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Cirugías reconstructivas: El ejemplo de Sandra para superar adversidades
Sandra Gómez es profesora. (Foto Gentileza).
Sandra Gómez (42), tenía solo 2 años cuando un terrible accidente le cambiaría el rumbo a su vida. Un pequeño descuido le dejó cicatrices que a partir de entonces la acompañarían en todo momento. Recuerda que estaba jugando con una de sus hermanas, cuando de repente resbaló muy cerca del brasero sobre el cual reposaba una pava con agua hirviendo, y volcó completamente sobre ella. Tras esto, Sandra pasó por varios años de tratamiento, y desde los 18 años se viene realizando cirugías reconstructivas. Hasta hoy ya entró 20 veces al quirófano.
“Me resbalé y al caer me agarré de la manija del brasero y la pava sobre mí”, recordó en entrevista con El Nacional. Comentó que se quemó parte de la cara, el pecho, brazo y antebrazo. “Mis padres me socorrieron, me llevaron en lo que en ese momento era el Hospital Regional de San Lorenzo (ella es sanlorenzana) y ahí el gran error del médico que me atendió, que no tenía los conocimientos que requiere este tipo de situaciones, es que me enyesó y eso empeoró las heridas”, comentó.
“Estuve 15 días así, y como mi papá veía que lloraba mucho cortó una parte del yeso y vieron que la herida estaba fea. Se asesoraron, me llevaron al Hospital del Quemado que en ese entonces estaba en Areguá y lo más tedioso para mis padres fue que los médicos querían llevarles presos porque pensaron que ellos me enyesaron en la casa. No podían creer que un profesional hiciera eso”, continuó.
Fue allí entonces que su padre, el señor Aproniano Gómez (actualmente ya fallecido), tuvo que acudir a los vecinos para que atestiguaran ante los médicos que pretendían querellarlos. “Ellos confirmaron ante los médicos que fue un médico el que hizo eso y allí creyeron”, explicó.
La piel debía ceder
Sandra iba y venía del nosocomio constantemente desde ese momento, pues debía seguir un estricto tratamiento de recuperación. A los siete años, el doctor le había dicho que su tratamiento llegaba a su fin ya que, con el tiempo, debía ir cediendo la piel de forma natural. “Recuerdo que en ese momento el doctor me dijo que, si quería realizarme las cirugías reconstructivas, podría hacerlo al cumplir los 18 años, pero que si la piel se estira no sería necesario, lamentablemente la piel no se estiró y fue a consecuencia del yeso que me pusieron”, agregó.
Cumplió la mayoría de edad y empezó su largo pasar por los quirófanos. No hace mucho, Sandra se realizó su cirugía número 20. Sostiene que todas fueron hechas en el Hospital del Quemado. Tiene 18 procedimientos en el rostro y 2 en los senos. Sandra explicó que estas cirugías le permiten desenvolverse mejor y no sentir tanto dolor en las cicatrices.
“Me causan muchas dificultades las cicatrices, ya que mi piel no cedió. Arde mucho en el calor, en el invierno duele. Esas cirugías que yo me hice no son por estética, son reconstructivas, me ayudan a tener una mejor calidad de vida. Una de las que me realicé, por ejemplo, fue en el rostro izquierdo y eso me permite hablar bien y pronunciar las palabras mejor porque antes se me estiraba todo. Yo la verdad que todavía debo pasar por muchas otras cirugías reconstructivas”, mencionó.
Una cuestión que dejó muy clara es que las personas que sufren quemaduras, especialmente las que fueron de alto grado, tienen serios problemas de piel y deben cuidarse del calor o del frío extremo. Viven con cremas y medicamentos que ayudan a aliviar las picazones y dolores que causan las cicatrices.
Positivismo en medio de la adversidad
Relató que lejos de acomplejarse o reclamar por la situación que le tocó asumir, decidió enfrentarla con la mejor onda posible y con mente positiva. Además de ser docente de niños de Educación Inicial, Sandra lleva a cabo un voluntariado en el Hospital del Quemado, donde acostumbra a llevar alegría a niños y adultos en ocasiones especiales, como en estas fiestas o en Reyes.
“Somos un grupo de voluntarios que trabajamos en el Cenquer para llevarle un mensaje de esperanza a esas personas. Le rodeamos de gente que pueda saber lo que ellos sienten, somos empáticos y les damos un momento de distracción y agasajo”, señaló.
Antes de la pandemia, realizó un voluntariado en el nosocomio. Iba a dar clases tanto a niños como a adultos los sábados y domingos. En el caso de los adultos, de acuerdo a sus relatos, se los veía muy entusiasmados porque muchos eran analfabetos y aprendían a leer y a escribir. Con la llegada de la pandemia, el servicio que realizaba terminó, pero a partir de allí surgió la idea de plantear un proyecto en el Congreso para establecer un aula hospitalaria.
“El doctor Balmelli, que es el director del Quemado, me dijo que le gusta mucho a la gente el tema de la enseñanza en el hospital y ahí yo preparé el proyecto con ayuda de técnicos. La infraestructura ya está, falta la parte del MEC, que aprueben allí, ajustar el proyecto al Quemado y esto pasaría al Congreso, probablemente en el año 2022”, sostuvo.
Aprovechó la oportunidad para destacar lo mucho que se pudo avanzar en cuestiones de medicina, ya que los tratamientos son más modernos y menos dolorosos. “En mi época recuerdo era en ‘secoite’ las curaciones, ahora te ponen anestesia para poder hacerte curación. Lo más importante es la calidad humana de los médicos del Cenquer, eso no se puede dejar de resaltar”, finalizó.
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