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Todas las mentiras del Titán (y tres veces de la palabra “muerte” en el contrato para viajar)

Ni fue diseñado por la NASA, ni tenía baliza de localización. Foto: Archivo.

Ni fue diseñado por la NASA, ni tenía baliza de localización. Foto: Archivo.

La intempestiva caída del servidor de OceanGate, la dueña del Titán, es otra muestra más de la hecatombe en la que está inmersa esta empresa. Confirmada ya la muerte de las cinco personas que estaban en el sumergible, queda por saber las razones de lo sucedido en el viaje hacia las profundidades del Titanic.

Todo indica que sufrió una “implosión catastrófica”, es decir, el aparato colapsó hacia dentro y tanto pasajeros como tripulación perecieron por esta razón. El aparato de 6,7 metros hecho con fibra de carbono y titanio no habría soportado las enormes presiones que se producen a cerca de 3.800 metros de profundidad. Tras el fin del oxígeno, queda la pena de los deudos, las preguntas de las autoridades que han impulsado un millonario y fallido rescate, las demandas judiciales que pueden acabar con OceanGate… y el cuestionamiento a una empresa que contó más de una mentira.

Primera mentira

La primera mentira del Titán es insinuar -en vídeos y redes sociales- que el aparato había sido diseñado por algunas de las instituciones más prestigiosas del planeta. En su publicidad se utilizaban los nombres de la NASA, Boeing y la Universidad de Washington. La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) aclara que “ni fabricó ni probó” el pequeño submarino. Ni en sus instalaciones ni por su personal.

Exageraban siempre. Llegaron a publicar en un comunicado de prensa de 2020 que “el Marshall Space Flight Center de la NASA, servirá como la instalación donde se completará el desarrollo y la fabricación de un nuevo casco de grado aeroespacial”. Las fechas del desarrollo final del Titán coinciden, ciertamente, con el confinamiento.

La NASA ha añadido más datos a su desmentido: “Por la seguridad de los miembros de nuestro equipo durante la pandemia de Covid-19, así como por los recursos y la disponibilidad limitados, los ingenieros de Marshall de la NASA sólo participaron de forma remota en reuniones de intercambio técnico con OceanGate, brindando consultas sobre materiales y procesos de fabricación basados en estándares de la industria”. Es decir, los dueños de OceanGate se atrevían a hacer ese reclamo publicitario sólo por hacer videoconferencias.

El mencionar a Boeing añadía quilates a su oferta. A pesar de que su fama está asociada a los grandes aviones, desde los años 70 el fabricante diseña submarinos tripulados y no tripulados de prestigio, incluido el muy esperado Orca, de 26 metros y autonomía de meses. Le llamó “socio de la industria… y colaborador en diseño e ingeniería”. Boeing lo ha negado rotundamente.

La otra institución involucrada, la Universidad de Washington, ha explicado que ayudaron a OceanGate pero sólo en el desarrollo del Cyclops I, otro sumergible pero que sólo llega a 500 metros de profundidad. El Titán presumía de llegar a los 4.000.

Sumergible perdido. Foto: El Mundo.

Dudas existieron siempre

Las dudas sobre la seguridad del Titán existieron siempre. Pero el presidente y cofundador de la empresa, Stockton Rush, en cada ocasión en que le atacaban por ello, salía con el argumento de que la cabina había sido creada en asociación con estas empresas. La NASA le desmiente de nuevo: “No otorgamos ninguna certificación para el proyecto ya que OceanGate era la autoridad técnica”. El único que controlaba a OceanGate era OceanGate.

Al navegar en aguas internacionales no estaba sometido a ningún control. Ninguna autoridad oficial certificaba su capacidad para sumergirse a las profundidades del Titanic. Los que lo veían aseguraban que era más una construcción de MacGyver, el personaje de televisión de los 80 famoso por reparar todo con chapuzas imposibles, que una pieza de alta tecnología.

El Titán estaba controlado por un mando parecido al de la PlayStation 4. Ni siquiera. Era uno de la marca Logitech adaptado como pieza de control. Con luces de neón internas que parecían salir de las rebajas de Leroy Merlin. Bastaba comparar al Titán con el submarino que usó James Cameron para llegar al Titanic para darse cuenta de la enorme diferencia en cualquier aspecto. Como poner en un circuito a competir un Ferrari con un Dos Caballos.

Lo que nadie puede dudar es que Stockton Rush creía firmemente en su aventura. No sólo era un oficinista. Él formaba parte de la tripulación. Es uno de los cinco fallecidos en la tragedia. Este ingeniero aeroespacial por Princeton siempre fue al límite. Ahora se repite una frase suya para justificar la carencia de certificaciones oficiales del vehículo subacuático: “La seguridad es solo puro despilfarro”. Esposo de una descendiente de las víctimas del Titanic, murió junto a su segundo, el francés Paul-Henri Nargeolet. Su apodo también es premonitorio. Nargoleot era Mr. Titanic. Había realizado 35 exploraciones en la zona de naufragio del gran buque.

También fallecieron los multimillonarios británicos Hamish Harding, de 58 años, y Shahzada Dawood, 48, que viajó con su hijo. Por cierto, Suleman, de 19 años, estaba aterrado por el viaje. Ellos pagaron 750.000 dólares por embarcar, 250.000 cada uno.

Rush, egocéntrico y calculador, no quería voces discordantes en su empresa. El exdirector de operaciones marinas en OceanGate, David Lochridge, fue muy crítico con el proceso constructivo.Pedía más pruebas para poder seguir. Para que un ser humano pudiera sumergirse a “profundidades extremas”.

Lo puso todo por escrito. Lochridge fue demandado por revelación de secretos corporativos. Él hizo una contrademanda por despido injustificado: sólo se preocupaba por aquello que a Rush parecía no importarle. Ese “despilfarro” llamado seguridad. El Titán -ya se ha descubierto- no tenía siquiera una baliza de localización.

Titán, submarinp. Foto: BBC Mundo.

El arrepentimiento de Cameron

James Cameron, el director, también sabe de submarinos y se arrepiente de no haber sido más crítico con Rush. Era especialmente escéptico con el material del casco: fibra de carbono y titanio. “Pensé que era una idea horrible. Ojalá hubiera hablado, pero asumí que era más inteligente que yo, ya sabes, porque nunca experimenté con esa tecnología, pero sonaba mal de primeras”, ha dicho. La fibra de carbono puede funcionar en el espacio, pero no hay suficientes pruebas como para saber si puede soportar la presión de las profundidades del mar. Gracias a Cameron se sabe ya que estas dudas las conocía el propio Rush.

“Varios de los principales actores en la comunidad de ingeniería de inmersión profunda incluso escribieron cartas a la compañía, diciendo que lo que estaban haciendo era demasiado experimental para transportar pasajeros y que necesitaba ser certificado y así sucesivamente”, ha apuntado Cameron. El cineasta sabe de lo que habla, él mismo es parte de esa industria. Es copropietario de la empresa de submarinos Tritón, con sedes en Florida (EE. UU.) y aquí en Barcelona.

Justamente desde la Ciudad Condal ha salido uno de los pocos en defender a Rush, el otro cofundador de OceanGate, el argentino Guillermo Sohnlein. Se acaba de mudar y desde Cataluña señala que han sido 14 años de investigación y que, “la seguridad era un elemento clave”. Hoy mantiene una participación minoritaria. Abandonó las riendas de la empresa hace una década.

Los tripulantes y los pasajeros del Titán sabían claramente que el riesgo de morir existía. En el contrato para realizar el viaje, según testimonio de los pasajeros que lo hicieron antes, la posibilidad de “muerte” durante el viaje estaba escrita tres veces en la primera página.Fueron 46 los que la firmaron antes.

Fuente: El Mundo.

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