Nacionales
Una segunda oportunidad
La familia Cuellar Portillo agradece a Dios la segunda oportunidad que le dio en esta vida. (Foto: Gentileza)
La Navidad y la fiesta de fin de año son momentos en que lo pasado se hace presente. Suele suceder que, cuando nos reunimos año a año con la misma gente, tal vez con la totalidad de la familia, notemos que compartir esos momentos de unión y encuentro es algo maravilloso.
Y son muchos los que este año estarán presentes luego de batallar y vencer al Covid-19 tras varios días en ese lugar más silencioso que se puede encontrar en una clínica u hospital: la unidad de terapia intensiva. Todos ellos tienen sus historias, sus momentos. Pero todos coinciden en algo: “La vida nos dio una segunda oportunidad”.
Doña Dominga Portillo (56) es la encargada cada año de hacer la cena en Navidad y Año Nuevo en su casa, ubicada en Fuerte Olimpo, departamento de Alto Paraguay. El que adorna la casa con las luces navideñas es su marido, don Aurelio Cuéllar (61). Este año, pasar las fiestas juntos es algo más que especial para esta pareja que lleva más de 36 años de casados. Son unos de los tantos guerreros que ganaron una dura batalla contra el coronavirus allá por mayo de este año. “La vida nos dio una segunda oportunidad y sentarnos en la mesa en estas fiestas junto a mi marido y mis hijos es solo gracias a Dios”, comentó a El Nacional doña Aurelia, quien estuvo 22 días en terapia intensiva en el Hospital de Pedro Juan Caballero.
“Ambos ingresamos juntos al hospital, yo me quedé más tiempo, y estas fiestas serán muy emotivas porque Dios nos regaló la dicha de seguir aquí”, resaltó don Aurelio, quien estuvo internado por 45 días. “Tener a mis padres aquí emociona mucho, porque pasamos momentos realmente difíciles. Que estén a mi lado hoy es un milagro, ganaron aquella batalla como verdaderos campeones”, dijo Simeón, uno de los hijos de la pareja.
Por su parte, Édgar Riveros (44), estuvo 50 días internado en el hospital del Ineram, de los cuales 16 los pasó intubado en la unidad de terapia intensiva. “Cuando entrás ahí sos consciente de que puede pasar cualquier cosa. Cuando salí, solo abracé a mis seres queridos. No dejar la silla vacía en estas fiestas es reconfortante. Poder besar a mi esposa y a mis hijos no tiene precio”, dijo el hombre que vive en San Lorenzo. “Pero, a la par, en medio de la alegría que suponen las reuniones familiares de fin de año o Navidad, habrá otras personas que no tendrán ganas de reunirse ni de festejar. El solo pensar que esa persona querida ya no compartirá la mesa con ellos por culpa de este maldito virus me entristece, porque yo sé lo que se pasa”, agregó.
Pedido de reflexión
“Siempre se dice que la Navidad es un momento para reflexionar, y eso es lo que tenemos que hacer. Pensar y reflexionar acerca de la vida, de esta pandemia. Hacer caso a las autoridades sanitarias, respetar los protocolos. Ya no quiero pasar por eso que pasé y tampoco que alguien más pase por lo mismo”, dijo Riveros.
“Que estas fiestas sirvan para que la gente valore más aún lo que es estar en familia, compartir con los seres queridos lo más que se pueda. Los que pasamos por estos momentos complicados valoramos doblemente eso”, sostuvo Simeón.
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