Nacionales
Parábola de los talentos
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco.
El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.” Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.” El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.”»
(Evangelio según san Mateo 25,14-30; XXXIII Domingo del T.O., fiesta de los santos Roque González, Alonso Rodríguez y Juan del Castillos. Presbíteros y mártires del Paraguay)
El relato pertenece al grupo de parábolas centradas sobre el tema de la vigilancia y de la perseverancia (Mt 24,45—25,46), actitud que deben caracterizar a los creyentes en la espera de la venida del Hijo del hombre. La circunstancia que pone en movimiento el relato es la partida del patrón, el cual confía sus bienes a sus siervos (v. 14). La distribución del dinero se realiza de manera diversificada. El patrón consigna al primero cinco talentos, al segundo dos, al tercero uno (v. 14). Solamente el primer evangelista tiene el cuidado de observar que la diferencia de la suma confiada no es un signo de discriminación sino está en relación con la capacidad de cada uno. La partida del patrón coincide, por tanto, con el inicio de la responsabilidad de los siervos.
Mientras los dos primeros se empeñan para invertir el dinero recibido duplicando la suma inicial (vv. 16-17), el tercero oculta el talento bajo tierra (v. 18), escondite usado en la antigüedad para los tesoros (Mt 13,44). El diverso comportamiento en la inversión del dinero prepara la escena del encuentro entre el patrón y los siervos en el que solamente los primeros dos serán premiados, mientras el tercero será negativamente sancionado.
El retorno del patrón no acontece inmediatamente sino después de mucho tiempo (v. 19), elemento que se halla también en las parábolas de los dos siervos (Mt 24,48) y de las diez vírgenes (Mt 25,5), con la función, en el interior del relato, de verificar la fidelidad. El retardo o el retorno después de largo tiempo, de hecho, es el motivo de una mayor responsabilidad y conciencia. La venida del patrón constituye el momento del discernimiento. Los primeros dos diálogos (Vv. 20-21.22-23), mediante los cuales se rinde cuenta, son perfectamente simétricos. De hecho, cada uno de los siervos presenta la situación económica, demostrando haber duplicado el capital que se le ha confiado. Estos son alabados con la misma calificación de “siervo bueno y fiel”. Los primeros dos siervos reciben ya sea una mayor responsabilidad, ya sea la invitación de entrar en el “gozo” del patrón, sinónimo de la comunión con él.
El tercer siervo, en vez de presentar sus ganancias comienza a justificarse exponiendo la personalidad del patrón, “el cual –según el tercer siervo- recoge donde no ha sembrado” (v. 24). Con la excusa del temor de perder también aquello que le había sido confiado, en vez de fructificar el dinero, lo esconde (v. 25). El siervo se auto condena en el momento mismo en el que intenta auto justificarse, proyectando su temor y su angustia en la imagen del patrón que se ha dibujado. Él no ha asumido aquella responsabilidad que el patrón le había confiado sino ha conservado aquel dinero como algo que no le pertenecía, a los efectos de restituirlo sin arriesgar nada. En la respuesta, el patrón no discute la opinión del siervo sino le reprocha porque precisamente en base a esas notas trazadas sobre la personalidad del patrón tendría que haber tenido un diverso comportamiento en la administración del dinero (vv. 26-27). Él no ha hecho nada malo, pero no ha correspondido a las expectativas de su patrón (he aquí la grave responsabilidad!). El siervo, al cual se le quita el dinero para ser consignado a su colega que ya tenía diez talentos (v. 28), es expulsado (v. 30).
La frase: “A quien tiene se le dará y estará en la abundancia; pero al que no tiene le será quitado aún aquello que tiene” (v. 29) ya aparece en este evangelio como comentario de la doble actitud de los discípulos y de las multitudes en relación con la comprensión o no de las parábolas (Mt 13,12). El principio, que a primera vista parece injusto, en realidad pone en evidencia de qué manera en el seguimiento hay un “progreso” en la relación Jesús-discípulos: Cuando más disponible está el discípulo y permanece cada vez con mayor fidelidad al maestro se intensifica todavía más y se profundiza la comunión con él.
El reproche se transforma en destino y, mientras los siervos fieles reciben el encargo de administrar muchos bienes del patrón, aquel que fue atrapado por el temor – por lo que no invirtió el dinero que se le confió – resulta expulsado de la presencia del patrón. La parábola concluye con una frase típica de san Mateo: “Allá será el llanto y el estridor de dientes” (v. 30) que pone de relieve el destino de infelicidad y de condena de quien no ha sabido corresponder a las expectativas de su patrón.
Brevemente: En esta parábola de los talentos, Jesús nos advierte que se nos pedirá cuentas no de lo que se confió a otros sino a cada uno de nosotros, según nuestras capacidades y actitudes y acciones. Por eso, no es correcto ni necesario compararnos con los demás; lo que ciertamente debemos cuestionarnos consiste en examinar si hemos empleado bien los talentos que el Señor nos encomendó para bien de su reino y de su proyecto de salvación.
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