Nacionales
Educación y abuso sexual infantil
Alan Redick
Cuando hablamos de menores de 18 años ya nos topamos con las primeras controversias, especialmente en lo que respecta a la edad núbil. Es verdad que en el pasado la edad núbil era tan solo de 15 años. De hecho, la fiesta de quinceaños no eran más que un rito de paso, en el cual la doncella era introducida a la sociedad como una mujer en edad núbil. Hoy en día continuamos con el rito, pero no creo que ningún padre piense ni considere el sentido originario de ese festejo.
De cualquier modo, existen todavía quienes no consideran tanta gravedad el sexo con chicas de 17 años, aunque el 20 % de los embarazos en Paraguay son de adolescentes. En lo que creo, y espero, que no exista controversia, es cuando hablamos de abusos de niños menores de 13 años. Las cifras que se tienen hoy día de estos casos de abusos son alarmantes.
Según la revista The Guardian (julio, 2018), de acuerdo con los datos de Amnistía Internacional, 634 niñas, de entre 10 a 14 años, tuvieron hijos el 2016, aunque la cifra del 2014 fue de 699. Según los datos del gobierno, los casos de abuso sexual de niños van en ascenso, de 2.196 casos reportados en el 2015, a 2.461 casos en 2017. Con el encierro de esta pandemia todo parece indicar que ese número irá aún más arriba.
Obviamente los programas implementados por los últimos gobiernos no funcionan.
Sintomatología común del abuso sexual infantil
Aparte de los problemas fisiológicos, como el embarazo indeseado o enfermedades de transmisión sexual, las secuelas psicológicas que pueden dejar los abusos sexuales en niños pueden tener consecuencias durante el resto de la vida del abusado.
Las sintomatologías psicológicas más comunes son: depresión (a veces suicidio); ansiedad; culpabilidad y vergüenza; disociación emocional, lo que puede llevar a conductas compulsivas y adicciones. Inseguridad y necesidad de control; masoquismo y sadismo; crisis de identidad sexual.
También son muy frecuentes, ya en la etapa adulta, que los sobrevivientes presenten una incapacidad para la intimidad emocional, lo que los lleva generalmente a tener varios problemas en sus relaciones interpersonales, y lo cual comúnmente se intenta compensar con una alta frecuencia de relaciones sexuales compulsivas de riesgo.
En EE. UU se prefiere no utilizar el término ‘víctimas’, ya que, aunque el término exculpa y revela una actitud pasiva frente al agresor, también victimiza y crea una condición o tendencia a definir a uno bajo ese término. El término preferible es ‘sobreviviente’, el cual sigue denotando la falta de culpabilidad, pero genera ya un proceso de avance que lo lleva hacia un estado de superación, y no lo deja en un estadio de victimización.
Educación sexual
La solución que pretende dar el gobierno bajo la presión de algunas ONG es de implementar programas educativos.
Por supuesto, los niños deben tener una educación sexual en las escuelas, pero no una educación de sexualidad. En este aspecto, la potestad de los padres debe ser respetada, ya que la sexualidad involucra un campo primordialmente moral.
Una educación sexual mal presentada puede resultar incluso más peligrosa. Es bueno que los niños no dejen de ser niños, y no pierdan tan tempranamente su inocencia. Ciertas campañas educativas empiezan ya a los 5 años, y la experiencia puede resultar ser bastante traumatizante para un niño. ¿Cómo se le explica a un niño o una niña de 5 o 6 años que pueden ser objetos de abuso de sus padres o parientes? ¿Cómo volverán a mirar a sus padres después de esa ‘educación’?
No hace mucho se hizo viral un video de un experimento social (“Child Abduction”), en el cual Joey Salads iba a las plazas donde jugaban los niños y hablaba con las madres para decirles que él podía convencer a sus hijos para que vayan con él y les explicaba que era un experimento social. Las madres estaban convencidas de que sus hijos no caerían en la trampa, ya que habían hablado con ellos en numerosas ocasiones sobre no hablar con extraños. Acto seguido el joven sacaba un perrito y sin ningún problema se llevaba a los niños uno por uno. Conclusión, los niños serán siempre niños y deben ser siempre protegidos.
Ante todo, hay que recordar que los niños son las víctimas, eso quiere decir que reciben la acción y no son culpables. A los que se debería “educar” es a los adultos, y “CASTIGAR” a los depredadores.
En estudios que se han hecho con niños que han sido abusados en instituciones católicas por curas, el patrón común de la totalidad de ellos no fue una falta de educación o de información; el alto sentimiento de culpabilidad revelaba que ellos sabían que estaban haciendo algo malo, pero que se sentían sin poder para evitar el abuso o denunciarlo. En muchos de ellos ese sentimiento de culpabilidad y el deterioro de la autoestima hicieron que los abusos sean repetidos y sistemáticos. Es más, muchas de las víctimas no pudieron hablar sobre el tema con nadie hasta que pasaran décadas.
Otro error terrible que se viene cometiendo es el creer que este es un problema de género. Es verdad que las estadísticas revelan a las niñas como el mayor número de víctimas; pero justamente, esas campañas que se promueven contra el abuso de niñas hacen que los padres de los varoncitos abusados prefieran callar la violación, ya que el estigma que acompaña a los varoncitos abusados es mucho más negativo. Las campañas deben atacar al crimen y no enfocarse nuevamente en las víctimas, pues el daño que se hace con ello es inmenso.
Los chicos, en edad apropiada, deben aprender sobre la magia de la reproducción desde una perspectiva biológica, no moral. Sería totalmente inmoral dar la charla sobre el sexo, las enfermedades de transmisión sexual y el uso de condones a niños de 9, 10, 11, 12… años. Es verdad, vivimos en un mundo altamente sexualizado, y la evidencia muestra que desde muy temprana edad muchos niños son presas de depredadores sexuales. Pero el daño y la confusión que se puede causar podría ser mucho mayor. Su visión sobre el sexo podría cambiar radicalmente, y no necesariamente en una forma positiva. Desde un punto de vista pragmático, el conocimiento prematuro en niños no evita el abuso.
No debemos perder la perspectiva: son los adultos quienes deben cuidar de los niños, y esto va no solo a los padres. Existe un adagio africano que dice: “se necesita de una villa para criar a un niño”.
Una característica en el patrón común es encontrar que los niños abusados, aunque no exclusivamente, son niños en situación de vulnerabilidad. Nuestra misión como padres y como sociedad es asegurarnos de que los niños se sientan “amados” y “protegidos”.
En ese sentido, inducir un miedo en ellos hacia los depredadores sexuales no les ayuda mucho a sentirse protegidos, sino que los lleva a veces a desconfiar.
La relación entre el niño y el adulto es inmensamente desproporcional. Los depredadores sexuales son por lo general ávidos manipuladores y seductores. Seducir es desviar de la conducción natural; o sea, decimos que seducimos o nos sedujeron cuando no existía la inclinación natural, pero luego, por medio de mañas y artilugios, se puede lograr lo que no estaba previsto. Ni los adultos escapamos del engaño de los hombres y mujeres seductores.
En ese sentido, incluso el niño instruido y ‘educado’ se encuentra en una situación de vulnerabilidad frente a un adulto. Además, se da el caso de que la instrucción previa puede incrementar el grado de culpabilidad que sienta el niño abusado, cuando que éste, aunque en algún momento haya incluso deseado el contacto sexual, es 100 % víctima.
Educar a los padres
El mejor seminario para padres sobre cómo proteger a los niños que había visto, justo involucraba a un político muy importante de los EE. UU, por lo que se tuvo que retirar de las redes cuando éste comenzó la campaña política. El seminario era muy bueno, y se enfocaba exclusivamente en los padres.
El seminario se basaba en la importancia del lenguaje corporal de los padres. Ante el avance indeseado por parte de un adulto, los niños reaccionan naturalmente mostrando su incomodidad, aunque nunca hayan sido educados. Con el simple gesto de los padres de poner una mano sobre los hijos, no solo se pueden prevenir situaciones incómodas, sino también enviar la señal de que esos niños están protegidos.
Uno de los errores más frecuentes de los padres cuando hablan con sus hijos de este u otros temas, es el de decir por ejemplo “si alguien te hace eso, lo mato”. Con eso no se consigue que el niño se sienta protegido. Muchos niños abusados confesaron que no se lo contaron a sus padres por temor de que ellos cumpliesen su promesa de “matar”. Hay que tener en cuenta que, en la mayoría de los casos, los niños sienten un afecto muy especial por quienes luego serán sus abusadores.
Educar a las escuelas
Están los maestros que piensan que están haciendo un favor social cuando hablan extracurricularmente se sexo y sexualidad con sus alumnos niños y adolescentes. No hay que olvidar que los abusos se generan en dinámicas de poder: padres, parientes, amigos-adultos, sacerdotes y maestros. No son pocos los casos de maestros que abusan de sus alumnos, y mucho menos de sacerdotes.
Los maestros deben recibir una instrucción especial para poder reconocer síntomas potenciales y de ese modo alertar a las autoridades para que investiguen. Los maestros son quienes tienen mayor acceso para reconocer potenciales abusos y negligencias; por eso, deben tener ciertos protocolos para poder canalizar sus preocupaciones, involucrando a los directivos de las escuelas y a la policía. Los maestros también deben involucrar inmediatamente a los padres, siempre que ellos no sean los sospechosos.
En algunas escuelas públicas en EE. UU los padres reciben una nota informándolos que en tal día tendrán un seminario de educación sexual. La nota no solo informa sobre el evento, sino que también se acompaña con el material y el discurso completo que será utilizado. Si los padres prefieren que sus hijos no estén presentes en tal seminario, se les ofrece una actividad alternativa a aquellos alumnos.
Educar al gobierno
Lo que el gobierno sí puede hacer es ‘educar’ a los adultos, y en lugar de gastar tantos recursos en burocracias inertes, como lo hace con sus ministerios, lo que tendría que hacer es apoyar con mejores recursos a la fiscalía y a las fuerzas del orden público. Tanto los fiscales como los policías deben saber cómo actuar para investigar potenciales casos de abuso.
En EE. UU y Europa, algunos municipios cuentan con una ‘Unidad Especializada de Crisis’. La misma se encarga exclusivamente de intermediar en crisis de orden doméstico, como sea violencia doméstica y abusos infantiles. Esta unidad también se encarga de proveer apoyo sicológico, guiar el proceso de la crisis y de trabajar estrechamente con las fuerzas del orden público y la justicia.
En Paraguay es difícil que cambien las cosas mientras se vean a tantos niños desprotegidos y a tantas familias sumidas en la pobreza.
Si alguien debe educarse en este tema es justamente el gobierno. No puede ser que estemos siendo considerado uno de los países más fértiles para este tipo de abusos. Ya cuando el Boston Globe, en 2002, denunció el abuso sistemático de la iglesia católica, se destapó el tema de la pedofilia en el mundo entero. En Paraguay, llegamos a tener a los mayores depredadores; sin embargo, las denuncias no fueron proporcionales, y casi nadie es castigado si consideramos la proporción de estos crímenes.
Si el gobierno quiere hacer algo efectivo sobre este tema debe asegurarse que se haga JUSTICIA en los casos de abuso y violación. Rafael Correa, en una entrevista con Fernando Lugo, le preguntó al exobispo sobre los casos de pedofilia en la iglesia, a lo que Lugo respondió que la pedofilia en la iglesia era una realidad, la cual debía ser tratada con “misericordia y justicia”. El mismo Correa, aliado de Lugo, no se aguantó en aquella ocasión y le preguntó: “¿Tú le podrías decir eso al padre de un niño abusado por un sacerdote? ¿Qué debe tener misericordia?”
La “misericordia” debe ser para las víctimas, no para los pedófilos. Todo el peso de la ley debe caer para los violadores y para quienes abusan sexualmente de los niños. Esa es la mentalidad que debe cambiar.
El problema no son los niños, la solución tampoco está en ellos.
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Arturo Naumann Mann
15 de noviembre de 2020 at 19:26
Espantosa realidad Dr Alan. Es necesario recuperar las buenas costumbres para ser mas humanos y orar al DIOS todopoderoso por un mundo mejor