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Los alemanes y la aventura de emigrar a América Latina

Un mercadillo con aire alemán, en Chile. Imagen: CAMCHAL

Un mercadillo con aire alemán, en Chile. Imagen: CAMCHAL

¿Cómo y por qué emigraron desde regiones de habla alemana para iniciar una nueva vida al otro lado del océano? Con éxitos y fracasos, la historia es diversa en los distintos países latinoamericanos de habla hispana.

A pesar de que comerciantes, científicos, naturalistas y exploradores alemanes venían emprendiendo viaje rumbo a América Latina desde hacía tiempo, las olas migratorias o movimientos grupales comenzaron a mediados del siglo XIX.

La historia, las circunstancias y los motivos son diversos según la época en que migraron, la región de origen y la de destino. Mientras este año se celebran dos siglos de la migración alemana a Brasil, para el resto de la región -los países de habla hispana- la llegada más masiva comenzaría alrededor de tres décadas más tarde.

“Según los países hay características diferentes, pero también hay aspectos generales”, dice a DW la profesora Barbara Potthast, de la Universidad de Colonia. “La mayoría de las personas que emigraron a América Latina en esta ola importante desde mediados hasta finales del siglo XIX lo hicieron porque no veían mucho futuro en Alemania, tenían problemas económicos. También se había hecho propaganda de que allí, sobre todo en Argentina y Chile, en el Cono Sur, como también en Brasil, tendrían mejores condiciones”, agrega la historiadora.

Campesinos de regiones marginales de Alemania decidieron embarcarse en los puertos de Hamburgo y de Bremen y partir a establecer colonias agrícolas. “Sobre todo hubo motivos socioeconómicos, pero también políticos, como fue el caso de quienes salieron después de la revolución de 1848”, indica Potthast. Asimismo, en la gran ola a finales del siglo XIX se dio el caso de socialistas que tenían problemas en el Reich alemán y también pesaron cuestiones políticas durante el período nacionalsocialista y la Segunda Guerra Mundial.

Poblar y modernizar las nuevas repúblicas

La migración más numerosa en la región se produjo en Argentina. A mediados del siglo XIX llegaron, además de hombres de negocios, científicos traídos por contratos ofrecidos por el entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento. Se tenía una imagen idealizada del europeo, el cual podría contribuir a modernizar el país y desarrollar las ciencias.

Alemania también tenía un interés de por medio. “Científicos y geólogos que exploraban Argentina podían identificar posibles negocios y extracciones minerales”, señala a DW el historiador Juan Morello.

Aunque la pequeña comunidad alemana en Argentina ya contaba con un club y una iglesia, “la verdadera migración y el grueso de los germano-parlantes llegaron con las grandes olas migratorias a partir de 1870”, dice el doctorando en Ciencias Humanas de la Universidad de San Martín.

Tras sus procesos de independencia, las nuevas repúblicas latinoamericanas querían poblar zonas aisladas y desarrollar la agricultura y la economía, por lo cual crearon leyes y programas para atraer migrantes.

Entre otros, la ley de inmigración selectiva de Chile de 1845 para colonizar el sur del país; la invitación del emperador Maximiliano de Habsburgo a colonos alemanes para ir a Yucatán, México, en 1865; leyes de 1866 y 1895 que facilitaban la inmigración en Honduras, el programa que entregó parcelas a alemanes en Nicaragua en 1852; y el acuerdo del gobierno peruano a mediados del siglo XIX con generosos incentivos para que colonos se instalaran en la Amazonía.

Si bien estos programas y la propaganda que se hacía en Alemania ayudaron a reclutar interesados, fueron clave las redes que crearon los mismos migrantes y las cartas que enviaron a familiares y amigos para convencerlos de seguir sus pasos, afirma Potthast: “Muchos venían de zonas agrícolas y querían tener su propio pedazo de tierra”. Una vez asentados, levantaron escuelas, industrias e imprimieron el sello de su arquitectura.

Localidad de Pomerode, Brasil.Imagen: Henry Milleo/dpa/picture allianc

Localidad de Pomerode, Brasil. Imagen: Henry Milleo/dpa/picture allianc

En Paraguay, después de la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), que dejó a su población mermada, también se buscó residentes: “Se vendía la tierra barata, lo que atrajo a colonos desde Alemania y también a los que ya estaban en Argentina”, indica la historiadora. El país sudamericano permitió que los migrantes se instalaran con bastante autonomía. Aquí también encontraron un nuevo hogar y la libertad para vivir según sus preceptos, levantar sus iglesias y escuelas, grupos menonitas de origen alemán que habían migrado previamente a Rusia.

“En Centroamérica, sobre todo Costa Rica y Guatemala, que eran zonas cafeteras, los migrantes se establecieron más bien en el comercio y no en colonias agrícolas como en el cono sur”, detalla Potthast. Así también ocurrió en el sur de México, donde además llegarían menonitas.

Desafíos y legados de la migración

“Era una comunidad pequeña, pero muy pujante, con lo cual ha dejado muchas marcas en la sociedad. Tenían dos periódicos en alemán, entre ellos el Deutsche La Plata Zeitung, que se editaba en Buenos Aires, se distribuía en toda Latinoamérica y era el más importante de la región”, dice Morello sobre la experiencia en Argentina.

A fines del siglo XIX y principios del XX hubo colonización alemana en varias provincias de este país, como Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. “No todos los inmigrantes eran campesinos, muchos venían de las ciudades y se habían profesionalizado. Entonces se quedaban en Buenos Aires u otras ciudades”, explica a DW Regula Rohland de Langbehn, presidenta de la Asociación del Centro de Documentación de la Inmigración de Habla Alemana en la Argentina (DIHA).

Este centro reúne archivos, fotos y documentos con el objetivo de salvaguardar el legado de esta comunidad. “Porcentualmente es muy pequeña, cerca del 2% de la inmigración, pero en las ciudades ha tenido una importancia relativamente grande para su tamaño, por su nivel de educación y empuje, y ha contribuido a la industrialización de la Argentina”, destaca Rohland.

Tampoco fue fácil. “Hubo algunos incentivos, pero muchas veces no fueron cumplidos. La gente pensaba que encontraría terrenos delimitados, con su pozo hecho y recibiría animales para trabajar. Cuando llegaban no había nada de eso. Fue una situación dramática, exigió un sacrificio enorme para trabajar una tierra que nunca había sido arada. Algunos volvieron o se quedaron en Buenos Aires”, afirma Rohland.

Asimismo, la presencia creciente de diversos inmigrantes en Argentina generó “una sobrerreacción y se intentó por todos los medios que se argentinizaran cuanto antes”, agrega. En Chile, en tanto, los alemanes que llegaron a colonizar los sectores de Valdivia, Osorno y Llanquihue encontraron un amplio entorno disponible donde crearon asentamientos agrícolas, industrias, instituciones y pudieron conservar mejor su idioma y tradiciones.

Así como diversa fue la experiencia, igualmente variada es la huella de la inmigración alemana en América Latina. Desde la producción y la comercialización del café en México y Centroamérica, hasta los periódicos, colegios y clubes de Chile y Argentina.

“En esas regiones la cultura alemana, en forma de su arquitectura, pero también de su organización, dejó sus huellas”, destaca Potthast, pero también matiza: “Son aportes, pero se exagera un poco en estos relatos heroicos que suelen hacer los migrantes, de que trajeron la cultura o empezaron a cultivar la tierra. El relato de que fueron pioneros es verdadero hasta cierto punto. Se olvida muchas veces que contaron con la ayuda de indígenas o criollos”.

Fuente: DW.

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