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Héctor Acuña, psicólogo: Pandemia, vacío existencial y oportunidad de cambio
Héctor Acuña, psicólogo. Foto: Gentileza
Más allá de los trastornos emocionales provocados por la pandemia de Covid-19, con sus medidas restrictivas y su correlato de crisis económica, esta es “una oportunidad tremenda para reaprender y generar cambios de actitudes”, sostiene el psicólogo Héctor Acuña.
Tenemos una educación muy hedonista, que nos enseña que el mundo está hecho solo para el placer, la belleza, la salud, el éxito; no nos educan para entender que la vida no es solo eso, sino que también es compromiso y estoicismo.
El terapeuta afirma que frente a las reacciones más comunes en estos tiempos, como el miedo, la ansiedad y la depresión, “no tenemos que dudar del valor de la vida y de nuestro poder de decisión con lo que pueda surgirnos adelante. Hay cosas imprevisibles, pero no por eso podemos ni debemos renunciar”.
Opina que “tenemos una educación muy hedonista, que nos enseña que el mundo está hecho solo para el placer, la belleza, la salud, el éxito; no nos educan para entender que la vida no es solo eso, sino que también es compromiso y estoicismo.
“La humanidad está como está, no porque haya eludido las dificultades. El ser humano salió de las cavernas porque sufría incomodidades, y mirá hasta dónde llegamos. Tenemos que rescatar la grandeza humana”, dice.
Fatalismo
Acuña es docente en la carrera de Psicología de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Fue director de los consultorios habilitados hace 16 años en la sede universitaria de la Facultad de Filosofía, en Sajonia, que surgieron ante la necesidad de que los estudiantes pudieran realizar sus prácticas de campo y se han convertido en una alternativa terapéutica muy accesible.
La pandemia ha profundizado más algunas alteraciones: estados de pánico, agresividad, depresión, ansiedad, miedo, y también una variable de comportamiento a la que anteriormente no se daba mucha importancia: el vacío existencial.
El psicólogo indica que las alteraciones psicosociales son comunes. Cuestiones como la ansiedad, los trastornos del sueño, los problemas anímicos, la depresión, e incluso las crisis suicidas, son parte del menú de trastornos en cualquier época.
“Sucede que ahora la pandemia ha profundizado más algunas alteraciones: estados de pánico, agresividad, depresión, ansiedad, miedo, y también una variable de comportamiento a la que anteriormente no se daba mucha importancia: el vacío existencial, que hace que las personas tiendan a reaccionar con hastío”, describe. “Hay una especie de fatalismo en todo esto, parece que todo es negativo, que no hay nada positivo, que estamos viviendo los últimos tiempos”, dice.
Para Acuña, lo que estamos viviendo “es una actitud existencial provisional, la sensación de que nada es permanente, de que en cualquier momento podemos dejar de existir, lo que lógicamente conlleva miedo, amargura, frustración”. Dice que tampoco estas emociones son nuevas, ya que “la problemática del siglo XXI es existencialista, porque tenemos todo, pero no es suficiente”.
El valor del vínculo
Al igual que sus colegas, Acuña dice que observó en estos tiempos de pandemia un aumento de la demanda de terapia en su consultorio, casos relacionados con las alteraciones emocionales mencionadas.
Como abordaje, indica que ha optado por “un enfoque de auto distanciamiento” en la terapia con sus pacientes. “Observar el síntoma, generar cierto espacio entre su yo y el problema, empleando también técnicas de relajación para que el individuo pueda generar una distancia entre el estímulo en sí y él mismo”, explica.
Para los hombres no resulta fácil (…) Reconocerse débil no es una tarea tan sencilla, tenemos una cultura muy masculinizada.
Cuenta que muchos de sus nuevos pacientes son parejas cuya relación ha sido llevada a terrenos conflictivos por la pandemia y su largo confinamiento. “Pareja ideal es la que no se ve mucho”, ironiza el terapeuta.
Sostiene Acuña que si antes de la emergencia por el coronavirus, por cada diez mujeres que decidían hacer terapia se encontraba un hombre, hoy la demanda se reparte de manera más equitativa entre ambos géneros.
Sostiene que, de todas maneras, las mujeres son más abiertas a la hora de confrontar lo que sienten. “Para los hombres no resulta fácil, sobre todo si la consulta es por problemas de pareja, ya que hay un Narciso masculino que condiciona la sinceridad. Reconocerse débil no es una tarea tan sencilla, tenemos una cultura muy masculinizada”, explica.
Finalmente, asegura que “la convivencia es la clave del vínculo” y que “enfrentamos un condicionamiento muy severo y, evidentemente, no hemos aprendido a encontrarnos de manera más permanente y descubrir el significado del vínculo, que es la compañía, el encuentro”.
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