abarcar las consecuencias de llevar o no a cabo la reforma propuesta, sino más bien mirar y tomar lecciones de las causas que llevan a un gobierno a establecer reformas profundas de su sistema tributario.
En este sentido, la primera causa es la pandemia que ha obligado a los países ha realizar enormes sacrificios para atenuar las implicancias sanitarias y económicas, teniendo en cuenta que los costos de las medidas han sido extraordinarios. Sin embargo, varios países de América Latina ya venían con situaciones de deterioro fiscal, con gastos que superaban sus ingresos, es decir, ya tenían déficits antes de la pandemia.
El incremento de la deuda es consecuencia de estos déficits fiscales, y cuando estos aparecen se encargan de hacernos pragmáticos: todo saldo negativo en algún momento debe ser compensado con saldo positivo. Es decir, en algún momento el balance debe tornarse positivo para poder repagar los sucesivos periodos negativos. Para lograr esto, se debe realizar algunas de las siguientes acciones (o combinarlas):
- Aumentar impuestos
- Aumentar royalties (regalías y compensaciones de las entidades hidroeléctricas binacionales en el caso de Paraguay)
- Reducir gastos públicos
Realizar algunas de las acciones citadas no es fácil, ni en Paraguay ni en ningún país de Latinoamérica. ¿Cómo reducir gasto público ante tanta necesidad de infraestructura y gastos sociales? ¿Cómo aumentar impuestos con ingresos disminuidos en todos los rangos como consecuencia de la pandemia? ¿con respecto a los royalties en el 2023, proponemos aumentar los ingresos de Itaipú o bajamos la tarifa?
No obstante, no espacio para la duda y la necesidad de cubrir compromisos futuros obliga a pensar en ajustes que tengan en cuenta las acciones mencionadas.
Pagar más impuestos o tarifas de servicios públicos no es algo que sea del gusto de la población, pero el continuo déficit fiscal de países de la región y los enormes costos de la pandemia deben pagarse. El descontento social en Colombia, Perú, Ecuador y Chile, que se produjo cuando sus gobiernos decidieron impulsar ajustes y/o reformas fiscales deben servir de lecciones para el Paraguay.
Es momento de entender que, si la música está dejando de sonar, el baile debe parar. Esto implica cuidar cada detalle del gasto público, con focalización de la ayuda social, inversiones en proyectos con mucha rentabilidad social, dejando viejas prácticas de prebendarismo y clientelismo, más aún en el contexto de una pandemia con vacunaciones masivas todavía distantes. Esas acciones deben marcar el apenas el inicio del camino para reestablecer la confianza entre actores económicos y sociales y la clase política.
Debo destacar que muchos técnicos del Estado paraguayo han entendido los tiempos y han preparado varias propuestas, tales como la Reforma del Servicio Civil, las propuestas de nuevas normativas en los procesos de compras públicas y las continuas reingenierías del presupuesto, que tienen como objetivo volver al sendero fiscal prepandemia. Esperemos que el ejecutivo brinde el apoyo suficiente a sus técnicos y el legislativo este a altura para impulsar dichas reformas y, por supuesto, que la sociedad y la academia sigan siendo férreos contralores.
En Paraguay puede que ya no tengamos espacio fiscal, pero aún tenemos espacio para debatir ideas de como optimizar el uso de nuestros recursos, de cómo ampliar la base tributaria y minimizar la evasión. Aprovechemos esto y que el tiempo no nos encuentre enfrentándonos en las calles. La música ya dejó de sonar allá por el 2014 con el fin de los vientos de cola de los precios de commodities. Avisemos a algunos para que dejen de bailar.
Investigación para el Desarrollo
Twitter: @gari_py
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