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Mamá: la heroína por siempre
Justa con una de sus nietas. Foto: Gentileza
No es coincidencia que el día de la enfermera, que se celebra el 12 de mayo, sea tan cercana al día de la madre, que se celebra hoy en todo el país, ya que las madres son en gran parte las primeras en todo: primera en cuidarte, en auxiliarte, en abrigarte y en amarte. Es una de las tantas profesiones de una madre, pero para Justa, de 79 años, también fue su trabajo por más de cuatro décadas, sumado al rol de madre y de jefa de hogar.
Ella, como muchas, es una heroína de la vida real porque no dudó en cuidar sola a sus tres hijas, dentro de una sociedad que todavía miraba a este hecho con recelo, ya que no existió una figura masculina a su lado, pero fue consciente de que con su trabajo lo podía hacer y ser a la vez una gran enfermera recordada por sus pacientes.
Justa tiene tres hijas, Claudia de 54 años, Luisa de 47 y María de 40. Siempre rememora que tuvo a cada hija cada 7 años “cuando pudo”. Y no fueron historias fáciles: su hija mayor nació con asma y hasta ahora debe lidiar con ese problema, pero ella a pesar de sus horas en el hospital siempre pudo estar junto a su hija cuando lo necesitaba.
Su hija del medio, Luisa a los 12 años tuvo un grave accidente por correr tras sus primos; su tía no controló la paila de aceite hirviendo y todo eso cayó sobre el pecho y rostro de su hija. En ese entonces la enfermera se encontraba trabajando de guardia en el Hospital Central del IPS cuando fue notificada de lo sucedido. Acompañó a su hija durante tres meses en terapia intensiva y durante su recuperación, lo cual su hija siempre recuerda porque pasaba mucho tiempo con su mamá y eso era lo único que le importaba.
“Como mamá lo más difícil era estar en turno de noche y no poder estar con ellas. Es súper difícil dejar a tus hijos en casa muchas veces enfermos, y no poder cuidarlos; o no poder asistir a sus eventos en el colegio por estar en turno, que en mi caso era más difícil porque trabajé en diferentes áreas del IPS y allí no se podía salir o pedir permiso, así como así, por las urgencias o pacientes graves que atendíamos”, agrega Justa. Pero también había momentos especiales como las fiestas de fin de año, donde cuenta que sus hijas podían acompañarlas durante su guardia, cenar y pasar las 12 juntas en el hospital.
Historia de lucha
La historia de esta mujer se remonta al 6 de agosto de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial. Nació en el seno de una familia trabajadora formada por su padre Jaime, un jornalero de la fábrica de tanino en la ciudad de Puerto Pinasco, y una humilde cocinera llamada Magin, quien se encargaba de dar de comer a todos los que trabajaban en la fábrica mientras cuidaba de sus 4 hijos (tuvo 6, pero dos fallecieron siendo muy pequeños en ese entonces).
Su vida cambió drásticamente cuando su padre, un asiduo jugador de la lotería, le pegó al gordo de fin de año y llevó a toda su familia de viaje por todo el norte de Argentina, donde todos disfrutaron ese tiempo de calidad juntos, que es lo que más amaba su padre, según recuerda.
Tras el viaje retornaron a su hogar y meses después ocurrió una tragedia: un incendio consumió todo y perdieron la casa donde vivían. Esto impulsó a sus padres a llevar todo y emigrar a la capital donde vivieron en alquileres por meses hasta que su padre logró comprar un terreno en el barrio Manorá y de a poco lograron construir una casa desde sus cimientos, con espacio suficiente para toda la familia. Algunos hijos ya mayores decidieron buscar mejores rumbos hacia la Argentina. Justa decidió terminar sus estudios y acompañar a sus hermanos, pero tras varios trabajos de empleada doméstica en Buenos Aires, La Plata y Mar del Plata, decidió volver a su país y trabajar en lo que realmente siempre le apasionó: ser enfermera.
Fue así que tras los cursos de enfermería que desarrolló junto a su prima Susi, llegaron reclutadores de un hospital a cuadras de su casa, donde siempre requerían de personal de blanco, y le solicitaron a su prima ir a trabajar. “Ella cedió su lugar porque me dijo que no era su vocación y es así como yo ingresé a trabajar ahí. Era mi mayor deseo porque podría estar cerca de mi familia” agregó.
Levantando la voz por las enfermeras
Justa en su época activa no dejó pasar un acto de acompañamiento a las reivindicaciones tanto de médicos como de su gremio de enfermeras, y si se necesitaba dar su voz de apoyo lo hacía aunque fuera tachada de rebelde. “Las reivindicaciones por los derechos laborales de las enfermeras datan de hace muchos años, y me alegra cada vez que veo noticias de que se logra una ley o una nueva reivindicación, es conseguida porque se siente que hicimos un camino”, manifiesta.
“Tengo cada historia con esto, a veces me tildaban de liberal, de zurda, porque no seguía el lineamiento dictatorial del Gobierno en varias cuestiones, pero me mantuve porque mi fe y mi trabajo demostraban que a pesar de los dimes y diretes siempre mi trabajo era mi carta de presentación y mis jefes conocían eso”, agrega.
Ahora ya se retiró con una jubilación total, pero sigue levantando la voz si es necesario por sus compañeras jubiladas que siempre son menospreciadas o olvidadas en muchos casos por sus cabellos de plata, aunque los de ella con sus 79 años no aparecen en su totalidad.
Con 9 nietos y 3 bisnietos, su vida es tranquila y relajada, pero siempre está atenta a las noticias y es la primera con las primicias porque se duerme y se despierta con la radio encendida. Lejos de las nuevas tecnologías disfruta de su diario que le llega todos los días con su canillita y le gusta mucho leer, tanto que su pieza es un santuario de libros, desde García Marquez, Allende y Roa Bastos, entre miles de otros que los devora con gusto.
Solo desea que la juventud valore a los que estuvieron antes y que puedan tener un respeto por los mayores. “Se olvidan fácilmente de todo lo que los de nuestra edad hicimos y espero que se den cuenta que solo nuestra edad ya nos da la suficiente valía como para exigir respeto: desde asientos en los colectivos, en las filas o en cada hogar. Seguimos siendo personas y es lo único que exigimos. A todas las abuelas como yo, deseo que puedan brindar todo el amor que a veces faltó a sus hijos ahora a los nietos, porque son esos amores que vuelven y son tan especiales como un hijo”, finaliza.
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