Nacionales
A través de carta abierta, Napout cuenta lo que ha vivido desde su detención hasta ahora
Juan Ángel Napout. Foto: Archivo.
El expresidente de la Conmebol Juan Ángel Napout, emitió y pidió difusión a través de sus allegados, una carta abierta por la cual explica todos los detalles respecto a sus condiciones de salud desde que ha sido detenido y posteriormente, recluido en los Estados Unidos.
Recordamos que su hermana Virginia Napout dio a conocer el problema ocular por el que atraviesa el exdirigente deportivo. Tanto es así que, corre riesgo de perder completamente la visión.
Napout fue condenado a 9 años de prisión, y debido a que ya tiene cumplido el 60 % de su condena, se le podría reducir el tiempo de permanencia en prisión desde agosto del 2024. Su hermana explicó que él ya trabajó en diversos ámbitos dentro de la penitenciaría, como ser de: cocinero, profesor de inglés, limpiando el patio, y otros oficios, pero lamentablemente por ser extranjero no puede acceder a los mismos beneficios que los ciudadanos norteamericanos, lo que implicaría mayor reducción de su condena.
En caso de obtener la libertad en agosto del 2024, deberá someterse a un proceso de deportación, siendo trasladado a uno de los centros de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, sigla en inglés).
A continuación, transcribimos la carta:
A mis queridos compatriotas:
Ya han pasado 89 meses desde que fui privado de mi libertad en Zurich el 3 de diciembre de 2015.
Estuve casi dos años de prisión domiciliaria, luego un año en una prisión de alta seguridad en Brooklyn y ahora aquí en Miami FCI desde hace cuatro años y medio. Ahora pronto se cumplirán 66 meses en prisión.
En julio de 2020, como es de conocimiento público, contraje el virus COVID-19 y mis abogados solicitaron la liberación compasiva, lo cual me fue negado en dos ocasiones. Pero para alegría de mi coacusado José María Marín de Brasil, a él sí le concedieron la liberación, lo que significó una reducción del 20 % de su sentencia.
A causa del Covid-19, me trasladaron a la Unidad E, donde compartíamos una celda con tres presos, y como tratamiento, nos daban nada más que una tableta de ibuprofeno al día. Gracias a Dios y le doy gracias todos los días, mi tiempo de partir aún no había llegado, así que semanas más tarde volví a mi unidad.
Durante ese mismo tiempo, comencé a experimentar fuertes dolores en mi ojo derecho, y mi vista empezó a nublarse. En pocos días, perdí completamente la visión en ese ojo. Un especialista me examinó y recomendó de inmediato una cirugía en el instituto Bascom Palmer, como también lo confirmó una de las enfermeras.
Lamentablemente, los meses pasaron y no hubo más noticias. En febrero de 2021, el oftalmólogo me examinó nuevamente, esta vez para confirmar los problemas en mi ojo derecho y el hecho de que mi ojo izquierdo también sufría de cataratas y moscas volantes. Este médico también recomendó una cirugía inmediata.
El tiempo siguió pasando y la ayuda médica esperada nunca llegó. El 27 de mayo de 2022 me llevaron a la Clínica Larkin para hacerme un estudio. Después de esperar tres horas, me dijeron que debía regresar en junio porque faltaba un estudio importante, pero no se podía realizar debido a que la máquina estaba rota.
Esperé hasta junio, pero no ocurrió nada, y recién el 17 de noviembre de 2022 me volvieron a llevar a la misma Clínica Larkin, con la promesa de una operación. Sin embargo, después de esperar 4 horas, la doctora de guardia vino y, frente a los dos oficiales que estaban conmigo, me dijo dos cosas: primero, que Larkin ya no realizaba la cirugía, y segundo, que el estudio que debían realizarme tampoco se podía hacer porque la máquina seguía rota.
Lo que hicieron fue recomendar al departamento médico de Miami FCI que me realizaran la cirugía en Bascom Palmer. Inmediatamente, al regresar a nuestro complejo, entregué los documentos al departamento médico, esperando una pronta respuesta.
El tiempo siguió pasando, llegamos a 2023 y todo seguía en silencio. En marzo, desesperado, presenté un BP8 a mi consejero, que es una medida administrativa rogando por la cirugía. Una semana después, fui nuevamente al oftalmólogo y una vez más, de manera categórica, confirmó que tenía visión cero en el ojo derecho y que el izquierdo estaba visiblemente deteriorado. La conclusión que figura en mis registros médicos no admite dudas: tenía que ser operado de inmediato.
En abril, recibí la respuesta a mi BP8, donde se me informaba que se estaba tramitando mi operación, pero todo el mes de abril pasó y llegamos a mayo. Los dolores de cabeza continuaron y, a pesar de que mi familia me envía libros en letra grande, cada vez me resulta más difícil leer, lo cual hago con un solo ojo. La lectura es una de las cosas que me salvaron la vida en este lugar.
Resumiendo, en varias ocasiones se me prometió la operación, pero nunca llego. Mi familia y mis abogados intentaron por varios medios, y también les decían que me operarían, pero el tiempo seguía pasando. Varias de las personas a quienes recurrimos nos decían que no hagamos pública esta situación, que tarde o temprano la ayuda iba a llegar. Otros a quienes rogamos ayuda nos decían que ya no había nada que hacer. Pedimos por cartas, se hicieron cientos de llamadas telefónicas y siempre surgía un «pero» o una negativa de atendernos.
Y fue así que mi familia, en la persona de mi querida hermana María Virginia, decidió hacer pública esta situación.
Llegando a este punto, trato de contener las lágrimas de emoción, porque lo que ocurrió es de público conocimiento y yo no tengo palabras para agradecer a tantas personas que se adhirieron y dieron su apoyo a nuestro pedido. La prensa de nuestro país que nos dio la cobertura y expresó su opinión sobre esta situación y el Senado de la República que pidió que se me dé la ayuda que tanto pedimos, que tanto suplicamos, que tanto necesitamos.
Al pueblo de mi querido país, que, para mí por lejos es el mejor país del universo. Tuve la gracia de Dios de conocer y vivir por un tiempo en varios maravillosos países, pero en mi corazón y mi alma, Paraguay es el país donde quiero ser enterrado. Nuestra gente es buena, solidaria y bondadosa, y la familia sigue siendo el núcleo más importante. Gente que, en todo este tiempo manifestó su afecto a mi familia, gente que ha orado y rezado pidiendo por mi retorno a casa, pidiendo por mi salud.
Por este medio, quiero darles las gracias por recordarme y acompañarnos.
Le pido a Dios poder volver y abrazar a mi querida madre, que con sus 91 años me espera todos los días.
Juan Ángel Napout Barreto
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