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La pedagogía de la corrección fraterna
Jesús dijo: “Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (San Mateo 18,15-20).
El presente texto, del Evangelio de san Mateo, corresponde al XXIII domingo del tiempo ordinario del calendario litúrgico. El contexto amplio es el discurso eclesial de Jesús y el tema central que aborda es la “pedagogía de la corrección fraterna” tan necesaria en las relaciones humanas ordinarias y cotidianas.
Como trasfondo, el Señor enseña, además, sobre la necesidad de “orar en común”. Decisiva para la interpretación del texto es la elección de la versión original. Se proponen, de hecho, dos alternativas: a) “Si tu hermano peca”, o bien, b) “si tu hermano peca contra ti”; según esta última el pecado se entiende como ofensa personal. La elección de una u otra es determinante para establecer si se trata de una palabra que se refiere a la praxis de la corrección fraterna, o bien de reconciliación con el hermano pecador.
Preferencia
La preferencia por la primera variante (“si tu hermano peca”) uniría el texto a la parábola de la oveja perdida (Mt 18,10-14), centrada en la búsqueda del pecador, mientras la opción por la segunda uniría nuestro texto con la siguiente parábola del patrón bueno y del siervo malvado (Mt 18,21-35) en el que se afronta el tema de la reconciliación entre hermanos.
El paralelo de Lc 17,3 no facilita la elección porque también en el texto del tercer evangelista se tienen las dos variantes. Hay una propensión a preferir la lección breve (lectio brevior), no solo porque es el más difícil (lectio dificilior) y explica el origen de la otra más larga sino también porque ofrece la posibilidad de una interpretación más amplia. De hecho esta variante puede incluir también el caso de la reconciliación interpersonal.
La primera fase de esta praxis pastoral pone el acento en el empeño corresponsable del “hermano”. El término griego adelfós (“hermano”), en Mateo, indica la pertenencia a la comunidad eclesial, ligado a los otros por un vínculo fundado sobre la relación con Jesús (Mt 12,46-50; 28,10).
El apelativo no es casual en este contexto en el que el creyente tiene la misión muy delicada de corregir la desviación del pecador. En el primer momento de esta estrategia eclesial todo está basado sobre la relación interpersonal. Solo a través de una relación profunda, comparable a la que practican los hermanos, es posible amonestar con el fin de “ganar” al pecador.
Este último verbo, usado normalmente en las relaciones económicas (Mt 25,16.17.20.22), indica la recuperación del pecador a la salvación. Por tanto, la finalidad de esta praxis pastoral fraterna no es la crítica o la acusación, sino la redención del hermano que se ha equivocado, que ha errado. Del texto no se evidencia en qué consiste el error en cuestión. Esto significa que la corrección es aplicable a todo tipo de pecado, sea leve o grave, contra Dios o contra el prójimo.
Si el primer intento falla se proyecta un segundo tentativo que, mediante la presencia de dos o tres testimonios confronta al trasgresor con su propia responsabilidad. Esta regla se remite a la práctica jurídica antiguotestamentaria, según la cual en un proceso que tiene por objeto establecer la verdad de un hecho es necesaria la presencia de dos o tres personas (Dt 19,17; cf. Dt 17,6; Nm 35,30).
La tercera chance de conversión se ofrece al hermano que yerra a través de la movilización de toda la Iglesia. El término griego ekklêsia, mencionado aquí dos veces aparece, solamente una vez más en todo Mateo, a propósito de la confesión de Pedro (Mt 16,18) y no se halla en los otros dos evangelios sinópticos. El término remite a la asamblea del pueblo santo de Israel convocado por Dios.
La Iglesia de Jesús ahora ya no está ligada a una etnia, sino está formada por todos aquellos que se ponen en su seguimiento. Esta comunidad está empeñada en la lucha contra el mal, “las puertas de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18), solicitando a sus miembros pecadores la conversión.
Estrategia
El último momento de esta estrategia está en la consideración negativa que se hace del pecador: “obstinado”, como un “pagano” o un “publicano” (Mt 5,46-47; 6,7). Si bien Jesús en el evangelio demuestre simpatía por los publicanos, Mateo recurre a una fraseología típica del ámbito judío para indicar a aquellos que están excluidos de la comunidad santa de Israel.
Como el tiempo de la Iglesia no es aún el del juicio (Mt 13,36-43), la expulsión no consiste en realidad en una excomunión, ni mucho menos se practica con el objeto de no contaminar a la comunidad con el pecado del hermano desviado, sino tiene la función de hacer tomar conciencia de la gravedad del error. La expulsión de la comunidad creyente viene a ser, por tanto, una fuerte amonestación, una enérgica advertencia con trasfondo pedagógico y un exigente reclamo a la conversión.
A esta normativa sigue un elenco de motivaciones. La primera es de carácter eclesiológico. Con la introducción “en verdad os digo” se pone de relieve la importancia de las palabras que siguen.
La Iglesia tiene la autoridad de “atar” y de “desatar”, rol acordado por Jesús primero a Pedro (Mt 16,19) y en nuestro texto se extiende a toda la comunidad. Surge espontánea en este punto una serie de interrogativos: ¿A qué autoridad remite el texto de Mateo? ¿Quién tiene el poder de ligar y desligar? ¿Se trata de una autoridad disciplinaria o jurídica? ¿A quién se le confiere? ¿A toda la comunidad o solamente a los líderes, a los jefes? ¿Se trata de una autoridad en relación con la excomunión?.
La expresión, construida a través de un paralelismo que pone en estrecha relación el “cielo” con la “tierra”, indica la capacidad de la Iglesia de interpretar autorizadamente la voluntad de Dios, y asume en este texto el sentido más específico de declarar un pecado perdonado o no. Más que una verdadera y propia praxis disciplinar, el texto propone el empeño de todo miembro de la comunidad llamado a establecer en todas sus formas la concordia y la unidad fraterna.
Cuando la corrección permanece en el nivel individual o interpersonal, quien “desata” o “ata” en la primera fase es el “hermano”, en la segunda los “testigos” y en la tercera “la comunidad” creyente. En otras palabras, el acto de “atar” o “desatar” es responsabilidad de quien está empeñado en persuadir al pecador de que ha fallado. Cuando el hermano escucha la corrección y acepta la propia culpa, entonces es “liberado” de su pecado. La segunda motivación es de orden espiritual.
El acuerdo de dos o tres personas reunidas en oración remite a Dios que en el primer evangelio es presentado bajo la figura del Padre atento a los requerimientos y a las necesidades de los hombres (7,7-11; 21,22), dispuesto a escuchar sus peticiones.
La oración, no necesariamente en sentido litúrgico, está precisamente orientada a la conversión del pecador. La tercera motivación es de orden cristológico. La seguridad de ser escuchado es garantía de la presencia de Jesús en medio a aquellos que se reúnen. La fórmula “yo estoy en medio a ellos” se remite a la teología del Enmanuel de la cual el primer evangelio es particularmente deudor (1,23; 28,20). Mateo ve en Jesús la presencia permanente y salvífica de Dios en medio de la comunidad de creyentes, también después de su muerte y resurrección.
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