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Nobel de la Paz: “Los países de América Latina están haciendo muy poco por Ucrania”

Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania junto a militares. Foto: Europa Press.

Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania junto a militares. Foto: Europa Press.

En el año 2022, meses después de que Rusia invadió Ucrania y lanzó su ofensiva sobre ese país a gran escala, el Comité que otorga el Nobel de la Paz decidió dividir ese premio entre tres. Los elegidos fueron personas y organizaciones que defienden la libertad y los derechos humanos y civiles en sus países, como el activista político bielorruso Ales Bialiatski, la organización rusa Memorial y la organización ucraniana Centro para las Libertades Civiles. La reconocida activista y abogada experta en derechos humanos Oleksandra Matvviichuk es la directora de esta última ONG.

Semanas atrás, durante un viaje organizado por el PEN ucraniano, una organización defensora de los derechos de intelectuales y escritores, un grupo de periodistas, abogados y escritores argentinos tuvimos la oportunidad de viajar a Kiev, donde mantuvimos conversaciones con activistas e intelectuales. En el marco de esa agenda, una mañana soleada nos reunimos con Matviichuk (Boyarka, ex URSS, hoy Ucrania, 1983) en un café de especialidad de la capital.

Fueron cerca de dos horas durante los que conversamos sobre las historias de vida que hay detrás de las cifras de víctimas, la necesidad de mayor asistencia a su país por parte de otras naciones y también sobre la ineficacia de los organismos internacionales, que no disponen de sanciones efectivas en situaciones como esta guerra, que ya lleva dos años y medio: “Estoy frustrada porque llevo diez años en una situación en la que la ley no funciona”.

La Nobel ucraniana también se dio tiempo para hablar sobre la relación con sus colegas rusos, sobre sus sueños de joven estudiante y también reveló cómo imagina lo que hoy es un sueño: el final del poder de Vladimir Putin. Lo que sigue es una edición de la conversación en la que todos los que estábamos allí preguntábamos y solo Matviichuk tenía las respuestas.

¿En qué consiste hoy la tarea que lleva adelante el centro que usted dirige?

Sabemos que para el mundo esta guerra comenzó en febrero de 2022, pero no es así. En nuestro equipo estamos documentando crímenes de guerra en esta guerra que Rusia inició contra Ucrania desde 2014. Y resalto esto porque el comienzo de esta guerra fue en un momento en que Ucrania tuvo la oportunidad de una transición democrática. Millones de ucranianos se levantaron contra un gobierno corrupto y autoritario (N. de la R.: el del expresidente prorruso Víktor Yanukóvich) y se manifestaron pacíficamente solo para tener la oportunidad de construir un país en el cual los derechos de todos estuvieran protegidos. Y estos millones de personas enfrentaron diferentes persecuciones. Fui coordinadora de la iniciativa civil Euromaidan S.O.S. por ese tiempo. Y cada día, cientos y cientos de personas eran golpeadas, arrestadas, torturadas, acusadas en posibles casos penales o administrativos inventados. Pero el régimen autoritario colapsó. Y Rusia invadió porque Putin no le teme a la OTAN, le tiene miedo a la idea de libertad, una idea que se acercó a las fronteras rusas en 2014.

¿Qué clase de documentación recopilaron?

— Trabajamos con la dimensión humana porque trabajamos directamente con las personas afectadas por esta guerra. No solo documentamos las violaciones de la Convención de Ginebra, sino también el dolor humano. Cuando comenzó la guerra a gran escala, aunamos esfuerzos con decenas de organizaciones de diferentes regiones y ya documentamos en conjunto más de 75.000 episodios de crímenes. Rusia instrumentalizó el dolor e infligió deliberadamente inmenso sufrimiento a los civiles con el fin de romper la resistencia de la gente y ocupar el país. La guerra convirtió a las personas en números y la escala de los crímenes de Rusia es tan enorme que se ha vuelto imposible conocer todas las historias. Por eso rastreamos las historias individuales para devolverles a las personas sus nombres y su dignidad humana. Porque la vida de cada persona importa.

¿Y cuál diría usted que, a dos años y medio de la invasión, es el estado actual de la guerra en términos de los registros que han conseguido documentar?

— Creo que lo primero que debe hacer la comunidad internacional es reconocer que se trata de una guerra genocida. Estos días publiqué en mis redes el video de un soldado ruso que contó que en la ocupada Berdyansk, una joven respondió a su pregunta en idioma ucraniano y él estaba tan enojado que, según dijo, arrestó a esta mujer y la metió en un sótano donde seguramente la torturaron y tal vez halló la muerte, solo por hablar en idioma ucraniano. Porque Putin dice abiertamente que no existe una nación ucraniana, no existe un idioma ucraniano, no existe una cultura ucraniana. Durante diez años hemos documentado cómo estas palabras se convirtieron en una práctica horrible sobre el terreno cuando las tropas rusas exterminaron deliberadamente a la población local activa. Periodistas, niños, escritores, activistas, ambientalistas, alcaldes, empresarios, cualquier persona activa de la comunidad necesita ser destruida, así como destruyen deliberadamente el patrimonio cultural ucraniano. Así también es como llevan a niños ucranianos a Rusia para criarlos como rusos y eliminar su identidad. Y no es necesario ser abogado para entender una cosa muy simple: si se quiere liquidar total o parcialmente a una nación concreta, no es necesario matar a todos sus representantes.

¿Cómo sería eso?

— Si cambias por la fuerza su identidad, una nación entera desaparecerá. Es sencillo. En los territorios ocupados, los ucranianos tienen que ser reeducados como rusos o asesinados, no hay otra opción. Por eso, el mundo tiene la obligación de detener el genocidio, la guerra y el saqueo. No porque tengas simpatía por la gente de Ucrania y pienses que la gente de Ucrania es genial, sino porque es lo correcto. Detener el genocidio es lo correcto, apoyar el orden internacional y apoyar la ley es lo correcto. Y, ante todo, lo correcto es apoyar a las personas que luchan por su libertad y la dignidad humana. Y cuando piensas así, se vuelve obvio que no recibimos suficiente apoyo internacional, especialmente cuando hablamos de países de África, de Asia, de América Latina. Estamos agradecidos por todo lo que nos ayuda a sobrevivir. Pero como esta guerra genocida continúa, nadie puede decir que todos están haciendo lo suficiente.

¿Cree que hay algo en particular que los líderes de los países latinoamericanos podrían hacer para apoyar a Ucrania?

— Lamentablemente, los países de América Latina están haciendo muy poco. Y puedo entender que estamos lejos unos de otros desde el punto de vista geográfico. La gente en los países de América Latina no sabe nada de Ucrania. La gente de Ucrania no sabe nada de la gente de los países de América Latina. Esto se debe a que los países de América Latina, durante décadas, incluso durante siglos, miraron nuestra parte del mundo a través del prisma ruso. Esto se debe a que el pueblo de Ucrania tuvo la oportunidad de restaurar la independencia solo tres décadas. Entonces somos una democracia muy joven. Somos una nación muy antigua, pero un estado muy, muy joven. Pero sabemos que estamos lejos desde el punto de vista geográfico, pero muy cerca en términos de valores, porque la gente en los países de América Latina sabe qué significa luchar por la libertad y ese conocimiento puede hacer que esta distancia sea mucho menor. La respuesta honesta es que necesitamos su ayuda porque no podemos resolver este problema solo dentro de nuestras fronteras. Es un conflicto armado internacional. Hay mucho que hacer en términos de diplomacia, porque los países latinoamericanos tienen que expresar su posición, no porque estén a favor de Ucrania, sino porque tienen que estar a favor de la ley, porque es muy peligroso vivir en un mundo donde un Estado con un fuerte potencial militar y armas nucleares puede violar el orden internacional, puede dictar sus reglas a comunidades enteras y puede cambiar por la fuerza fronteras internacionalmente reconocidas.

Fuente: Parte de entrevista reproducida por Infobae.

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