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Opinión

Mi experiencia completa con el Covid-19 y el aspecto psicológico

Sólo el miércoles 22 de abril, en Paraguay hubo 91 fallecidos por covid, 2.938 siguen internados y 508 en UTI. También estuve internado y padecí lo peor, salí de alta ayer; por eso voy contar mi experiencia desde mi primer síntoma, hospitales, personal de blanco, la solidaridad y lo más crucial: el aspecto psicológico.

Llevo 22 días desde el primer síntoma, que inició con dolores musculares y cansancio, mi hijo de 6 años fue el primero que presentó fiebre, luego, toda la familia. Consulté con un profesional e inicié medicación, gasté más de G. 600.000 entre medicamentos y saturómetro.
A los 5 días me hice el isopado y salió positivo, luego empeoré; fiebre, escalofríos, falta de aire. Mi hijo fue con la mamá y los abuelos que estaban mejor. En este momento quedé solo y se sumó un enemigo oculto que aumentó mi ansiedad: la soledad y el miedo.

Mandé hacer mi  primer estudio laboratorial que costó G. 500.000 con extracción de sangre a domicilio, según el resultado el estudio fue bastante favorable: el profesional me recomendó seguir con la medicación y reposar.

En el día 9 todo empeoró, con vomito, diarrea, escalofríos, fiebre, pérdida de gusto, tos y dejé comer. Llegaron mis hermanas del interior a acompañarme y me llevaron al Hospital de Villa Elisa, lugar donde me hidrataron y me dieron oxígeno, adelantando un posible caso de neumonía.

El médico me indicó un antibiótico fuerte y reposo y me pidió regresar si la saturación bajaba de 90, también alertó que el fármaco es para la infección bacteriana de la neumonía y no para tratar el covid-19, es decir, el virus estaba dejando la primera consecuencia: la neumonía.

Recuerdo que esa noche, un sábado el doctor atendía a más de 40 pacientes, no daban abasto, pero seguían recibiendo enfermos. Todos trabajaban en un ambiente tensionante y era desesperante el estado de salud de la gente, que desconsoladamente pedían camas y oxígeno.

Me quedé cerca del Hospital de Villa Elisa en la casa de una hermana, donde repetimos el estudio laboratorial que alcanzó G. 600.000 y según resultado que llegó de noche, confirmó la neumonía, esa noche mi ansiedad creció y tuve mi primer episodio de ataque de pánico.

Como si nada, también tuve ataques de tos por horas, luego calmaba y volvía a repetirse: cof, cof, cof, cof, cof, cof, cof.

Mi saturación bajó a 85 y me interné en una silla por más de 12 horas, recibí mi primer balón de oxígeno, fue amor a primera vista. Desde ese momento use más de 16 balones de oxígeno, mejoré mi respiración, pero empecé a tener escalofríos y cansancio.

Luego conseguimos una cama e ingresé a la sala de contingencia, le dejé mi teléfono a mi hermana y mi prima me entregó una agenda y un bolígrafo. Todo lo que recuerdo en mi estadía en la sala lo registraba diariamente en una bitácora y cartas que escribía con mis hermanas.

Luego de una hora un señor que estaba a mi lado me dijo: “hace 13 días estoy internado, vamos a estar mejor, mi hija de 18 años y mi esposa están entubadas, tenemos que confiar en Dios, todo va salir bien”, pero en ese momento no sabía que su esposa, hija y suegro ya fallecieron.

Esa noche llevaba 4 días sin dormir y en la madrugada pude dejar mi primer registro de bitácora:

“La camilla parecía dirigirme a un lugar, yo casi inconsciente y sin saber exactamente mi destino…”

“La noche pasé entre gritos y llantos de los enfermos, no dormí nada”

En esa mañana una paciente ubicada frente a mi cama no aguantó y la tuvieron que entubar en mi frente con una improvisada divisoria, más de 7 personas trabajaron por más de 4 horas. Esa situación aumentó mi ansiedad y nos trasladaron a otro lugar de la sala.

Volvió a bajar mi saturación y la enfermera me aumentó al máximo el oxígeno, desde ahí tuve ataques de pánico más fuertes acompañados de delirio, donde hablaba sólo, cerraba mis ojos, sentía que alguien me asfixiaba, o al tocar mi sudor veía sangre.

Nunca antes había tenido ataques de pánico y pensé que era un derrame cerebral, recuerdo que vino a verme una doctora que quería bajar mi oxígeno, le dije que no y que necesitaba tranquilizante para dormir, luego un segundo médico me dio de tomar ansiolíticos y también clonazepam.

Después de tiempo me quedé dormido más de 3 horas, era un buen inicio, me desperté saturando mejor y encontré una emotiva carta de mis hermanas, me puse a llorar muchísimo. Eran palabras de aliento de familiares y amigos que se ofrecían y que estaban colaborando hasta con dinero.

Luego me senté a comer dos bananas, me hidrate y tomé impulso. Empecé a escribir mi bitácora, conteste más de 12 cartas a mis hermanas. Luego me empezaron a llegar también cartas de extraños que tenían familiares en la sala y querían información de sus pacientes.

Pregunté la situación de salud a las enfermeras y avisé a los pacientes que estaba escribiendo con sus familiares de afuera y que les mandaban fuerzas y preguntaban si necesitaban algo. Los pacientes respondían inmediatamente con su pulgar de bien, regular o mal.

Algunos me hablaban contentos y pedían comida, agua, frutas. Así pasé escribiendo cartas por tres días haciendo pasar el tiempo y empecé a dormir mejor, pero consumiendo ansiolíticos. El domingo me cambiaron la máscara de oxigeno por una de canolo y me bajaron al mínimo.

Por fin pude saborear un tallarin con ensalada de frutas que me mandó mi querida prima. Obviamente con la ayuda de los médicos estaba mejorando y las cartas también fueron una medicina para ganar fortaleza e iniciar mi recuperación, ese día me sugirieron trasladarme a un privado.

Les voy a contar mejor esta parte del hospital público y privado. Cualquier paciente se puede trasladar a un privado, por medio de un convenio el Ministerio de Salud debe pagar por el tratamiento, para eso el enfermo debe ir primero al hospital público y buscar el traslado luego.

Llegué a las 02:00 de la mañana del lunes 19 abril al hospital privado de San Lorenzo, donde me asistieron y ubicaron en una sala independiente, recibiendo asistencia médica y fisioterapeutica que gracias a los ejercicios pulmonares me recuperé y dejé de usar el balón de oxígeno.

También un amigo me buscó rápidamente asistencia psicológica, recibí ayuda por medio de un consultorio psicológico virtual de la Universidad Iberoamericana. Desde el miércoles 21 empecé de nuevo a dormir sin ansiolíticos.

Revisé algunos estudios de la Universidad de Oxford sobre covid-19 y salud mental realizados sobre 236.000 pacientes covid y estimaron que uno de cada tres sobrevivientes de coronavirus fue diagnosticado con alguna condición neurológica o psiquiátrica posterior a la infección.

Siguiendo con el estudio también encontraron que no sólo el cuerpo sufre con el covid-19, también trae consecuencias psicológicas. El 38% de los que tuvieron diagnóstico neurológico o psiquiátrico fueron los que ingresaron a un hospital, 46% en UTI y el 62% sufrieron delirios (encefalopatía) durante su infección con covid.

Según datos del 2019, Paraguay tiene una inversión muy baja en salud mental, sólo invirtió el 1,84% del presupuesto de salud. Es sumamente preocupante que en tiempos de pandemia y revisando las investigaciones se deje de lado el trabajo de asistencia en salud mental.

Es urgente la existencia de una carpa para consultorio psicológico en los hospitales para los pacientes y familiares, que se coordine una intervención del paciente covid-19 en forma multidisciplinaria: médicos y psicólogos. Entiendo también que es una prioridad del propio ministro Borba.

Hoy estoy felizmente fuera de peligro, pero sentí en carne y hueso que el covid no soló ataca violentamente lo físico, si no también lo psicológico. Por eso es un buen momento para realizar una inversión contratando psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales para una mejor asistencia integral sobre los pacientes.

Hasta el momento llevo 22 días desde el primer síntoma y llevo gastando más de G. 6.000.000, sin contar los gastos extraordinarios y aún tengo dos semanas de reposo.

Quiero agradecer especialmente a mi familia y amigos, como también a los médicos y a todo el plantel de trabajadores del Hospital de Villa Elisa y el hospital privado San Cristian. Al intendente “mal ejemplo” de la ciudad y a todos los que están solidarizándose con enfermos y familiares.

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