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Humedales y turberas patagónicas, tema de debate en Europa

El Parque Karukinka en la Patagonia Chilena. Foto referencial. DW.

El Parque Karukinka en la Patagonia Chilena. Foto referencial. DW.

Invisible a ras de suelo, una turbera es un humedal que crece hacia adentro. Una conferencia en Europa quiere impulsar la protección de este ecosistema, en un 88% intacto. DW habló con una especialista de la Patagonia.

“Si paras a una persona en una calle cualquiera de Chile y le preguntas qué es una turbera es muy posible que no sepa lo que son estos ecosistemas”, dice a DW, en Bruselas, Nicole Püschel, de la Wildlife Conservation Society (WCS). En un momento crucial para el cambio climático, la importancia de estos ecosistemas invisibles -que crecen hacia el subsuelo y que almacenan tanto dióxido de carbono como toda la biomasa forestal del planeta- va en aumento.

A la conferencia en Amberes “Power to the Peatland” (19-21 de septiembre en Amberes) Nicole Püschel trae al corazón de Europa la experiencia del Parque Karukinka, en el sector chileno de la Isla Grande de Tierra del Fuego, en la Patagonia. Se trata de un parque donado al WCS para su conservación.

Una capa milenaria en peligro

“Tenemos 300.000 hectáreas en el Parque Karukinka. En él hay 90.000 hectáreas de turbera”, afirma Püschel. Esas hectáreas, aún intactas, están bajo la presión de los mercados internacionales.

“La turba de las turberas está en los plantines que utiliza la horticultura internacional. En Chile, el código minero reconoce a la turba como un material concesible, y el código de minería está por encima de la tenencia de la tierra, estatal o privada. La minería de turba es una amenaza importante, pues una vez que ésta se produce, no se puede ir atrás”, afirma Püschel.

Las turberas -que son la parte de un humedal donde se concentran materia y desechos orgánicos traídos, por ejemplo, de la lluvia- se han perdido para siempre en 119.377 hectáreas de Canadá, en Asia (160.000 ha), Indonesia (20.494 ha), Rusia (20.800 ha), Congo (18.157 ha), Finlandia (8.3313 ha), en Alemania (1.839 ha), y en Perú (7.651 ha). La mayor causa de esa pérdida es el drenaje del agua que acumula esta clase tan especial de humedal, que puede estar tanto en un bosque, como en un pastizal, así como en la selva, o en un manglar.

Una conferencia basada en malas experiencias

La conferencia de Amberes, con auspicio de varios institutos europeos, pretende que la experiencia de países nórdicos -Alemania, Holanda, Bélgica- que le “ganaron” hectáreas a sus humedales, mayormente para la ganadería y la agricultura intensivas, sirva de advertencia para todos aquellos que aún cuentan con humedales y turberas en buen estado. Aunque “es difícil proteger lo que no conoces”, se afirma en el recién publicado “Peatland Atlas”, encargado por la Fundación Heinrich Böll y llevado a cabo, entre otros, por Global Peatland Initiative y el Greifswald Mire Centre.

Según Hans Joosten, del Greifswald Mire Centre, se tiene evidencia de que un 12% de las turberas mundiales se han perdido para siempre. Pero el 88% de ellas sigue ahí. “Son una bomba que crean más daño si no están”, afirmó Joosten en una conferencia, refiriéndose al CO2 que emitiría la capa al destruirse. Basándose en estudios, subraya que en las últimas décadas 30 millones de personas han sido desplazadas a causa de la sequía -por obra humana- de los humedales. Y hasta 2050, de seguir el mismo curso, serán 50 millones.

En Europa, particularmente en el norte de Alemania, se han empleado muchos recursos para reinyectar las turberas y lograr, mínimamente, que vuelvan las especies que ahí vivían y anidaban, y que fueron desplazadas por la sequedad ocasionada voluntariamente por el drenaje. Éste, para ganar suelo para la agricultura (palma africana, soya, cacao, caucho, café, biomasa), es el principal actor económico de pérdida de humedales, también de aquellos de turbera.

Asimismo, la inminente extracción de minerales como el litio, del triángulo andino entre Chile, Bolivia y Argentina, pondrá en peligro a humedales y turberas. ¿En qué medida? Aún no se sabe.

¿Para qué esperar a reparar?

Muchos de los países de América Latina y el Caribe aún no se han ocupado lo suficientemente de su suelo. Por lo pronto, se sabe que hay 26.019 hectáreas de turberas en bosques tropicales entre Colombia, Chile, Perú, Brasil y Argentina.

“En el Triángulo del Litio, en la región cordillerana de los Andes, el litio está en humedales. Necesitamos investigación para determinar cuánta parte de esos bofedales son turberas que requieren protección. Va a depender de la definición”, subraya Nicole Püschel.

Por definirse está aún a partir de cuántos centímetros de capa orgánica -diez, veinte, treinta, o cien- un humedal puede considerarse como turbera. “Pero hay que pensar que un metro de turba representa aproximadamente mil años de acumulación de carbono. En escala humana, no puedo volver atrás, aunque luego se realicen actividades de rehidratación para restaurar”, afirma Püschel, puntualizando que el nivel de conciencia en América Latina y el Caribe va en aumento a medida que se detectan más humedales de turbera, en parte, un legado de la era glacial.

Hablando de sus expectativas hacia Europa, “lo que tenemos que hacer”, dice Püschel a DW, “es no esperar a degradarlas para después restaurarlas. Esto requiere recursos que el sur no tiene. Necesitamos mecanismos para proteger esos ecosistemas y Europa lo sabe”, concluye.

Fuente: DW.

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