Nacionales
El mundo paralelo del maquetismo de guerra
Fernando Vera con los modelos que importa de marcas top coreanas, estadounidenses y alemanas. Foto: FV.
El mundo de las maquetas es tan inmenso como su contraparte de modelos reales. Entre máquinas y artefactos, a cuales más estrafalarios y sofisticados, están las naves espaciales de Stars Wars, con su mítica Estrella; aviones, automóviles de uso civil de distintas épocas; y máquinas de todas las guerras.
“En el mundo del modelismo hay absolutamente de todo, es un sinfín”, dice el maquetista Fernando Vera, quien junto a Ángel Estigarribia y Saulo González Guillén, comparten la afición por la temática de la Segunda Guerra Mundial, aunque entre sus colecciones se cuelen también otros modelos, más modernos.
“En la Segunda Guerra Mundial empezaron a tener más aerodinámica, más estética; se tenía muy en cuenta la figura, el diseño”, explica Estigarribia.
Los tres, manejan datos de modelos y su historia al dedillo. Hablan de aviones y tanques, y combates legendarios como si hubieran estado ahí. “Volar un avión de la Segunda Guerra mundial era como volar uno mismo”, dice Ángel.
Aviones, tanques y barcos están en el menú favorito de este trío de hombres de más de 30 años, la edad promedio de los aficionados al modelismo de maquetas. Es -dicen- un mundo casi exclusivamente de hombres. Los tres se anotan en la tercera camada de maqueteros paraguayos. “Los más veteranos hoy peinan canas”, dice González.
Plan B
El maquetismo es un hobbie que Fernando Vera convirtió en alternativa económica en el contexto de la pandemia actual. Vera tiene 35 años, es licenciado en Ciencias Políticas, trabaja de asesor en el sector público; es papá de dos niños pequeños; y continúa estudiando, Sociología en la Universidad Nacional de Asunción, y una investigación social y tutoría de tesis, en la Universidad Católica.
Vera se declara “todo un principiante, un aficionado, frente a los crack del maquetismo que hay en Paraguay”. Por estos días invirtió horas en trabajar un modelo a escala del Mitsubishi A6M Zero, el caza japonés más famoso de la Segunda Guerra Mundial. “Tengo poca experiencia, tengo amigos maqueteros muy buenos; de ellos estoy aprendiendo”, dice Fernando, casi como una excusa. Su avión luce como si recién hubiera vuelto del combate.
Cuenta que inició su emprendimiento con la idea de generar una actividad que le produjera recursos; “una opción B cuando no estás en la A”, afirma. Señala que vio el nicho y se metió. “Empecé a traer maquetas, y vendí todas; entonces sigo trayendo; las traigo de Estados Unidos, Corea, Japón; algunas cambio, otras compro”, dice Vera. Las ofrece y muestra el trabajo de los aficionados en su fanpage “Maqueteros Py”, en Facebook.
El material más usual es el plástico, algunos modelos vienen con detalles de metal. Modelos más sofisticados están fabricados en Resina, un material más artesanal que hace resaltar los detalles.
Indica que el maquetismo “no es barato”. Las maquetas son caras, empezando por las Tamiya, la marca japonesa más top; “el Cristian Dior de las maquetas”, dice Vera. Las otras que menciona tampoco son económicas, Hazegawa, la alemana Rebel, y su versión americana Trumpeter; Italy, Machtbox, son las más pro y no son baratas.
Pero, independientemente del precio, Vera asegura que bajo el asfalto de ésta y otras ciudades del país existe un mundo paralelo, poblado por aficionados a una actividad que dejó de ser un pasatiempo para convertirse cada vez más en arte.
Realismo bélico
“Yo pensaba que éramos una especie en extinción”, dice Ángel Estigarribia, uno de los “crack” que menciona Vera. Ángel tiene 38 años, está casado, es papá de una niña; se desempeña como encargado de Obras y Proyectos de una distribuidora de combustibles, y es estudiante de Arquitectura.
Empezó a los 13. Cuenta que su primer modelo fue el Zero japonés que por estos días desveló a su amigo. “!Es el avión del ataque a Pearl Harbour!”, dice entusiasmado. Lo vio en la vidriera de la conocida juguetería Miramar. “Me pareció espectacular, lo compré y lo armé, desesperado, en diez minutos”, recuerda.
Llegó a tener 35 aviones, 28 de la Segunda Guerra Mundial, y el resto aeronaves modernas, como el F-14 “TomCat” (Gato montés), un avión de combate diseñado para proteger a los portaaviones norteamericanos de los bombarderos soviéticos, en el auge de la Guerra Fría; el cine lo hizo famoso en la película Top Gun, de 1986, que convirtió a Tom Cruise en una estrella de Hollywood.
Estigarribia recuerda la maqueta del legendario acorazado alemán Tirpitz, gemelo de otro buque de leyenda, el Bismarck, que fueron los mayores barcos de guerra construidos por cualquier armada europea en los años 40. También, al portaaviones USS Yorktown, hundido por un torpedo japonés en la Batalla de Midway, en el Océano Pacífico, en 1942.
Su enorme colección fue pasto del olvido y desapareció cuando problemas de salud en la familia lo alejaron de la casa y de su pasatiempo favorito.
Pasaron muchos años, hasta que de nuevo recibió el llamado. Volvió a empezar con otro avión, acaso por cábala: un F-4 Corsair, de la Guerra de Corea. Dice que lo guardó varios años armado y sin tocarlo, porque no acertaba con la pintura, que en esa época ya comenzaba a vislumbrar como una parte importante de armar maquetas, y más cuando se trata de máquinas de guerra.
“Yo quiero que mis maquetas luzcan como si estuvieron en batalla”, explica Ángel. Hacer que un tanque Tiger I, el mastodonte de 60 toneladas más temible de los nazis, que se hizo de fama en la guerra en Rusia, parezca recién llegado de los campos de Kursk, la batalla de tanques más grande de la historia, es una tarea que Estigarribia se toma como un artista.
Pinta sus maquetas a mano. Empezó emulando las técnicas aprendidas en la Facultad de Arquitectura, donde se utiliza latex y acrílico, y finalmente optó por el acrílico artesanato, con que trabaja tonos y efectos. El Tiger 1, que acaba de concluir, por ejemplo, es de un increíble realismo, con sus partes de óxido, rayones, golpes, y cadenas con barro.
“Antes las hacía muy prolijitas, y después me di cuenta que si era una máquina de guerra en combate, tenía que tener desgaste; empecé a experimentar y me dio realmente resultado”, dice Estigarriba.
Le pasó lo que a muchos de sus colegas, las limitaciones económicas, que en principio se levantaban como una barrera apenas franqueable, terminó regalándole una solución accesible, pero más que nada técnica y estilo propios.
Adictos al plástico
Dice que desde chico tuvo el recurrente sueño de querer volar. Saulo Daniel González Guillén también empezó con maquetas de aviones. Su primera maqueta fue también la del F-4 Corsair estadounidense. Comenzó hace diez años, justo para el nacimiento de su hijo. González es licenciado en Administración Agropecuaria, tiene 32 años, es casado y vive con su familia en casa propia, en el barrio San Pablo. En el fondo, tiene su lugar de trabajo, en el taller de serigrafía de su hermano.
“Yo no trabajo con modelos a escala civiles, autos, aviones; solo militar; tengo también jets americanos; pero siempre me despierta más la atención lo que sea Segunda Guerra Mundial; especialmente tanques y aviones”, dice González.
Considera que la última conflagración mundial es “un punto de inflexión entre lo viejo y lo moderno en lo referente a maquinaria bélica y armas; más todavía los modelos alemanes, que para mí son los pioneros en estas máquinas”.
Es un aficionado a los aviones, pero desde hace un tiempo está trabajando distintos modelos de tanques. González es detallista al extremo, trabaja detalles y efectos con aerógrafo; también debió adecuarse a la disponibilidad de pintura del mercado local; “yo me manejo con un compresorcito, uso acrílico; algunas pinturas compré de Miramar, una tanda de los 90s; hoy en día conseguir insumos es muy difícil dentro de Paraguay, no hay casi nada; hacemos canje con los muchachos, o sino e-bay o amazom”, dice Saulo.
El modelismo de maquetas vinculó a González con otros maqueteros alrededor del mundo. Utilizó sus habilidades de fotógrafo, otra de sus profesiones y aficiones, para mostrar su trabajo en las redes sociales, y empezó a compartir sus maquetas en Facebook, en “SG Modelismo Escala Paraguay”.
“La gente se interesa, se acerca, me preguntan si no hacemos muestras”, cuenta Saulo. Dice que “en otros países está bastante difundido el maquetismo; tienen clubes, asociaciones; acá hacemos maquetismo de guerrilla, como dice un amigo; con lo que tenemos a mano peleamos; es todo un arte, tenés que conocer el tema, ver colores, luces, sombras, para que quede lo más realista posible”.
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