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Opinión

Tentación en el desierto e inicio del ministerio de Jesús

“A continuación, el Espíritu le empuja (a Jesús) al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva”.
(Evangelio según san Marcos [Mc 1,12-15], Primer Domingo de Cuaresma)

Inmediatamente después del bautismo y la sucesiva revelación, el Espíritu lo aleja completamente del consorcio humano y lo conduce en la soledad del desierto deshabitado. El verbo griego empleado por Marcos para indicar la ida de Jesús al desierto es ekballō que adquiere el significado de “empujar”, “expulsar”, “constreñir”. Es decir, se indica la acción potente del Espíritu que lo lleva al desierto para esta particular experiencia. Todo lo que Jesús hará será determinado por el Espíritu, por su relación con Dios Padre. Jesús vive y actúa siempre en el Espíritu, en su relación y por su relación con el Padre. Como el pueblo de Israel pasó cuarenta años en el desierto (Dt 8,2), así Jesús trascurre en el desierto cuarenta días. Y como el pueblo, él también es sometido a la prueba. Marcos no reporta hechos singulares y específicos, describe más bien un estado; no habla de ninguna acción o reacción de Jesús. No dice que Jesús ha orado o ayunado. Refiere que los cuarenta días Jesús fue tentado por Satanás; y que permanecía entre las bestias salvajes y que los ángeles le servían, lo cual significa que le proveían de alimento. Antes de que Jesús inicie su ministerio en medio de la humanidad se clarifica sus relaciones con los seres vivientes inferiores y superiores.

Satanás, cuya característica consiste en instigar una conducta contraria a la voluntad de Dios, se lanza con el fin de probar a Jesús. El vocablo procede del hebreo y quiere decir “oponente”, “tentador”, “acusador”. Su traducción griega diabalos (“diablo”) significa “el que lanza algo”, una palabra o un chisme, una “acusación contra el hermano” (cf. Ap 12,9-10); es el que divide y crea separación. Para san Marcos la relación de Jesús con Dios es tan sólida y firme por lo que no se indica ningún contenido de la tentación ni la reacción de Jesús. El hecho de ser tentado hace parte de la pertenencia de Jesús a la humanidad y en razón de su solidaridad con los hombres (cf. Hb 2,18; 4,15). Su permanencia entre las bestias salvajes es un indicativo de su lejanía del mundo humano (cf. Dn 4,22.29). Por otro lado, las bestias salvajes junto con la espada, el hambre y la peste son peligros proverbiales para la vida del hombre (Ez 14,21; Ap 6,8). Los ángeles que le sirven pertenecen al ámbito inmediato de Dios (Mc 8,38; 12,25) y actúan solo por orden suya (Sal 91,11; Hb 1,14). Si sirven a Jesús es indicativo del cuidado de Dios por él y de su estrecha relación con él.

En el desierto, lejos de la humanidad, Jesús se demuestra el hombre nuevo porque no cede a la tentación de Satanás como lo hizo Adán sino le resiste y permanece fiel a Dios. Las bestias salvajes no representan para él peligrosos enemigos para su vida, más bien convive con ellas en paz. Los ángeles – de algún modo – lo mantienen cerca del paraíso (cf. Gn 3,24), pues están cerca de él y ejercen una especial diaconía respecto a él. Esta relación de Jesús con los seres que no son ni Dios ni hombres concede mayor fuerza a aquello que ha mostrado la revelación después del bautismo: Jesús mantiene la más cercana relación con Dios, relación que es puesta a prueba y confirmada en la tentación, y manifestada en la relación con las bestias salvajes y con los ángeles.

Jesús se somete al bautismo en el Jordán, demostrando su completa solidaridad con los hombres pecadores. Dios lo revela como su propio Hijo predilecto, y lo elige para esta misión, después de haberle concedido la plenitud de su Espíritu. En su relación con los seres extrahumanos, con Satanás, con las bestias salvajes y con los ángeles, Jesús se muestra como el hombre nuevo, confirmando su estrecha relación con Dios. A partir de estas relaciones y sobre esta base, él inicia y lleva a término su actividad.

Como momento de retorno de Jesús del desierto, Marcos indica: “Después que Juan fue entregado…” (Mc 1,14). Literalmente, el texto griego dice: “Después que Juan fue puesto en la cárcel….”. Para indicar el acto del arresto, el evangelista emplea el verbo griego paradidonai y lo usa para el Bautista (Mc 1,14), para Jesús (13 veces) y para los discípulos de Jesús (Mc 13,9.11.12). Con esto desea indicar la comunión de destino entre el precursor, Jesús mismo y sus seguidores. Juan es el precursor de Jesús no solo por su obra preparatoria sino también por su muerte violenta (Mc 6,17-29). Jesús inicia su actividad bajo el signo premonitor del arresto del precursor. De este modo, desde el inicio se hace referencia a su pasión.

Jesús inicia su ministerio como un heraldo de Dios: Proclama la buena noticia de parte de Dios. Se trata de un evangelio, de un anuncio positivo y gozoso porque el Reinado de Dios se ha hecho presente. El anuncio es muy conciso. Ante todo expresa que “el tiempo se ha cumplido”; es decir, la historia de la salvación iniciada con Abrahán, los patriarcas, Josué, Moisés y otros grandes referentes del pueblo elegido ha llegado a su punto culminante. Se trata del tiempo de Jesús, un tiempo pleno, el kairós, en griego. El tiempo de preparación ha concluido; ahora es el tiempo de la decisión porque el Reino de Dios se ha aproximado. Es el nuevo régimen salvífico de Dios que ha sido puesto en movimiento. Esto implica que empezará a actuar el poder y la potencia de Dios en contra de otros tantos poderes y señoríos negativos y destructivos.

Seguidamente, en tono imperativo, Jesús exhorta a dos cosas: A “convertirse” (metanonia, en griego) y “creer en el Evangelio” (pisteuein, en griego). En realidad, según la construcción gramatical del texto original griego, la traducción correcta sería: “Convertíos y creed sobre la base del Evangelio”. Es decir, el Evangelio es el fundamento de base para la conversión y la fe. Es necesario cambiar de mentalidad, la manera de pensar, los criterios de actuación y adoptar el evangelio como nuevo criterio de acción. No se trata de creer tanto en el anuncio sino creer en Dios. Como su mensaje es mensaje sobre Dios, así Jesús exige en primer lugar la fe en Dios, una confianza plena, total y sin sombras. Más adelante, Jesús dirá: “¡Tened fe en Dios!” (Mc 11,22). Es decir, invita a tener una fe tal que merezca el nombre de “fe” y que corresponda a Dios tal cual es él; a tener una fe que tome en serio a Dios como Dios, en su bondad y potencia! Jesús se ocupa en primer lugar de su relación personal de sus oyentes con Dios mismo, de su fe en Dios, de su confianza en Dios. Su evangelio debe ser el nuevo fundamento para esta fe.

Brevemente: La tentación en el desierto, experimentada por Jesús, muestra que él es el hombre nuevo, que permanece en conexión con el Espíritu de Dios. De este modo, se manifiesta idóneo para la misión que su Padre le ha conferido. Su presencia en el mundo y en medio de la humanidad marca un punto de inflexión en la historia porque marca un tiempo nuevo, el kairós, el tiempo de la decisión, de la opción por el Reino cuya cercanía anuncia. La exhortación a cambiar de mentalidad (metanoia) señala la necesidad de cambiar no solo el modo y la base del pensamiento sino un cambio del corazón, de la interioridad, las actitudes ante Dios y ante los demás para poner en movimiento un nuevo sistema de relaciones basado en los principios y en la lógica del Evangelio.

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