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Dionisio Medina: “La Navidad se vuelve un fenómeno para mover la economía”
Sacerdote Dionisio Medina Ovelar. Foto: Gentileza
La Navidad es un buen momento para parar la rotativa de la vida y reflexionar sobre qué hemos hecho en el transcurrir del año. Compartir con familiares y amigos queridos este importante evento para el cristianismo.
Hoy en día, la Navidad está pasando por una transformación natural, si así se la podría describir, pues ya algunas tradiciones se van perdiendo y se van asimilando algunas nuevas.
En este contexto, El Nacional se ha comunicado con el sacerdote Dionisio Medina Ovelar, quien actualmente es el director de la presencia en el Monseñor Lasagna. El padre Medina nos da una pincelada bastante realista del significado de la Navidad en nuestros tiempos modernos; también describe algunos puntos esenciales vinculados a la Iglesia católica.
Se acerca la Navidad, ¿qué representa actualmente esta fecha para los jóvenes paraguayos?
Como salesiano, educador de los jóvenes, percibo en ellos una necesidad profunda de espiritualidad. El reclamo juvenil no es algo que se puede percibir como un grito de protesta pública, sino en sus realidades existenciales. Por ejemplo, la pandemia que hemos vivido en estos últimos años, ha desnudado la pobreza estructural del sistema educativo, ha dejado un número grande de familias en crisis por pérdidas que afectaron su composición. Hay familias empobrecidas por falta de trabajo, aumento del costo de la vida. Esta realidad de pobreza afecta profundamente a los jóvenes y les lleva a vivir en una periferia existencial. Y al no tener herramientas psicológicas ni espirituales para enfrentar dichas crisis, se sumergen en depresiones, desmotivaciones, incluso para la existencia. En este contexto es muy difícil creer en un ser superior. Por tanto, se nota cada vez más, pérdida de fe y pérdida de las manifestaciones de fe (como son la vivencia religiosa de la Navidad). En los países de primer mundo (como EE. UU.), el personaje menos importante es Jesús. Lastimosamente también en nuestro país y por ende en los jóvenes paraguayos, la Navidad se va volviendo cada vez más puro fenómeno para mover la economía. Lógicamente y, para no ser tan pesimista, en las obras donde trabajamos como salesianos (escuelas y colegios) hay muchos jóvenes que viniendo de una familia muy religiosa, siguen manteniendo en sus actitudes una vivencia de fe muy grande.
En mi época de catecismo era un gozo ir a la misa del gallo, ¿se está dejando atrás esta costumbre?
Hay que considerar que con el Concilio Vaticano II, muchas cosas han cambiado dentro de la Iglesia. También, ciertas tradiciones de formas de movilizarse de la gente han cambiado. Ese “estilo tradicional” de que en un pueblo, barrio o compañía éramos todos conocidos, la gente se movía alrededor del párroco (Iglesia) o del comisario del pueblo, etc., hoy ya no existe.
La misa del gallo tenía la intención de celebrar la Eucaristía, tanto de la Navidad como de la resurrección “al amanecer” del acontecimiento. Hoy, la Iglesia quiere celebrar (más al estilo judío) en la primera víspera de lo que se celebra. Así, por ejemplo, la misa dominical ya se celebra desde el sábado de tarde. También la Iglesia tiene en cuenta la celebración familiar de la Navidad. En este sentido, se les da la posibilidad de que vengan a la Eucaristía más temprano, para que después vayan a celebrarla en la intimidad del hogar. En el preconcilio no había misa sino a la mañana, antes de que salga el sol. La misa del gallo tenía también esa motivación. Hoy la misa se puede celebrar en cualquier momento del día.
Hay que aceptar, también, que cada uno añora la época que ha vivido y lo hace con nostalgia. Esto se comprende porque es algo muy humano. Creo que lo importante aquí es que cada uno viva su relación con Dios con cada vez mayor profundidad. Es lo más importante, más allá de las tradiciones que van cambiando.
La invasión de varias sectas en nuestro país ha diversificado la fe de los paraguayos, ¿cuál es el desafío actual de la Iglesia católica ante este hecho?
La experiencia religiosa es una propuesta a la libertad del hombre. La pluralidad religiosa es fruto de ese planteamiento, pero ese interés o necesidad religiosa puede ser manipulada por motivaciones diversas.
Los fenómenos religiosos no son novedad de esta época. Siempre han pululado sectas, movimientos, que han “utilizado” a Dios para obtener beneficios, sobre todo económicos. Es verdad que para mantener una “estructura eclesial” se necesita una organización económica, pero es verdad también que muchas de estas sectas solo aprovechan la realidad antropológica de la sensibilidad hacia lo trascendente. Cuando las personas están viviendo una circunstancia difícil en sus vidas (en la periferia existencial, como llama el papa Francisco), aceptan las propuestas religiosas que les da esperanza, les hace creer que sus problemas serán resueltos. De esto se aprovechan mucho las sectas.
La Iglesia católica sigue proponiendo una vivencia más realista de la vida religiosa. La relación con Dios no es mágica. Dios no te resuelve los problemas que te toca a vos resolver: la salud, el trabajo, la justicia, la honestidad, etc. Sí te dará la fuerza para que con resiliencia puedas enfrentar las nuevas realidades del mundo moderno. En este sentido, precisamente el papa Francisco tiene una doctrina muy realista que exige compromiso con la humanidad: el pacto global educativo, el cuidado de la casa común para una ecología sustentable, la realidad familiar y sus desafíos…
¿El feligrés paraguayo es un católico convertido o solo se percibe como un rito folclórico? ¿Qué nos puede contar de acuerdo a su vasta experiencia?
La Iglesia tiene hoy conciencia del desafío que representa la conversión, el cambio de mentalidad y de actitudes para vivir auténticamente la propuesta cristiana. Existe un catolicismo tradicional, folclórico y superficial que convive con la corrupción, el narcotráfico, la impunidad, etc. Las personas se consideran católicas, pero sin que ese catolicismo se traduzca en verdadero amor al prójimo en servicios concretos en los diversos ámbitos de la convivencia cotidiana: hospitales, oficinas públicas. Los mismos líderes políticos, en su mayoría, se consideran católicos. Paraguay, dentro de Latinoamérica, es el país más católico (en porcentaje), pero también es el país considerado más corrupto.
En las homilías del novenario de la Virgen de Caacupé, los obispos han dicho tantas realidades preocupantes que fueron aplaudidos por los feligreses que estaban presentes y por todos los católicos que han seguido las transmisiones televisivas, incluidas las autoridades. La pregunta es ¿habrá un compromiso de cambiar todas estas denuncias formuladas desde el púlpito y aprobadas con esos aplausos? O pronto nos olvidaremos de estos compromisos de fe para seguir siendo “católicos de Semana Santa…” o de romerías.
Nuestro país está pasando por una crisis sin precedentes, que también afecta la fe y moral de los feligreses, ¿hay algo que se pueda hacer para aliviar esta tempestad?
En realidad, nuestro país ha pasado por tantas crisis desde los inicios de su historia que no hace falta mencionar. Solo que cada crisis tiene su peculiaridad: algunas fortalecen el patriotismo, como las guerras; otras las debilitan y consumen, como las peleas o revoluciones internas. Se dice que los problemas son peldaños hacia la madurez. En este sentido, yo tengo la esperanza y el optimismo, como sacerdote y como educador, que la crisis político-social que estamos viviendo en este momento (y supongo que a eso se refiere la pregunta) tendrá un final feliz. Ahora mismo (sigo hablando como educador) tiene un gran fundamento mi esperanza y optimismo: la “crisis” que ha generado el tema de la “transformación educativa”. La crisis es como cualquier enfermedad: si la tratas bien, le tomas el remedio adecuado, no solamente te curas sino también fortalece tu cuerpo con cierta inmunidad.
Creo que el alivio a toda esta tempestad es precisamente tratar con inteligencia el tema, buscar el camino del diálogo, el consenso. La educación es el mejor camino, porque casi todas las crisis que se generan son consecuencia de la ignorancia. Al hablar de ignorancia no solo me refiero a la falta de conocimiento, también me refiero a la falta de formación (cívica, espiritual). Lastimosamente este tema de la transformación educativa se ha politizado de más y, con pena también digo, que la Iglesia tardó demasiado en darle la importancia que se merece.
La Iglesia tuvo que intervenir en el sonado caso del Plan de Transformación Educativa, ¿cuál es su reflexión sobre esta problemática?
Ya adelanté algo sobre este tema. Se volvió muy polémico, a mi parecer, porque tuvo un mal proceso. No se puede generar un documento sin la participación mayoritaria de los agentes que deben estar involucrados en un tema de fundamental importancia. Tampoco se puede delinear políticas educativas sin un estudio profundo de la realidad de todo el país que, aunque sea pequeño, tiene una variedad y riqueza cultural extraordinaria.
Opino que la intención de este trabajo es muy buena; que es necesario un cambio de paradigmas, pero se debe hacer una profunda evaluación de la reforma de los años 90 y sus consecuencias (positivas y negativas). En la circunstancia actual, hay conceptos que se han vuelto polémicos como los ejes transversales del documento presentado por el MEC: enfoque de derecho, inclusión e interculturalidad. A pesar de que no son términos novedosos, ha generado muchos disturbios sociales porque no hay una buena comprensión y autorizada definición. Han primado las tendencias ideológicas (o de extrema derecha o de extrema izquierda) que frenaron el diálogo y el buen proceso. Al menos puedo decir, también con alegría, que la Iglesia le ha dado mayor importancia y se está reflexionando para dar un aporte sobre el tema.
La relación de la Iglesia con el Estado en nuestro país es muy estrecha, ¿es correcta esta relación para la democracia?
Relativamente ,la respuesta es sencilla: por supuesto que es correcta. En los documentos pos Vaticano II, la Iglesia es sinónimo de “pueblo de Dios”, por tanto la Iglesia está donde está el pueblo y sus realidades. En el documento de Aparecida, el bautizado es “discípulo-misionero”, es decir, aquel que al ser seguidor de Jesús que inicia con el bautismo se compromete por la extensión del Reino de Dios allí donde se encuentra. La Iglesia debe ser la levadura que transforma la sociedad, que renueva y humaniza. En este sentido, debe estar en estrecha relación con el Estado y hacer que este se ocupe por su pueblo. No puede estar ajeno ni callado cuando esto no ocurre. El evangelio que predica, precisamente le exige identificarse con Jesús (defensor de los pobres, los niños, las viudas). Jesús no se callaba ante las injusticias. Ahora bien, si la estrecha relación de la Iglesia con el Estado es para congraciarse con él, a pesar de las injusticias, dicha relación estaría viciada. En este caso no solamente no ayudaría a la democracia, sino sería infiel a su misión.
En estas fiestas se visibilizan casos de soledad, abandono y tristeza, que pueden desembocar en suicidios, ¿cómo la Iglesia se involucra en estas situaciones?
Como ya te darás cuenta, yo trabajo en el campo de la educación escolar. En este año, más evidentemente, hemos vivenciado las difíciles situaciones de los muchos estudiantes: abandono de parte de sus padres, las situaciones de lo que hoy llama la psicología “neurodivergentes” se han multiplicado. Estas realidades hacen cada vez más difícil la convivencia social. Aumenta la criminalidad, la soledad, precisamente porque aumentan los abandonos, la solidaridad y todos esos valores que hacen felices a las personas.
Me pregunta cómo la Iglesia se involucra en estas situaciones… Hay que recordar que Iglesia es Pueblo de Dios, porque tanto,se involucra a través de todos los bautizados en cuyos corazones se despierta el deseo de vivir la Navidad con un sentido solidario.
Ahora bien, si para usted Iglesia es la jerarquía, los pastores, las organizaciones parroquiales… debo decir que tenemos la Pastoral Social que ayuda a una cantidad inmensa de personas vulnerables. Concretamente, la “Presencia Monseñor Lasagna” que cumplió 126 años de servicio educativo en el Paraguay, tiene una obra social que es el Oratorio San Luis. Aquí todos los días del año (no solo en tiempo de Navidad) recibimos a cientos de niños y jóvenes a quienes ofrecemos refuerzo educativo, almuerzo, merienda y un lugar de diversión. Ahora estamos en la actividad educativo-pastoral llamada “colonia de vacaciones” que terminará con un gran campamento en Piribebuy. No podemos resolver todos los problemas, es verdad, pero si todo el pueblo de Dios, bautizados y comprometidos como discípulos-misioneros, nos pusiéramos las pilas y cumpliéramos nuestro compromiso, sí que habría menos pobres, abandonados y tristes.
¿Tendrán una Navidad feliz los niños de la calle? Hay alguna actividad propiciada por la Iglesia?
Nadie puede tener una Navidad feliz en la calle, ni los niños ni los adultos. Es otro problema social que, sobre todo, es compromiso del Estado. Varias instituciones de la Iglesia, hasta hace poco, han trabajado con los niños de la calle. Los salesianos todavía ofrecemos servicio educativo y albergue en la Obra “Don Bosco Róga”, cerca de la terminal de ómnibus de Asunción.
Los niños, los indígenas y todas las personas vulnerables tendrán una Navidad feliz si toda la sociedad trabajamos para darles la oportunidad. Estoy seguro de que solo se es feliz en la medida en que hacemos felices a los demás.
Hablando de Iglesia como organización jerárquica, predicamos desde el púlpito (animados e inspirados en la palabra de Dios) que debemos ser solidarios, hacer que Jesús nazca en nuestros corazones y lo demostremos con nuestras obras. ¿Cuántos son los que escuchan y ponen en práctica estos mensajes? Es una pregunta que cada corazón cristiano podría responder con sinceridad.
¿Un mensaje navideño para las almas paraguayas?
En un momento de su vida, Jesús juzga a su generación (no comprende a su generación, no sabe qué es lo quiere: Mt. 11, 19). Se presenta a sí mismo como el enviado de Dios y maldice a su generación que no ha sabido reconocerle, que malinterpreta sus palabras y sus gestos, acusándole de borracho y pecador. Pero Jesús igual les invita al seguimiento, a que imiten sus acciones, guarden y cumplan sus palabras.
Hoy también nos invita a disponer nuestra mente y nuestro corazón a ese conocimiento de Dios. A vivir la vida desde la confianza y la presencia de Dios en nuestro quehacer diario. A dejar que la Palabra nos ilumine y sepamos discernir lo bueno y positivo desde Jesús. Aceptar ser mansos y humildes, como Jesús, para que Dios pueda enseñarnos y pueda expresarse en nuestras decisiones y actuaciones y llegar a construir el Reino que desde la eternidad Dios tiene diseñado para la humanidad. Hay que estar dispuesto para escuchar a Dios, para que su sabiduría pueda abarcar nuestra pequeñez, y ser conscientes que desde Dios lo podemos todo, pero sin Él somos insignificantes.
El Señor nació en la historia y nace cada día en nuestra vida cuando disponemos nuestro corazón para que su palabra tenga entrada en él. Dios se hace hombre para revelarnos su amor. Quiere que aprendamos a ser hombres de paz, hombres de concordia, hombres honestos.
Que nuestras aportaciones al mundo sean reflejo del bien que Dios quiere para los hombres. Dios desea que ayudemos a construir un Reino de fraternidad, de olvido y repudio de la violencia y la desigualdad. Esa es la voluntad de Dios, que seamos verdaderos instrumentos de su amor en todas las actuaciones y tareas de nuestra vida.
Correo electrónico: [email protected]
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