Nacionales
Perdurar o sucumbir, con más razón en el Cerrado
Calliandra longipes en Canindeyú. Foto: Lidia Perez.
Muchas veces nos preguntamos cómo hacen ciertas especies para vivir en ciertas condiciones que nos parecen extremas, sean animales o plantas que viven en fríos o en calores intensos, elementos de la biodiversidad que se enfrentan a desafíos para los cuales se adaptan o desaparecen. Y la naturaleza y la vida es sabia, va seleccionando esos caracteres que nos hacen más resistentes, que nos hacen más resilientes. Parece que los caracteres que aparecen y sirven a esas condiciones, entonces perduran. Y eso es lo que la querida profesora Lidia Pérez de Molas nos muestra con estas estructuras que tienen algunas plantas del cerrado. Unas estructuras integrales de las plantas que nos dan indicios de adaptación.
El Cerrado es una de las ecorregiones que tenemos en Paraguay. La encontramos mayormente en el norte de la región Oriental, aunque también hay como “relictos” o fragmentos en otras partes del país, inclusive al norte de la región chaqueña u occidental. Son “mosaicos” de vegetación arbórea, arbustiva y de pastizales que adoptan diferentes conformaciones, en suelos sueltos, con una particular físico-química del suelo que hacen que muchas de las raíces y tallos, inclusive las cortezas y las flores y frutos, tengan adaptaciones muy particulares, pero quizás una de ellas son estructuras subterráneas que le permiten perpetuarse, por ejemplo, frente a las intensas sequías o los incendios. Si bien los incendios son parte del paisaje del Cerrado, estos se vienen haciendo cada vez más frecuentes y de mayores dimensiones debido al cambio climático, con temperaturas que están por encima de los 4 °C promedio si los comparamos con la década del 60.
Si el fuego o los incendios son parte del paisaje, entonces la biodiversidad debería mostrar “síntomas” de estas adaptaciones para poder persistir, para poder perdurar y no sucumbir o desaparecer; y entonces vamos a aprender una palabra quizás nueva para algunos, y se trata del xilopodio. Esta palabra identifica al engrosamiento o tuberosidad de la raíz, con acumulación de reservas de agua, que se presenta en diversas plantas leñosas que soportan periódicamente fuertes sequías e inclusive incendios.
Se han descrito en la literatura científica varios mecanismos de supervivencia de las plantas al fuego, como el desarrollo de cortezas gruesas alrededor del tronco y ramas, o la protección de las yemas apicales cubiertos de pelo o escudos, la presencia de yemas latentes bajo tierra o de sistemas subterráneos muy extensos penetrando profundamente en el subsuelo, como así también un dosel o altura elevada y con copas separadas, y hasta el desarrollo de rizomas y estructuras radiculares especiales.
La Duguetia que nos ilustra la profesora Lidia es un claro ejemplo, muy adaptada a la sequía y obviamente con ese estructura que le permite acumular agua y obviamente nutrientes para soportar las épocas difíciles. La Gomphrena es otra de estas plantas que presentan estructuras para soportar la sequía y los incendios, y se ha reportado que sus especies podrían tener algunas sustancias alcaloides que podrían afectar nuestra salud. Parece que estas sustancias en algunos casos son medicinales y forman parte del conocimiento tradicional; muchas de estas raíces tiene propiedades curativas a juzgar por el conocimiento de los pueblos originarios. Las imágenes con las que nos ilustra Lidia Pérez muestra a varias otras plantas en sus ambientes naturales, como Aldama, Jatropha, Calliandra y una palmera, la Syagrus. Miren esas estructuras normalmente no visibles, y que solo las descubrimos cuando excavamos o sacamos una planta.
Los rizomas son un mecanismo de recuperación en muchas plantas herbáceas y algunos arbustos que permiten que la planta “reviva” luego de estos eventos extremos. Muchas de estas estructuras, como la raíz primaria o un sistema bien desarrollado de raíces profundas, ayuda a esta necesidad de “resurgir”. Un sistema de raíces que no se encuentra dañado provee reservas alimenticias para la rápida regeneración de los nuevos brotes.
Hay un conjunto de plantas conocidas como pirófitas o “amantes del fuego”, y aquí aparecen características para la supervivencia vegetativa, la supervivencia reproductiva y la pirofilia. La vegetativa tiene que ver con esas estructuras perdurativas o de perduración a la que se refiere la Profesora Lidia Pérez. El caso del alcornoque, que dio origen a los corchos, es un caso de este tipo, corteza con cámaras de aire para que son resistentes al fuego. El ejemplo más concreto en nuestros ambientes para la adaptación de supervivencia vegetativa es el rebrote a partir de partes subterráneas, como las que vemos ilustradas, raíces, rizomas o tubérculos. La supervivencia reproductiva tiene que ver con la capacidad de producir descendencia aún luego de los peores eventos extremos, como en el caso de la flor de Calliandra. Y la pirofilia, o el amor al fuego, se da en aquellas especies que necesitan del fuego para florecer o para fructificar, o para que sus semillas puedan germinar.
Existe una planta del Chaco Seco de la vamos a hablar en otro artículo, una planta que ha permitido combatir la sed y dar posibilidades de supervivencia a la gente, descubriendo que debajo de la tierra existe un gran cúmulo de agua en una planta muy especial, muy emblemática.
Hablaremos de ella más adelante, pero por ahora agradecer a Lidia Pérez de Molas por facilitarnos estas imágenes y motivarme a escribir sobre estas increíbles adaptaciones de nuestra flora.
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