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Opinión

Gusinky es otra señal de la crisis de nuestra politiquería partidocrática

Por José Luis Simón G.

Ruy Barbosa de Oliveira, un político liberal brasileño de fines del XIX e inicios del siglo XX, también escritor, jurista y diplomático, escribió una de esas frases que jamás perderán actualidad mientras las condiciones imperantes en nuestras sociedades incurran en lo siguiente: “De tanto ver triunfar las nulidades, de tanto ver prosperar la deshonra, de tanto ver crecer la injusticia, de tanto ver agigantarse los poderes en manos de los malos el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra, a tener vergüenza de ser honesto”.

La frase es breve y lapidaria y tiene por destino a cada uno de nosotros en su propia esfera de responsabilidades. No solo se dirige a los politiqueros y partidócratas que en tres décadas, con sus ambiciones rastreras, corrupciones generalizadas y notorias incapacidades, convirtieron en un cementerio de ideales lo de la construcción de la democracia aquí. Y, lo que es peor, convirtieron a nuestra sociedad en un terreno fértil para que prospere cualquier proyecto populista contemporáneo, de los que todo lo destruyen y tienen por modelos a la agonizante y totalitaria Cuba castrista, a la Nicaragua de la dinastía del sandinista Ortega que suplantó a la proimperialista de los Somoza, y a la Venezuela chavista-madurista que, de lograr éxito CFK,  fanática “bolivariana”, destruirá a la República Argentina.

La frase de Barbosa de Oliveira refleja lo que está ocurriendo en América Latina y el Caribe y en muchas partes del mundo. En el caso paraguayo ya no es el resultado del autoritarismo pasado sino de la incompetencia, soberbia y ambiciones ilimitadas de quienes en las últimas tres décadas se autocalificaron de demócratas y salvadores de la patria. El liderazgo transpartidario del plutócrata HC, por ejemplo, se construyó sobre tantas frustraciones pos 1989. Al margen de las partidocracias politiqueras imperantes hay un pueblo que todavía no empezó a constituirse en ciudadanía.

Degradación cívica y democrática

Nuestra degradación cívica y democrática parece no tener fin. El escándalo diario en cuestión, hasta el momento en que estas líneas sean leídas, involucra a personajes subalternos de la politiquería local afiliados o no al Partido Colorado, pero en todo caso coloradizados: Mirta Gusinky (73, senadora), Rodolfo Friedmann Cresta (66, ex gobernador del Guairá), Celso Troche Álvarez (67, diputado por Caazapá), Cornelius Sawatzky (72, ex diputado por Boquerón) y Oscar Agusto Isnardi (68, ex intendente de Mariscal Estigarribia y general retirado del Ejército).

Ninguno de los mencionados tenía la edad mínima exigida por el Ministerio de Salud Pública para haber sido vacunado ya, en el marco de la correspondiente campaña de inoculación biológica contra la COVID-19 que, dicho sea de paso, hasta ahora no hizo sino cosechar protestas cada vez más indignadas por su caótica puesta en marcha. El caso más notorio es de la senadora Gusinky (oficialista de Mario Abdo, tras haber sido “parlamentaria” de Horacio Cartes), quien además recibió la vacuna en su domicilio porque supuestamente estaba en cama por prescripción médica.

Es similar el episodio del siempre escandaloso exgobernador Friedmann del Guairá. Entre los “vacuVIP” es el más joven y conocido por su intensa vida social, al menos hasta el día antes de vacunarse. Adujo también que el cuidado de su salud le impidió asistir al sitio en que los funcionarios del ministerio inoculaban la primera dosis a los adultos mayores de 80. El impedimento de la edad le importó un bledo, padre a su vez de un “senador” añeteté politiquero, preferido entre los de varios colores que integran los votos salvavidas del desgobernante actual, Mario Abdo Benítez.

La conmoción social que produjo en la sociedad lo de la vacunación privilegiada, que el viernes se difundió de inmediato (y como de costumbre primero por las redes) obligó al ministro Julio Borba a cesar en sus funciones al doctor Robert Núñez (un activista colorado), hasta entonces director de la muy importante XVIII Región Sanitaria Capital. Lo reemplazó el doctor César Ignacio Centurión Segovia. Además del castigo administrativo: ¿Núñez también es pasible de una investigación fiscal que lo impute para su posterior juicio?

No recordamos ninguna destitución en Salud Pública a raíz de las graves crisis de corrupción (todavía no investigadas en serio por el Ministerio Público) estalladas durante la administración del anterior ministro Julio Mazzoleni, otro amigo personal de Abdo Benítez. No insinuamos que el ex titular se haya beneficiado con esas erupciones volcánicas de corrupción público-privada imperantes en Salud Pública desde mucho antes de 1989. Pero Mazzoleni fue otro fiasco del Palacio de López. Su herencia de padecimientos inenarrables, que todavía sufrimos, al parecer ni le quitaron el sueño. El concepto de servicio público de gobernantes y autoridades no existe en la inmensa mayoría de nuestros politiqueros. Una vez en el Estado y cargos públicos hacen lo que quieren para favorecerse y a sus clientelas.

Caso indecoroso de anomia

El de la senadora Gusinky es el caso más grave entre los indecorosos, inmorales y viciados funcionarios públicos involucrados en el vacunagate local, que se suma a la pandemia de escándalos semejantes en otros países sudamericanos. El deleznable comportamiento de la senadora incurre en lo tipificado en un inciso del artículo 201 de la Constitución Nacional: “De la pérdida de investidura. Los senadores y diputados perderán sus investiduras, además de los casos ya previstos, por las siguientes causas: 1) …; y 2) El uso indebido de influencias, fehacientemente comprobado. […]”.

No puede aducir la senadora que aceptó la vacuna en un momento de debilidad o por desconocimiento. Tampoco será la ocasión para debatir lo de “fehacientemente” ni para perder tiempo con el pretexto del “debido proceso”. El Senado debe escuchar su descargo si todavía tiene el cinismo de exponerlo. La gravedad de su ofensa a la República, y al decoro que debe regir el comportamiento de un representante de la ciudadanía, no pueden ser compensados con un mea culpa parlamentario (que probablemente solo será de momento) y tampoco por cualquier complicidad politiquera. Incluso si reconoce su proceder por completo anómico debe renunciar o ser destituida si no lo hace. Y lo mismo en el caso del diputado de Caazapá. Y en los de los demás involucrados en este caso de gravísima ofensa a las políticas públicas sanitarias, en tiempos de pandemia. Los depredadores de lo que nos resta de fe pública deben ser castigados en el marco de la Constitución y leyes.

Ahora, “indignado” con la senadora Gusinky, su colega Sergio Godoy, otro de los bebés probetas de Horacio Cartes en su politiquería partidocrática parlamentaria, propone que sea cesada por una simple disposición administrativa del titular del Senado y del Congreso. Desde mi condición de ciudadano me pregunto no sólo cómo es que son senadores Gusinky, Godoy y la inmensa mayoría de los parlamentarios actuales. También me pregunto cómo es que tantos incompetentes llegaron a presidente de la República.

Después del golpe que derrocó a Stroessner el primer candidato colorado el 1 de mayo de 1989 fue el general Rodríguez, quien tras la votación reconoció sin sonrojarse que había triunfado en “elecciones libres pero no limpias”. Allí comenzó la nueva etapa de problemas con presidentes y autoridades electas en la fase posautoritaria. ¿Cómo es posible que tengamos senadoras, parlamentarios y autoridades como Gusinky y otros? Nuestro agotado sistema politiquero partidocrático (con base en el electorado cautivo y otros males) impide la constitución de la imprescindible ciudadanía. Sin ella y sin partidos políticos verdaderamente democráticos no podremos enfrentar en las urnas a los populismos mesiánicos que están desatándose. Sus líderes no dudarán en recurrir a la violencia si llegasen a necesitarlo, no solo para formar otro desgobierno, sino incluso a efectos de tomar el poder.

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