Nacionales
El tributo al César y los límites del poder político
Por César Nery Villagra -Pbro. Dr.
“Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?” Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo”. Ellos le presentaron un denario. Y les dice: “¿De quién es esta imagen y la inscripción?”. Dícenle: “Del César”. Entonces les dice: “Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios”. Al oír, quedaron maravillados, y dejándole, se fueron”. (San Mateo 22,15-22).
La iniciativa de una confrontación con Jesús sobre el problema del pago de la tasa de impuestos a los romanos parte de una previa reunión de los fariseos que tiene las características de un complot.
El evangelista, sin embargo, pone de inmediato en evidencia cómo el debate siguiente tiene la finalidad de atrapar a Jesús en un error. Los protagonistas de esta disputa no son los mismos fariseos que decidieron pedir a Jesús su parecer, sino sus discípulos junto con los herodianos.
Se trata de dos movimientos judíos muy diversos por origen, naturaleza y finalidad. Con todo, se ponen de acuerdo para enfrentar a Jesús. El evangelista prevé ya el resultado del encuentro teniendo presente que ellos se dirigen a él llamándolo “maestro”, título que en San Mateo se pone en los labios de quien se sitúa distante o tiene una actitud de oposición respecto a Jesús.
Adulación
Mediante la adulación inicial, Jesús es reconocido por ellos como aquel que enseña “la vía de Dios”. La expresión pone a la luz cómo Jesús educa a vivir según la voluntad de Dios y haciendo así se manifiesta como un maestro competente y autorizado.
A través de la frase semitizante: “No miras el rostro de los hombres”, sus adversarios reconocen que en su misión y, sobre todo, en su predicación, él no ha cedido a compromisos y no ha contemporizado con las jugadas humanas para acapararse el favor de la multitud o de los jefes. El halago, simultáneamente irónico y lisonjero, calificado como perverso por el mismo Jesús, tiene, por otra parte, la finalidad de hacer conocer la verdadera finalidad y el estilo de su misión.
Licitud del pago
Después de estas seductoras palabras ellos plantean a Jesús una pregunta respecto a la licitud del pago de las tasas a los romanos. Para los judíos el problema en cuestión no es solo de orden político, sino incluye la relación de fe con el único Dios, dador de la tierra a Israel.
Desde el tiempo de la ocupación romana en Palestina con la nominación de un procurador (año 6 d.C.), cada judío adulto debía ceder al erario imperial un tributo (tributum capitis) como signo de sujeción al poder extranjero. Esta reducción de la autonomía política tenía una arista religiosa porque el emperador de Roma, un pagano, reivindicaba un culto que a los judíos no podía aparecer sino como idolátrico y perverso.
Los dos grupos que plantean el problema a Jesús tienen concepciones muy diversas sobre la cuestión. Los fariseos, de hecho, en el ámbito teológico no aceptan el poder romano de ocupación, afirmando el único señorío de Dios sobre el territorio de Israel; con todo, no comparten la línea de los zelotas que, negándose a pagar el tributo, proponen la revuelta armada. Los herodianos al contrario, cercanos al ambiente de la corte judía, son favorables a la presencia romana y están de acuerdo sobre la elección pragmática de pagar el impuesto al emperador, por eso aparecen como colaboracionistas a los ojos de los zelotas y de sus simpatizantes.
La pregunta pretende hacer tomar posición a Jesús en relación con el poder político romano. Él, entreviendo inmediatamente la intención perversa de sus interlocutores, responde pasando del plano ideológico al práctico, donde se inserta la decisión religiosa que se refiere a la relación con Dios.
Técnica
Según la técnica de la controversia, por la que el interlocutor responde con una contra-pregunta, Jesús pidiéndoles que le mostrasen un denarion, moneda de plata del imperio, con la cual en las provincias se paga el tributo al emperador, pone la siguiente pregunta: “¿De quién es esta imagen y la inscripción?”. La moneda acuñada corresponde a Tiberio, emperador del 14 al 37 d.C., por tanto la imagen es del emperador (César) y en el anverso llevaba la inscripción: Tiberius Caesar divi Augusti filius Augustus; y en el reverso: Pontifex Maximus.
El interrogativo juega sobre la evidencia, y precisamente por eso no consiente sofismas ideológicos, declinando así la elección pragmática de pagar la tasa de impuesto a César juntamente a la elección religiosa de la fidelidad a Dios. Aquello que pertenece a César en el contexto inmediato de la discusión está bien definido: el denario, símbolo del poder económico y administrativo.
Aquello que pertenece a Dios se puede determinar por su propia imagen (el hombre) que todo el evangelio ofrece sobre el trasfondo de la tradición bíblica según la cual la íntegra y total dedicación a él, único Señor, no admite compromisos con cualquier poder o autoridad antagonista (Dt 6,4-5; Mt 6,24; 22,37). La respuesta de Jesús se sitúa así en el ámbito de la denuncia de la manipulación teocrática: el emperador (un pagano/hoy diríamos “laico” en sentido amplio) absolutizado o divinizado como interferencia de lo pseudo-religioso en lo político.
O dicho de otra manera: la idolatría del poder político que pretendiendo una infundada capacidad absoluta busca ubicarse sobre la dignidad del hombre para someterlo a su arbitrio.
Brevemente
Jesús reconoce licitud al Estado en las cuestiones administrativas, propias de la esfera temporal; pero le niega un poder absoluto y el dominio sobre el hombre, sobre el ser humano, cuya dignidad radica en ser imagen y semejanza de Dios. El César (el Estado) – según la fe cristiana – no puede (no debe) incursionar en esferas reservadas a la Divinidad porque no es un “absoluto” sino una institución humana al servicio de la sociedad.
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