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Tiene vocación de mecánico automotriz y busca reinsertarse a la sociedad

Se llama Diego, tiene 38 años y está privado de libertad desde hace nueve. Foto: Gentileza.

Se llama Diego, tiene 38 años y está privado de libertad desde hace nueve. Foto: Gentileza.

Se llama Diego, tiene 38 años y está privado de libertad desde hace nueve. Hoy tiene montado su taller en la Granja Penitenciaria Ko’ê Pyahu y es calificado como un mecánico capaz y de confianza por funcionarios penitenciarios y clientes externos que le acercan sus vehículos para reparación.

Con fuerzas e involucrado en su trabajo, está en pie muy temprano para arrancar a las 7. Han sido muchos años de esfuerzos y de dinero prestado para levantar un galpón chico de taller y comprar lo imprescindible en juegos de herramientas, enrollador mecánico, guinche pluma, combo compresor-soldadora y piedra esmeril. El día en que fue realizada la nota, tres autos aguardan el turno para alguna reparación de tren delantero, mantenimiento, o hasta bajada de motor, todo a mitad del precio de afuera, y eso puede entretenerle hasta las 21 horas.

“Desde muy pequeño papá decía que tenía la vocación de mecánico, y así fue. Bastaba mirar mi habitación convertida en un desarmadero de mis autitos de juguetes, que era lo que me gustaba porque siempre me costó leer y apuntar en clase; yo llegué hasta la primaria”, confiesa el destacado.

Empezó limpiando piezas mecánicas a los 10 años en el taller mecánico del señor Ortiz, ubicado en el antiguo vecindario sanlorenzano de Kokuere donde creció, allí le hicieron sentir como uno más de la familia y hasta pudo ganarse una platita que llevaba a la casa donde era contenido por el amor de sus padres, un camionero repartidor de carbón y una costurera hacendosa de barrio.

Con fuerzas e involucrado en su trabajo, está en pie muy temprano para arrancar a las 7.

Apenas había cumplido los 18, cuando se graduó como flamante mecánico automotriz con especialidad en vehículos nafteros y diésel, a través del Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP); el título le valió de aval para acceder como pasante público haciendo de mecánico de vehículos y maquinarias de porte. Estaba convertido en un joven prometedor con un futuro encausado, hasta que eligió un mal camino que acabó costándole 18 años de condena y tuvo que empezar de cero tras las rejas.

Ahora puede volver a poner los autos a punto y hasta está capacitando a un camarada con los secretos de mecánica de su experiencia. El curso de refrigeración mecánica tomado del SNPP a través de un programa de reinserción del Ministerio de Justicia, le es igualmente útil arreglando desmalezadoras, motosierras y tractorcitos agrícolas de uso en el sitio.

Al finalizar, Diego comentó de sus planes. “Hace 28 años comencé esta profesión, pero trunqué mi carrera, lo que no cambió es mi pasión de mecánico. Voy a volver a salir adelante y abrir mi espacio, se va a llamar taller “De los amigos”, como le prometí a papá antes de morir. Yo estoy viudo, pero doy todo por mi hija que quiere ser veterinaria; le estoy pagando sus gastos, ella tiene que llegar alto”.

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