Mundo
9/11: El día que el rumbo de la historia cambió y el rol que tuvo la prensa
El 11S y los medios de comunicación. Foto Ilustrativa.
Hoy no hay dudas de que colapso de las Torres Gemelas fue el evento que cambió el rumbo de la historia e inició una nueva era para la humanidad.
Recuerdo que aquel 11 de septiembre de 2001 me encontraba trabajando a un par de kilómetros del evento. Cuando impactó el primer avión casi nadie le dio mucha importancia, incluso bromeábamos que quizás se trataba de nuestro jefe, que piloteaba su propio jet. Lo primero que decían en las radios y en las noticias era que quizás se trataba de un accidente, como el otro que había ocurrido anteriormente. Pero toda esa perspectiva en menos de 10 minutos cambió cuando impactó el segundo avión; ahí ya se hablaba directamente de un ataque terrorista.
Inmediatamente después del segundo impacto todos, azorados, nos quedamos prendidos al televisor. Cuando colapsó la primera torre ya comenzó a sentirse el pánico generalizado. Una atroz humareda imperaba en las calles. ¡Estados Unidos estaba siendo atacado!
Casi inmediatamente el gobierno pronunció a Osama Bin Laden como al principal sospechoso. El resto de lo que pasó es historia…
Muchas son las dudas que surgieron con relación a los ataques. La Internet está llena de varias teorías de lo que ocurrió y cómo fue que cayeron las dos torres, el edificio No. 7 y el ataque al Pentágono. Incluso hace poco, Biden ordenó una nueva investigación de los hechos, pero, hoy aquí, no es lo que ocurrió de lo que me gustaría hablar, sino de cómo cambió eso nuestra historia y del papel que jugó la prensa.
Las consecuencias siguientes fueron devastadoras para las libertades de los ciudadanos en Estados Unidos, principalmente al aprobarse la ley del ‘Acta Patriota’, por el cual ciertas garantías constitucionales quedaban suspendidas. La otra consecuencia fue la invasión de Afganistán y de Irak.
Era Bush
En la era de Bush se institucionalizó la tortura en Guantanamo y con Obama se llegó incluso a legalizarla. Durante la administración Obama se ejecutó a Bin Landen, en un operativo del que la prensa dio una versión que posteriormente debió ser rectificada, ya que el equipo de los Navy Seals sí tuvieron la oportunidad de capturarlo, pero recibieron otra orden. Obama finalmente celebró esa ejecución.
El ‘Acta Patriota’ pasó a facultar al gobierno a detener a cualquier ciudadano indefinidamente ante la simple sospecha, y sin el derecho a un abogado (por razones de ‘seguridad nacional’).
Más adelante, todavía bajo el régimen de Obama, el mundo supo de la noticia, gracias a Edward Snowden, que el gobierno estaba espiando a todos sus ciudadanos. Sin embargo, a pesar de que los altos mandos del Departamento de Seguridad Nacional hayan mentido y cometido perjurio ante el Congreso Nacional, no hubo consecuencia alguna.
Durante la era de Bush se hizo también otra cosa insólita: “se declaró la guerra contra un concepto” (el terrorismo).
Invadir Afganistán resultó ser bastante fácil, debido al estado emocional del pueblo en general que buscaba que alguien pague por los daños del 9/11. Sin embargo, las cosas no terminaron ahí ya que pronto se inició una campaña para invadir Irak, con la excusa de que los iraquíes tenían ‘armas de destrucción masiva’.
Sin precedentes, el gobierno había tomado una decisión para la que luego se ajustaron los informes de inteligencia de modo a apoyar y justificar la narrativa oficial.
Los medios de comunicación
En cuanto a la Prensa, no fue la primera vez que los medios promovieron o se prestaron a una guerra. Baste recordar que la guerra de 1898, de Estados Unidos contra España, fue propiciada principalmente por un magnate de los medios de comunicación, William R. Hearst (inmortalizado luego por la película Citizen Kane).
En oportunidades más recientes, el 6 de septiembre de 2002 el periódico The Philadelphia Inquirer publicó defendiendo la necesidad de invadir Irak: “Tiempo de presentar el caso”; el 8 de septiembre tanto el Washington Post como el Los Angeles Times iniciaron su campaña más directa en apoyo a la versión del gobierno para la guerra. USA Today ya había comenzado con su parte aún mucho antes, anunciando que la guerra contra Iraq era inevitable. El 10 de octubre el Washington Post publicó “Listos para la guerra”.
Todos los grandes medios de comunicación promovían vehementemente la versión del gobierno. Solo el periódico Knight Ridder de Philadelphia se atrevió a desmentir la versión del gobierno con una campaña que sostenía que el gobierno estaba mintiendo y que no había armas de destrucción masiva en Irak y tuvieron que pagar un alto precio con todos los ataques que recibieron del resto de la “prensa libre”. Solo después de un año y medio se hizo evidente lo que las investigaciones de Jonathan Landay, Warren Strobel, Joe Galloway y John Walcott del Knight Ridder estaban diciendo la verdad: “No había armas de destrucción masiva”. A estas alturas el daño ya estaba hecho.
Desde hace algún tiempo el periodismo se ha venido convirtiendo en un instrumento del poder para dejar de ser un contra poder. Como efecto, miles de soldados americanos perdieron la vida, se gastaron unos tres trillones de dólares…
El 26 de mayo de 2004 el New York Times se disculpó con sus lectores y The Guardian hacía su eco con el título “Nos equivocamos con Irak”.
En consecuencia, ante las recientes evidencias, hoy podemos concluir que los medios de comunicación masiva están en manos de grupos empresariales que mueven a sus editoriales conforme a sus intereses.
Hoy, el negocio de los medios de comunicación ya no está en informar, sino en desinformar, destruir la verdad y vilipendiar a cualquiera que se opone a sus narrativas. Hoy los periodistas mienten descaradamente y luego solo bastan unas frías disculpas (para aquellos que se disculpan).
Con la caída de las Torres Gemelas se inició una segunda especie de terrorismo. En definitivas el evento del 9/11 cambió al mundo que conocíamos. En la actualidad enfrentamos una guerra contra un virus con los mismos vicios prestados del 9/11, donde la desinformación es reina y las libertades importan muy poco, aunque en realidad muchos desconfían de los gobiernos y otros muchos no confían en la prensa.
Así como hace dos décadas atrás se tomaba una decisión y luego se ajustaban los reportes de Inteligencia a ella, hoy parece que estamos en lo mismo. No es la información ni son los datos los que conducen las decisiones, sino más bien se siguen los viejos vicios de la miseria humana.
Hace poco, el 26 de agosto, el Dr. Robert W. Malone, inventor de las vacunas mRNA, denunciaba en un tuit a la FDA diciendo que “las reglas son ahora irrelevantes… están abiertamente sustituyendo esperanza por datos, coaccionados por mandatos autoritarios”.
A nosotros nos queda reflexionar sobre los efectos de una ‘historia’ construida con la innoble participación de los medios de prensa, recordando que la transparencia y la libertad de prensa son fundamentales para toda democracia. La prensa, de ser un contrapoder pasó a ser un elemento del establishment.
La brutalidad del 9/11 sirvió para justificar una serie de abusos, y además para ir mucho más allá moralizando lo inmoral.
Los desafíos del siglo XXI vienen trayendo consigo los mismos signos que ya vimos en los sucesos desencadenados por el 9/11.
Es inadmisible que teniendo ‘todos los platos rotos’ ante nosotros la excusa de tantos medios, al final de la jornada, sea simplemente “nos equivocamos”.
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