Nacionales
Los ka´i, nuestros parientes más cercanos en la naturaleza
Alouatta caraya macho o mono aullador macho. Foto: Tatiana Galluppi
Alberto Yanosky
Con la colaboración de Rebeca Irala y Tatiana Galluppi
En Paraguay contamos con cinco especies de monos o primates nativos registrados y documentados. En realidad, son (somos) seis, ya que nuestra especie, Homo sapiens, está dentro de este grupo. Los monos se encuentran en el mismo arreglo que le hemos dado los humanos a la ciencia de los seres vivos, lo que denominamos taxonomía, en el mismo grupo (que lo conocemos como orden), en donde nos encontramos también nosotros, los seres humanos.
Los primates o monos se encuentran estrechamente relacionados con los bosques presentes en el país, tanto en la Región Oriental como Occidental, debido a sus hábitos arborícolas. Principalmente, se alimentan de hojas, frutas y flores, aunque no descartan algunos insectos y otros invertebrados. Generalmente, son más activos durante el día y se caracterizan por sus cualidades sociales, además de poseer la capacidad de manipular con las manos diversos elementos y contar con una quinta extremidad, la cola prensil. Las destrezas con las manos son similares a las nuestras. Los humanos hemos perdido la cola, mientras que ellos la han desarrollado como una extremidad adicional.
Una de las especies de mayor tamaño en América es el Karaja, mono aullador (Alouattacaraya) o mono negro y dorado, siendo muy probable encontrarlo en bosques altos o islas de bosques. Los individuos se diferencian por la coloración, principalmente. Así, los machos son negros, las hembras de un color pardusco, bayo o amarillento, y los juveniles similares a las hembras. Viven en grupos compuestos por un macho dominante y territorial, emiten potentes bramidos ante la presencia de alguna amenaza o al amanecer, y el tamaño de la tropa puede variar entre 5 a 19 individuos. Si bien es arborícola, es una especie a la que se puede ver deambulando por el suelo para movilizarse de una isleta de bosque a otra. Es una especie muy conocida, pero, debido a la modificación de su hábitat, en muchas localidades ya se poseen escasos registros. Además, se encuentra en el Apéndice II de CITES, lo que indica que existe un comercio relacionado con esta especie.
Tal vez, la especie más conocida de monos es el Ka’i Paraguay o capuchino (Sapajus cay), algo que la convierte en una de las principales víctimas del mascotismo. Su característica física más llamativa es que presenta una “capucha” negra o pardo-oscura que se extiende hasta sus mejillas. Tiene hábitos diurnos y se desplazan en tropas de 8 a 20 individuos en todos los estratos de los bosques húmedos de la Región Oriental. Tiene la capacidad de bajar al suelo y moverse en cuatro patas. Son bastante sociables, con la capacidad de manipular alimentos u otros objetos. Esta es la especie que solemos ver a la venta y no deberíamos fomentar este hábito, ya que afectamos a esta especie y sus poblaciones en vida silvestre, descontando los malos tratos y la falta de bienestar a la que son sometidos para lucrar con su venta.
La excepción a los hábitos diurnos es el Mirikina o ka’ipyhare (Aotusazarae), que suele estar más activo por las noches de luna llena (también posee patrones mixtos, ya que en invierno o en días nublados es más activo durante el día). Su principal marca de identificación son los ojos muy grandes, que son producto de la adaptación a la visión nocturna, los cuales se encuentran enmarcados por dos manchas claras sobre sus ojos. Durante las noches, se desplaza por el estrato medio de los bosques dando grandes saltos, utilizando la cola como balancín. Mientras que, durante el día, se refugia en huecos de árboles para descansar. Esta especie se encuentra en el Apéndice II de CITES, indicador del comercio al que están sometidas sus poblaciones.
Recorriendo los bosques de transición del noreste del Chaco, cerca de la ecorregión del Cerrado, podemos encontrar al ka’i eléctrico (Mico melanurus), especie con una distribución restringida a esta zona del país y considerada la única especie del género Mico distribuida fuera de la selva amazónica. Este característico primate se distingue por su coloración marrón oscura y la cola larga negruzca. Posee las orejas y parte del rostro desnudos. Dicha limitación, sumada a la pérdida del hábitat por cambios del uso del suelo en la región, posicionan a la especie en estado vulnerable, como categoría de conservación a nivel nacional e internacional. Esta es una de esas especies que solo se la puede encontrar en lugares particulares del territorio nacional, una de estas joyas de la naturaleza que deberíamos conservar con eficiencia y eficacia.
Finalmente, en los bosques húmedos y ribereños del Chaco paraguayo, nos encontramos con el tití chaqueño o ka’iygáu (Plecturocebuspallescens). Su nombre en guaraní está relacionado con su presencia cerca de cuerpos de agua. Este monito de coloración gris parda puede medir hasta 36 cm. Se lo detecta fácilmente al amanecer gracias a sus constantes vocalizaciones, momento en el cual abandona su refugio para iniciar su actividad. Se encuentra casi amenazado (NT) a nivel nacional debido a la pérdida de hábitat por el cambio de uso de suelo de bosques a actividades agrícolas.
Al estar tan emparentados estos primates con nosotros, son muy carismáticos, por lo cual son una de las principales víctimas del tráfico ilegal de especies para el mascotismo, otra de las principales amenazas, junto con la pérdida de hábitat, que atentan contra la continuidad y viabilidad de sus poblaciones. Si queremos seguir teniendo a estos parientes nuestros recorriendo y jugando dentro de los bosques, debemos tomar medidas relacionadas con su protección y conservación, a través de la educación ambiental, así como también dejando de ser parte de la cadena de comercialización de estas especies. Estudiar su comportamiento y sus hábitos no solo nos ayuda a conservarlas, sino a entender nuestros mismos comportamientos. Quien haya mirado fijamente a los ojos a uno de estos monos o primates que se encuentran en cautiverio, podrá haber sentido lo que trasmite su mirada cuando los colocamos tras las rejas, con el solo fin de satisfacer nuestras extrañas necesidades.
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