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Primer cardenal paraguayo: trabajo, objetivos y todo lo que le espera

Nuevos cardenales. Foto: OK

Nuevos cardenales. Foto: OK

Los cardenales, en torno al obispo de Roma, le aconsejan, le ayudan y colaboran con él de diversas maneras. Es fácil reconocerles por su atuendo rojo. Se les conoce como “prelados”, “príncipes de la Iglesia”, “eminencias” o, sencillamente, como cardenales de la Iglesia Católica. Son los colaboradores del papa y hoy el obispo Adalberto Martínez será erigido el primer cardenal paraguayo por el papa Francisco.

El papa pide consejo a los cardenales, en conjunto, o a cada uno individualmente, para que le ayudemos en la labor de gobernar la Iglesia. Igualmente, crea nuevos cardenales en una ceremonia llamada consistorio. Se acercan al papa uno a uno y reciben un nuevo tí­tulo y su bendición. A partir de ese momento, cada cardenal tiene acceso directo al papa y puede solicitar una reunión personal con él.

Fuera de Roma, suelen ocuparse de una diócesis o arquidiócesis. Aunque proceden de diferentes partes del mundo, se reúnen con frecuencia en Roma para estar en contacto con el papa. En sus encuentros le explican los retos y desafí­os a los que se enfrenta la Iglesia en su región y ofrecen su opinión sobre cómo actuar para responder a cada realidad local.

Los cardenales que permanecen en Roma trabajan en alguno de los departamentos de la curia vaticana.

Colegio Cardenalicio

El número de cardenales es relativamente pequeño si tenemos en cuenta la dimensión de la Iglesia universal. El Colegio Cardenalicio está formado por unos 220 cardenales, de los cuales aproximadamente la mitad son electores, es decir, tienen menos de 80 años y pueden votar en un cónclave.

Por eso, el papel de los cardenales electores es fundamental, especialmente, durante los cónclaves porque eligen al papa. Son los únicos que pueden votar cuando se cierran las puertas de la Capilla Sixitina.

El Colegio Cardenalicio es una institución importante de la Iglesia que tiene como finalidad proveer a la elección del papa y ayudarlo en su servicio a la Iglesia de Jesucristo, extendida de Oriente a Occidente. Esta institución como tal no consta en los escritos del Nuevo Testamento, pues su creación es posterior. Pero este hecho no significa que no sea necesaria y que no realice una labor de mucha magnitud.

Historia

La figura de los cardenales es antigua en la Iglesia. En Roma, a partir del siglo V, se dio el nombre de cardenales a los sacerdotes y diáconos principales y luego, a partir del siglo VIII se extendió a los obispos suburbicarios, es decir, encargados de las diócesis cercanas a Roma. Pero desde hace siglos este título se reserva estrictamente a los miembros del Sacro Colegio que tienen la tarea de elegir al papa y forman su consejo.

Los cardenales recordando sus orígenes y también su misión actual, están distribuidos en tres órdenes. Cardenales obispos, cardenales presbíteros y cardenales diáconos, según que sean titulares de una diócesis suburbicaria, de una iglesia en la diócesis de Roma o de una diaconía romana. Todo cardenal, sea cual sea su titulo específico, como obispo, está llamado a tener un espíritu vigilante -tal es la etimología de la palabra griega episkopos- sobre toda la Iglesia y sobre aquella que le ha sido confiada, a ser un anciano (presbítero) que aconseje sabiamente y a ser un servidor (diácono) de Jesucristo, de la Iglesia, de todos los hombres y mujeres de la humanidad.

La razón de ser de los cardenales no es el prestigio o el poder, sino el servicio. El Evangelio nos interpela a todos los cristianos para que nuestras actitudes y actuaciones sean evangélicas. También interpela a los cardenales en el ejercicio de este servicio en ayuda del santo padre, como sucesor de Pedro, en su ministerio en bien de toda la Iglesia.

El papa Benedicto XVI, en su primer consistorio para la creación de cardenales, el 24 de marzo de 2006, expuso la función propia de los mismos. Todo cardenal -dijo- se tiene que convertir en un servus servorum Dei, un servidor de los servidores de Dios. Este -como es sabido- es uno de los títulos del papa. Un título muy bello, muy evangélico, un titulo que san Gregorio Magno tenía en gran estima.

Como dijo Benedicto XVI en una ocasión, “el primer servidor de los siervos de Dios es Jesucristo”. Y después de él, y unidos a él, también lo son los Apóstoles. Y entre estos, de una manera especial, Pedro, a quien el Señor confió la responsabilidad de, una vez convertido, confirmar en la fe a sus hermanos y presidirlos, servirlos y guiarlos en el amor afectivo y efectivo, a ejemplo del Señor.

Los cardenales son, ante todo, como el senado, como el consejo de los ancianos o de los presbíteros que en torno al obispo de Roma le aconsejan, le ayudan y colaboran con él de diversas maneras.

Razón de ser

Aunque el Colegio Cardenalicio es cada vez más una expresión de la catolicidad de la Iglesia, es significativo, a este respecto, que se cuide su arraigo en la diócesis de Roma, significado en el título que se confiere a cada cardenal y que le vincula a una de las parroquias de la Ciudad Eterna, con la única excepción -por decisión de Pablo VI- de los patriarcas católicos de las Iglesias Orientales que tienen como título el de su patriarcado.

Lo que el papa dijo en su primer consistorio se interpreta que es también la sustancia del mensaje: “Que la púrpura que revestís sea siempre expresión de la caritas Christi -del amor de Cristo-, que os impulse a vivir un amor apasionado a Cristo, a la Iglesia y a la humanidad. Esta es la razón de ser de los cardenales. Por eso, en mis primeras palabras a mis diocesanos de Barcelona, les decía que desearía que este nombramiento sea un estímulo para mí y para toda la diócesis, para llevar a cabo con confianza e ilusión el trabajo de la evangelización. La tarea para la que la Iglesia existe y que es su razón de ser es la de ser el signo visible y eficaz de Jesucristo ante el mundo y hacer resonar en la vida de los hombres y las mujeres de hoy, el espíritu y los valores del Evangelio.

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