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Argentina: pobreza, inflación y aumento de tarifas
Una persona buscando residuos en un basurero en Buenos Aires. BBC Mundo
Los argentinos están acostumbrados a las crisis. La constante escalada de precios los obliga a vivir modestamente. Pero la hiperinflación actual y la escasez de gas les dificultan aún más la vida en este invierno.
El frío pega duro en la Avenida José Antonio Cabrera, en el barrio de Palermo, en Buenos Aires. Sobre todo por la mañana y por la noche, cuando los rayos del sol todavía no brindan protección de las temperaturas invernales, el termómetro puede marcar grados bajo cero. A pesar de eso, varios comercios de fruta y verdura están abiertos.
En uno de ellos, el dueño, Martín González, lleva puesto un pulóver grueso, una chaqueta de invierno y una gorra de lana. Aquí no hay calefacción y la puerta está abierta permanentemente. “Eso tiene que alcanzar. No tiene sentido calefaccionar el negocio. Si cerramos la puerta, los clientes ya no pueden ver nuestros productos. Y nosotros vivimos de la clientela que pasa por aquí”, explica.
Las personas más pobres, en los barrios marginales, luchan aún más con los altos precios de la energía. En los últimos días, más de medio millón de argentinos se registraron para poder seguir recibiendo el subsidio estatal para el gas y la electricidad, que ayuda a las personas de menores ingresos a no quedarse sin esos servicios básicos porque no pueden pagar la factura.
Dramática depreciación del peso argentino
En Argentina, la crisis económica es permanente y dramática. En las últimas semanas, el peso argentino perdió claramente valor ante el dólar. Hace unos 10 días, por 100 dólares se pagaban 25.000 pesos en las casas de cambio. Entretanto, por esa suma se obtienen 34.000 pesos. Una pérdida de casi un 33 por ciento en el llamado “dólar blue”, cuya cotización es decisiva para la vida económica del país, ya que influye directamente en los precios.
Los alimentos, el combustible, el transporte, en realidad, todo se encarece cada vez más. Los precios de los productos se cambian semanalmente, e incluso a diario. El Gobierno argentino del presidente Alberto Fernández trata de tomar medidas contra eso. Hace unos días se realizó un cambio en la cúpula del Ministerio de Economía. Martín Guzmán fue reemplazado por Silvina Batakis, quien ha estado ocupada tratando de calmar de alguna manera a los mercados desde el primer día. Hasta ahora sin éxito.
Todo gira en torno al dólar, y a cómo conseguirlos. Ahorrar en pesos ya casi no tiene sentido, porque la tasa de la inflación aniquila el valor de los ahorros. Por eso, muchas personas tratan de obtener dólares.
“A la Argentina le robaron”
Hace tiempo que en el país se debate quién es culpable de la situación. “A la Argentina le robaron”, dice a DW el dirigente social Juan Grabois, referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos y de la Confederación de Trabajadores de la Economía. La culpa, según él, es del crédito de miles de millones del Fondo Monetario Internacional (FMI), que tomó el gobierno anterior de Mauricio Macri. Ese crédito es la causa de la inmensa deuda externa del país.
En eso discrepa Rebeca Fleitas, diputada del partido liberal populista La Libertad Avanza, liderado por el mediático y polémico economista Javier Milei. En entrevista con DW, Fleitas dice que la falla está en el actual modelo económico de Argentina, que sigue haciendo retroceder al país: “Nuestro sistema económico está enfermo. El sector privado es demasiado débil, producimos demasiado poco. Y encima tenemos un aparato estatal demasiado inflado”.
Sin embargo, el debate sobre quién tiene la culpa de la actual debacle en Argentina no ayuda a los argentinos. Según las cifras más recientes, el 37,2 por ciento de la población argentina vive por debajo del umbral de la pobreza, lo que corresponde a la enorme cifra de 17,4 millones de personas. Para ellos, la actual tendencia inflacionaria es una catástrofe humanitaria, porque los pocos pesos que tienen se están volviendo cada vez menos valiosos.
No importa lo duro que trabajen, ya no tienen lo suficiente para sobrevivir. Las consecuencias son también una creciente criminalidad e inseguridad en las calles. La lucha por la supervivencia se vuelve cada vez más difícil y la brecha en la sociedad es cada vez más profunda.
Fuente: DW.
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