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Opinión

Abdo Benítez: tampoco sabe lo que quiere pero lo desea ardientemente

Por José Luis Simón G.

El desgobierno de Mario Abdo Benítez, empantanado cada día más en la corrupción sistémica que tolera a sus entornos, si es que no la práctica de manera directa, lo cual también le deslegitima a diario, vía las resoluciones ejecutivas que dicta, empezando por todo lo referido a sus políticas para enfrentar el Covid-19, de manera objetiva en lo único que se esmera es en sembrar el caos en los más variados órdenes de la realidad tan compleja y preocupante que padecemos. Esto agrava los efectos tan terribles del Covid-19.

El Poder Ejecutivo no puede justificar la sucesión de fracasos que sigue cosechando, por ejemplo escudándose en un obstruccionismo parlamentario que no existe. Quien esto escribe no puede decir si el presidente se da cuenta o no de las corrientes tan procelosas en las que apenas se mantiene a flote. ¿Hasta cuándo?

Lamentablemente es casi absoluta la incapacidad del Palacio de López en cualquiera de las dimensiones de sus responsabilidades constitucionales. Todavía carece esta presidencia de una verdadera política pública, estratégicamente pensada, para enfrentar el desafío de la pandemia. Sus leyes y decisiones son fruto en general de la improvisación y de los ávidos paniaguados de turno que le rodean, entre los cuales no pocos son de sus clanes familiares.

El presidente Mario Abdo Benítez habló hoy en conferencia de prensa. Foto: IP Paraguay.

El presidente de la República, Mario Abdo Benítez. Foto: IP Paraguay.

La supina incompetencia presidencial es la norma de esta administración y de ahí hacia abajo. Hasta hace poco ni siquiera poseía una política exterior para negociar diplomáticamente con mejores posibilidades de éxito (en apoyo del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social) la obtención de la vacuna. Recién ahora estamos experimentando un esbozo de ella. ¡Hasta el propio canciller Euclides Acevedo, en un rapto de “sincericidio”, algo más de una semana atrás, se quejó de que sus viajes y conferencias telemáticas no aumentaban la recaudación de vacunas! En estos días algunas más llegaron. A cuentagotas. Como otros colegas suyos Abdo Benítez se aplaza también en la suprema prueba de las vacunas.

A este desgobierno le calza perfectamente aquello tan sabio, según lo cual, quien carece de rumbo no puede aprovechar el viento favorable, ni siquiera cuando le sopla por azar. En tren de parafrasear pensamientos célebres podemos decir de Abdo Benítez que es alguien “que no sabe lo que quiere pero lo desea ardientemente”.

Un ejemplo, aparentemente baladí, lo demuestra. Sus ¿asesores? palaciegos por lo común redactan mal los protocolos del Ejecutivo para corregir su rumbo, según van cambiando (para peor, generalmente) los desafíos de la realidad. Sobre todo, no solo, los referidos a la crisis multidimensional que en el mundo plantea el Covid-19.

Suponiendo que tales protocolos ejecutivos sean correctos (sin olvidar la dimensión constitucional) en contenido, cuando deben ponerse en práctica la pésima redacción de esas decisiones operacionales no hacen sino agravar los males dantescos de la pandemia. Ésta, a diario, evidencia las limitaciones de nuestras instituciones y líderes y las debilidades y vicios de la tan débil cultura cívica que nos caracterizan.

Si los protocolos carecen hasta del mínimo sentido común y están pésimamente redactados además, al estrellarse contra la realidad incrementan y amplían el descontento social, lo que en coyunturas muy graves como la actual lo único que hacen es contribuir a la expansión y profundización del descontento social. ¿Qué tan lejos estamos de un estallido ciudadano que con facilidad en poco tiempo podría convertirse en crisis político-institucional? Desatada esta incluso puede trepar hasta crisis de Estado, no solo de régimen político.

Se agrava la cuestión cuando a diario la presidencia de la República y sus ministros, además de ideas, políticas públicas y decisiones acertadas también carecen por lo general de una elemental buena política de comunicaciones. ¿Para qué existe el muy costoso Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicación (Mitic), desde hace poco encabezado por otro personaje sin comprobada experticia en la materia?

Titulares de la prensa escrita de hoy brindan una porción del desorden gubernamental que sufrimos: “Vacunación Covid-19: Salud pide respetar agendamiento y hora para ayudar a la logística” (UH); “Directora del Hospital de Barrio Obrero lamenta confusión entre registrados y agendados” (UH); “Vacunación se volvió un suplicio por confusión y aglomeración en Trinidad” (UH); “Ante el bajo número de registrados se vacunó ayer a los no agendados” (abc); y “Adultos mayores pasan por incómodo trajín para vacunarse” (abc). La respuesta oficial no tiene parangón: “Covid-19: Mitic critica a personas que difunden información falsa” (UH). El Mitic: ¿elabora y difunde información verdadera y bien redactada?

Agreguemos a todo lo anterior algunas cuestiones de fondo que casi siempre también olvidan los liderazgos líderes politiqueros opositores: la gran debilidad de nuestro proceso histórico político. En 1989 dejamos atrás el “despotismo republicano” (Francisco Delich, dixit) del régimen stroessnerista que imperó hasta entonces con apoyo colorado y militar.

Hoy, la apertura política iniciada aquél año, en lugar de plasmar en realidad las fórmulas de la Ley Suprema de 1992, República constitucional y democrática y Estado social de derecho, es apenas una democracia de muy baja calidad, asediada además por los nuevos poderes fácticos del crimen organizado. En el trasfondo bulle, y en ocasiones erupciona, una ciudadanía en formación en plena revolución insatisfecha de sus necesidades básicas.

A ello se suma la inequidad politiquero-partidaria que tiene otro lamentable ejemplo en el monopolio colorado, patrimonialista y prebendario de los empleos en las EBI y EBY, que incluye el manejo sectario, descontrolado y colorado de sus “gastos sociales”. En las últimas semanas esto volvió a ser puesto en evidencia en la prensa y en las sesiones parlamentarias.

Esta columna se cierra con una reflexión del libro “Sobre los deberes”. La obra es de Cicerón (106 a. C. – 43 a. C.) y el pensamiento dice: “[…] Los que hayan de gobernar el Estado deben tener siempre muy presentes estos dos preceptos de Platón: el primero, defender los intereses de los ciudadanos de forma que cuanto hagan lo ordenen a ellos, olvidándose del propio provecho; el segundo, velar sobre todo el cuerpo de la República, no sea que, atendiendo a la protección de una parte, abandonen a las otras. Lo mismo que la tutela, la protección del Estado va dirigida a utilidad no de quien la ejerce, sino de los que está sometidos a ella. Los que se ocupan de una parte de los ciudadanos y no atienden a la otra introducen en la patria una gran calamidad: la sedición y la discordia […]”.

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