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Secuestros, una “industria criminal” en Latinoamérica

Secuestro. Foto: Semana.com

Secuestro. Foto: Semana.com

El secuestro del padre del jugador del Liverpool Luis Díaz ha puesto el foco en estos delitos, un fenómeno inquietante en la región. En América Latina, expertos lo describen como un “negocio millonario”.

El 28 de octubre (2023), el delantero colombiano del FC Liverpool, Luis Díaz, recibía la noticia que sus padres habían sido secuestrados en el municipio colombiano de Barrancas por parte de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), actualmente en negociaciones de paz y cese al fuego. La madre del jugador fue liberada poco después, pero los secuestradores se llevaron al padre a la aledaña Serranía del Perijá, en la frontera con Venezuela. El suceso ha puesto sobre la mesa este tipo de delitos, un fenómeno recurrente en toda la región.

“El secuestro ha sido un negocio millonario en América Latina, uno de los delitos que encontró en esta región todo un paraíso y las condiciones para prosperar”, indica a DW el doctor Ricardo Sosa, criminólogo y experto en seguridad pública y nacional de El Salvador

Una “industria criminal”

“Durante el presente siglo, siete de cada diez secuestros en el mundo fueron en América Latina, lo cual generó toda una industria criminal, y al mismo tiempo oportunidades de negocios”, señala Sosa, en referencia a agencias de seguridad, blindaje de vehículos, venta de armas, chalecos antibalas, equipos de protección, entre otras actividades.

De forma similar, Salvador Martí, investigador del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), apunta específicamente a que el secuestro es uno de los nichos de negocio de las redes ilegales, más allá incluso de tener un negocio vinculado al narcotráfico. No obstante, aunque muchas veces tiene que ver con conductas ilegales o es articulado de forma profesional, el secuestro también puede ocurrir por un clima de impunidad, con pequeños grupos haciendo dinero con eso, añade Martí.

Combinación de factores

En este sentido, los secuestros han prevalecido en la región debido a una multiplicidad de factores, entre los que se incluyen altas tasas de corrupción e impunidad, así como la infiltración del crimen organizado en las estructuras estatales.

“Es una manera muy fácil de obtener altas ganancias y estos grupos saben que el riesgo que los atrapen es bajo, así que en este escenario las guerrillas y narcotraficantes han encontrado una forma de financiamiento”, indica Sosa.

Un segundo aspecto es “el incremento paulatino de estratificación social y desigualdad”, indica Martí, que influye en que una parte de la población sea más vulnerable y objetivo de extorsiones. Desde el punto de vista de Sosa, el secuestro también viene aparejado con “la evidencia de violencia social y estructural, así como de conductas antisociales”, y a una “cultura de la ilegalidad”.

Así, el alto grado de inseguridad, sumado a la concentración de varios tipos de violencia, una institucionalidad débil y una frágil cohesión y tejido social, han conducido a países de la región a ser más propensos a sufrir este fenómeno. En el caso de lugares con presencia de carteles de droga o grupos paramilitares como Ecuador o Colombia, el secuestro que se da es además de tipo territorial, y de “rentabilidad inmediata” a base de miedo y coerción, dice a DW Juan Carlos Torres, académico en la Universidad Don Bosco de El Salvador.

En este sentido, este y otros tipos de secuestro han proliferado en distintos puntos del continente, como en El Salvador, apunta Torres, donde grupos de pandillas extorsionan a pequeños y grandes empresarios con un ingreso como contraparte.

Contextos vulnerables

Bajo este paraguas de múltiples causas, también se encuentran contextos específicos para que este fenómeno prolifere, como conflictos armados, crisis políticas y entornos económicos adversos, según Adrián Ancira, de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado.

En este sentido, los flujos migratorios en la región han sido un foco de alta vulnerabilidad para el secuestro, con grupos criminales controlando extensas zonas fronterizas, lo que “en muchas ocasiones deriva en el secuestro de migrantes con fines de explotación laboral o como medio de estafa”, comenta Ancira a DW.

Proliferación del fenómeno

Pese a la falta de cifras actualizadas, los últimos datos disponibles de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), correspondientes a 2018, indican que Ecuador, México, Haití encabezan los países en cada subregión con mayores tasas de este delito por cada 100.000 habitantes.

De hecho, Colombia, un país golpeado por un conflicto interno de cinco décadas que ha dejado un saldo de 7,7 millones de desplazados, según ACNUR, registró de enero a septiembre de 2023 un aumento del 70% de las víctimas de secuestro, según el Ministerio de Defensa del país. Son 241 personas secuestradas en los primeros nueve meses del año, respecto a las 141 víctimas del mismo período del año anterior.

En México, por su parte, en septiembre de 2023 se produjeron 83 secuestros, según la asociación Alto Secuestro. La cifra alcanza las 5.875 víctimas de secuestro en el acumulado de la presente administración – entre diciembre de 2018 y septiembre de 2023 -, lo que representa 3,3 secuestros en promedio por día, según esta organización.

Otros organismos, como el grupo Control Risks, detallan un incremento significativo de secuestros en Chile desde el 2020 -originado por grupos locales con un alto grado de violencia, y en Brasil, con secuestros exprés, en el cual se retiene a una persona por unas horas mientras entrega dinero de sus cuentas bancarias.

Fuente: DW.

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