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América Latina: ¿Qué hacer con los perros callejeros?

Un cachorro asilvestrado es captado por una cámara trampa en la isla de Navarino, en el sur de Chile.Imagen: Elke Schüttler. DW

Un cachorro asilvestrado es captado por una cámara trampa en la isla de Navarino, en el sur de Chile.Imagen: Elke Schüttler. DW

Millones de perros en las calles y sectores rurales son un peligro para las personas y la fauna nativa. Cuando la tenencia responsable falla, surge el debate sobre medidas de control, incluida la caza y eliminación.

Los perros callejeros, sin dueño, semi domiciliados y asilvestrados transmiten enfermedades, atacan a la fauna nativa, el ganado y las personas, y se reproducen sin mayor control. Según la Organización Mundial de Sanidad Animal, “la población mundial de perros supera los 700 millones y el 75 % son perros errantes, es decir, que escapan a la supervisión humana”. Casi el 99 % de los casos de rabia en humanos se debe a mordeduras de perros, y los vagabundos contribuyen a mantener la enfermedad.

¿Cómo evitar que la mascota se convierta en una plaga? Todos los análisis apuntan a la responsabilidad humana: entregar los cuidados necesarios para el bienestar del animal, de manera que no termine en la calle o en áreas silvestres buscando alimento. Pero no hay consenso sobre qué hacer con los canes vagos ya existentes, incluidos los que se volvieron salvajes y viven en la naturaleza.

Se trata de un problema extendido en América Latina, con México a la cabeza. Según la Asociación de Médicos Veterinarios Especialistas en Pequeñas Especies de este país, el 70% de los 28 millones de perros existentes vive en la calle. En Perú, el ministerio de Salud calcula que seis millones de canes están en esta situación, y en Chile, un estudio de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Católica, indica que 3,4 millones no tiene tutor conocido.

Sobreviven en malas condiciones, sin vacunas ni cuidados, y regularmente se registran casos de agresiones a personas y animales. En octubre pasado, una guía turística en el norte de Chile murió tras ser atacada por una jauría.

Amenaza para la fauna local

“Estos animales necesitan recursos para vivir. Por ello se apropian de espacios, cambian sus conductas, se vuelven más agresivos y forman sociedades con animales dominantes, parecido a los lobos. Comen la fauna nativa y si no encuentran, los corderos, terneros y animales domésticos, y entran en conflicto con las comunidades”, dice a DW Jaime Jiménez, investigador en vida silvestre de la Universidad de North Texas.

El impacto no solo tiene que ver con la dieta y los ataques. La bióloga alemana Elke Schüttler explica a DW que “por su sola presencia pueden espantar a especies como aves, que gastan energía de más para escapar”. Así van desplazando la fauna local, también al entrar en competencia por el alimento. La investigadora de la Universidad de Magallanes y del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) lidera un proyecto en la isla Navarino, al sur de Tierra del Fuego, que busca entender cómo se mueven y cómo es el intercambio genético entre el callejero y el asilvestrado.

“Hay impactos indirectos como enfermedades y transmisión de parásitos, además de temas conductuales de dominancia. Si un zorro olfatea que hay un perro, se aleja, y también hay conductas más sutiles que repercuten en la preproducción del zorro”, agrega Jiménez.

La polémica caza de perros

En Chile, la cámara de diputados acaba de rechazar un proyecto de ley que declaraba a los perros asilvestrados como especie exótica invasora, lo que abría la puerta para su cacería y matanza. Esta medida, que se ha usado en países como Australia, despierta polémica.

“Los perros también son animales que sufren y sienten como nosotros y como las especies nativas, por lo que no es ético pretender acabar con la vida de unos para salvar la de otros”, señala a DW José Binfa Álvarez, encargado de Incidencia de la Fundación Abogados por los Animales (APLA), de Chile.

“Si dices que vamos a matar perros, la respuesta es tremenda, pero si ves un perro atacando a un guanaco, también es fuerte. No se ha tratado el tema con la profundidad que necesita, sino que se ve de manera sensible, en vez de entender la causa y qué es lo que pasa”, contrasta Jiménez.

El investigador de la Universidad de North Texas explica: “Los animalistas y veterinarios se preocupan del bienestar del individuo, mientras que los ecólogos nos preocupamos del bienestar de las poblaciones y de los ecosistemas, y cuáles son las consecuencias macro de un problema. Pero es un tema difícil, pues matar perros tiene que ver con la percepción de mascotas”.

“El conservacionista también quiere proteger a los animales, pero no a nivel individual, sino a nivel poblacional, y además a las especies nativas”, corrobora Schüttler, y agrega que “si se puede o no cazar un perro es algo que está en una zona gris. Por una parte, el dueño comete un error si deja su mascota suelta. Pero por otra, no se puede matar al animal doméstico de una persona. Además, es difícil definir qué es un perro asilvestrado, porque se mezclan los movimientos de ambos”.

La investigadora del CHIC estima que eliminar perros asilvestrados sería de ayuda, pero, además del debate que genera, no es tarea fácil: “En mi investigación tengo problemas para capturarlos y ponerles un collar de seguimiento satelital, ya que son extremadamente inteligentes”.

Eliza Ruiz Izaguirre, investigadora mexicana en ciencias animales, indica a DW que “con base en los estudios científicos no es efectivo cazar a los perros; primero porque la mayoría tiene un vínculo con las personas, aunque de lejos parezcan asilvestrados y segundo, y más importante, porque al dejar vacío un nicho ecológico, rápidamente será reemplazado por otros perros. Entonces, no se ataca la causa del problema”.

Más investigación y responsabilidad

Para José Binfa es prioritario aplicar efectivamente la ley y potenciar medidas como “la educación en tenencia responsable, el control reproductivo, el registro de animales y, sin duda, la fiscalización. No obstante, esto no se cumple en gran parte del país”.

“Reconocemos que los ataques de perros son un problema, pero cuando esto está asociado a perros que deambulan libremente, cuyos tutores no ejercen una tenencia responsable o derechamente los han abandonado, hay que atacar la causa y no la consecuencia, es decir, sancionar la irresponsabilidad humana”, agrega el representante de APLA.

“No hay una sola medida efectiva, sino que en cada lugar se tienen que tomar varias medidas que sean aceptadas y apoyadas por la comunidad local. Controlar con su ayuda la población de perros también puede ayudar”, señala Ruiz Izaguirre. La investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán y la Universidad de Wageningen, Países Bajos, estudia perros de pueblo en la costa mexicana. Allí, para proteger los nidos de tortuga, recomienda “proveer a los perros de suficiente alimento rico en grasa y proteína y que se les restrinja por las noches, que es cuando suelen salir a buscar huevos”.

Ruiz ha participado largo tiempo en el Proyecto Mazunte, una colaboración entre veterinarios, estudiantes y voluntarios de Estados Unidos, que viajan a comunidades rurales de la costa mexicana del Pacífico a hacer esterilizaciones. Han logrado controlar las jaurías que antes dominaban las playas y consumían huevos y crías de tortuga marina, y hoy se ve un aumento en el número anidaciones.

Seguir investigando el tema es clave para contar con diagnósticos de acuerdo con realidades específicas y tomar medidas basadas en la evidencia. Jiménez recomienda establecer mesas de trabajo con todos los sectores -científicos, técnicos, ambientalistas, animalistas, agricultores, ganaderos, comunidades y organismos públicos- para establecer programas de investigación y control. Y para ello, el estado debiera asignar mayores recursos.

Educación y concienciación desde la infancia, campañas que acerquen el tema a la comunidad, leyes más restrictivas, multas más altas y programas de esterilización masiva, como en Países Bajos, son acciones que contribuyen a que no haya perros vagos.

Fuente: DW.

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