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Tres grandes desafíos que enfrenta Reino Unido a 5 años del Brexit
Brexit. Foto: Getty Images.
Quienes vivían en Reino Unido hace cinco años cuentan que los días posteriores al referéndum que marcó el inicio del Brexit se notaba tensión en las calles. El ánimo fuera de las fronteras del país era de conmoción.
El 23 de junio de 2016, 17,4 millones de británicos votaron a favor de abandonar la Unión Europea, un 51,9% de la población, frente a los 16,1 millones que lo hicieron por la permanencia en el bloque comunitario, un 48,1%.
Un resultado ajustado que en los años posteriores tendría una enorme transcendencia política y dejaba fuera a uno de los miembros más antiguos de la Unión Europea.
Quienes se aferraron al “No” argumentaron que querían librarse de la “pesada carga de laburocracia europea y la sobrerregulación”, además de querer un mayor control en la política migratoria.
Los del “Sí” veían en el proyecto comunitario un paraguas diplomático, acceso ilimitado a un mercado de 500 millones de potenciales clientes y una forma de frenar las aspiraciones independentistas de escoceses e irlandeses, entre otras cosas.
La salida del bloque europeo se completó el 31 de diciembre de 2020, lo que puso fin a una relación de 47 años.
Con el divorcio ya firmado y ahora que el polvo de las ásperas trifulcas políticas vividas en los últimos años se asienta, repasamos los distintos desafíos con los que se está enfrentando Reino Unido en su andadura en solitario.
1. Diplomacia: encontrar su lugar en el mundo
Reino Unido ya es miembro de importantes organizaciones internacionales. Se sienta en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, es miembro del G7 —el grupo formado por las siete naciones más ricas del mundo—, forma parte del G20, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), por nombrar algunas.
Y, sin embargo, los expertos consultados por BBC Mundo coinciden en que el país se encuentra en una nueva búsqueda de su identidad global fuera del bloque de la Unión Europea.
“Como es lógico, tras el Brexit aspira a recobrar protagonismo en la esfera internacional. En algunos ámbitos en los que tiene ventaja comparativa, como el de seguridad y defensa, puede desarrollar estrategias de influencia con éxito. En otros, sin embargo, le va a resultar mucho más difícil”, cree Enrique Feás, investigador principal del Real Instituto Elcano.
Y es que su salida del bloque europeo significa estar fuera de la “posición común”, una especie de paraguas en el que los países de la Unión acuerdan respuestas diplomáticas conjuntas que en la práctica evita represalias concretas a un solo país.
Un país pequeño rodeado de bloques poderosos
Esto obligará a Reino Unido a posicionarse en cuestiones geopolíticas, por ejemplo, respecto a China o a Rusia, de una forma mucho más marcada y con mayor coste político que cuando actuaba junto a la UE, señalan los expertos.
“Con el Brexit, Reino Unido ha ganado libertad de decisión pero ha perdido capacidad de influencia, sobre todo en políticas globales”, dice Feás.
“Antes del Brexit el peso de Reino Unido en la estrategia de la Unión Europea se manifestaba de forma muy clara en algunas cuestiones. Podía obtener resultados multilaterales sin necesidad de sacrificios nacionales”, añade.
“Ahora, cada vez que intente lograr cualquier objetivo internacional deberá ofrecer algo a cambio. En el mundo actual, Reino Unido es más bien un país pequeño rodeado de bloques poderosos”, explica.
Relación con Estados Unidos
Otra de las relaciones que está por ver cómo se desarrollará es la que mantiene con Estados Unidos.
El pasado 10 de junio, la víspera del inicio de a cumbre del G7 en Cornualles (Inglaterra), tuvo lugar el primer encuentro cara a cara de Boris Johson y Joe Biden.
Ambos líderes aprovecharon para suscribir la versión renovada de la Carta Atlántica firmada en 1941 por Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt y que dio inicio a que se conoció como “relación especial” de ambos países.
En el documento se comprometieron a “apoyar los valores compartidos” y defenderse ante los desafíos “nuevos y antiguos”, sin embargo los expertos convinieron en que palidece al compararla con la Carta Atlántica original.
“Antes, Estados Unidos estaba encantado de tener a un gran aliado dentro de un bloque poderoso como la Unión Europea. Fuera de ella, EE.UU. sigue manteniendo a un aliado importante para algunas cuestiones, pero sin capacidad alguna de influencia en la estrategia europea”, dice Feas.
En este sentido coincide con Ignacio Jurado Nebreda, profesor de Política Comparada en IE School of Global and Public Affairs.
“Para Estados Unidos, Reino Unido es un socio especial. Pero no formará parte de sus prioridades estratégicas”, cree el profesor.
2. Retos económicos: finanzas, trabajadores y acuerdos comerciales
Después de un año de negociaciones centradas en el acuerdo pesquero, en las fronteras con Irlanda,en los derechos de los trabajadores europeos en suelo británico y otras áreas más controvertidas, las autoridades de Reino Unido empiezan a estar preocupadas por el futuro de la industria financiera.
En el corazón de Londres se encuentra la City, uno de los centros financieros más importantes en cuanto a transacciones, equiparable a Wall Street.
En apenas 2 kilómetros cuadrados tienen su sede bancos y servicios financieros de todo el mundo que durante años consideraron la City como su puerta de entrada a Europa.
Pero una de las primeras consecuencias del Brexit en el sector fue la pérdida del “pasaporte europeo”, lo que anuló los derechos de gestión y comercialización de sus productos en el mercado de la Unión Europea. Es decir, perdieron acceso a los clientes europeos.
Los bancos no comunitarios se vieron obligados a abrir sede en Europa y a trasladar gran parte de su personal allí para ofrecer sus servicios.
Dublín y Luxemburgo fueron dos de los ganadores de estos movimientos.
Pérdida de atractivo de la City como centro financiero mundial
Para Nicolas Verón, economista del think thank Brugel Institute de Bruselas, la City ha perdido atractivo.
“Reino Unido era el mejor lugar para hacer negocios financieros, si no en el mundo, pero sin duda en Europa. Creo que sigue siendo atractivo para algunas actividades, pero ya no para otras”, le explica a BBC Mundo.
Verón lo explica de esta manera: antes la City gestionaba clientes domésticos, de Europa y del resto del mundo, pero “dado que ya ha perdido este estatus con la UE, ya no está claro que sea el mejor lugar para hacer negocios financieros en esta región”.
A estas alturas, la pérdida de atractivo como capital financiera global empieza a notarse en algunas cifras concretas.
Según los datos de seguimiento de los servicios financieros de la consultora Ernst & Young, hasta el mes de marzo de este año, el Brexit había provocado en Reino Unido la pérdida de 7.600 puestos de trabajo en el sector y la salida de alrededor de US$1,8 billones en activos de fondos.
Más de una cuarta parte de las 222 empresas de servicios financieros del Reino Unido han apuntado al impacto financiero negativo que el Brexit está teniendo o tendrá en su negocio, dice la consultora.
“Desde el referéndum, 24 empresas de servicios financieros han declarado públicamente que han transferido o planean transferir casi 1,3 billones de libras [US$1,8 billones] en activos del Reino Unido a la UE”, reza el informe de E&Y.
Asimismo, en mayo, informó Bloomberg, el uso de la libra en pagos transfronterizos cayó a mínimos de más una década.
El uso global de la libra es ahora menor que antes del Brexit.
Todos estos datos apuntan a una pérdida de cuota de mercado de la City londinense y revelan que no atraviesa por sus mejores momentos.
Para Verón es sorprendente que “durante el Brexit, el gobierno británico no pareció otorgar una alta prioridad a los servicios financieros”.
“La “disociación” financiera resultante ha dejado a la City de Londres con el pie atrás”, afirmó el economista.
Esto hará que en los próximos años Reino Unido se encuentre con el reto de no perder terreno como referente del mundo financiero.
Otro de los desafíos económicos que enfrentan ya distintos sectores en Reino Unido es la falta de mano de obra.
No hay que olvidar que entre el Brexit y la pandemia de covid-19 Reino Unido ha registrado un éxodo masivo de gente que no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial.
Éxodo masivo
Después de tres décadas con aumentos constantes de la población, la capital británica ha perdido alrededor de 700.000 extranjeros, lo que supone un 8% del total de su población.
Si tenemos en cuenta el cómputo entero del país, los datos del Centro de Excelencia de Estadística Económica muestran que entre el tercer trimestre de 2019 y el de 2020, 1.300.000 personas nacidas en el extranjero han abandonado Reino Unido, volviendo a sus países de origen.
Esta pérdida demográfica junto con unas leyes de inmigración más estrictas está provocando ya la falta de personal en el sector de la hostelería, en el campo o incluso el transporte por carretera.
Un informe de la asociación de Logística de Reino Unido mostró que el 29% de las empresas de transporte creen que no podrán cubrir las vacantes de conductores de vehículos pesados este año.
La Asociación de Transporte por Carretera advirtió que muchos conductores regresaron a sus países de origen durante la pandemia y no se espera que la gran mayoría regrese debido a las reglas de visado más estrictas tras el Brexit.
Algo parecido ha sucedido en el sector agrícola británico, que también se enfrentará a graves problemas si el gobierno no relaja las reglas para los temporeros que normalmente llegaban desde la Unión Europea.
La organización británica para agricultores, terratenientes y empresas en las zonas rurales de Inglaterra y Gales (CLA) afirma que el sector agrícola suele utilizar alrededor de 60.000 jornaleros estacionales por año para recoger y envasar la cosecha.
Pero este año esperan alrededor del 25% de esa cantidad.
El sector de la hostelería ha levantado las alarmas también:no encuentran personal para cubrir todas las vacantes.
La asociación UK Hospitality dijo que actualmente hay un déficit de alrededor de 188.000 trabajadores, y que la escasez de personal de recepción y chefs es “particularmente aguda”.
Así que mientras el gobierno se ha centrado en atraer a trabajadores altamente cualificados, la realidad es que los puestos de menor cualificación para los que conseguir una visa es un proceso muy rígido están sufriendo ya las consecuencias del Brexit.
Lenta firma de acuerdos comerciales
Durante estos cinco años sobre la mesa de los brexiters siempre estuvo la idea deque las transacciones comerciales que se perdieran con la Unión Europea se recuperarían mediante la firma de acuerdos comerciales con otros países.
En definitiva, quienes abogaron por la salida de la UE defendieron que los exportadores siempre tendrían mercados a los que enviar sus productos.
De hecho, este mes de junio, Reino Unido logró un histórico tratado comercial con Australia, que le abrirá las puertas de la región Asia-Pacífico.
Sin embargo, este es el primer acuerdo comercial logrado por Reino Unido tras el Brexit que no es una renovación o modificación de uno ya existente en la Unión Europea.
Y en ese sentido, se situó especialmente en el punto de mira la “relación especial” entre Reino Unido y EE.UU.
Pero para Enrique Feás, del Real Instituto Elcano, “en el ámbito del comercio internacionales improbable que la supuesta “relación especial” vaya a tener recompensa alguna, ya que para esas cuestiones suelen primar mucho más los intereses nacionales que la Historia”, dice.
“Cualquier intento de firmar un acuerdo de libre comercio entre ambas naciones llevará muchos años y estará lleno de obstáculos”, apunta.
3. Retos internos: Escocia e Irlanda del Norte
Una de las primeras advertencias de los analistas cuando se conoció el resultado del referéndum fue que el Brexit podría afectar a la cohesión territorial del país y avivar las tensiones territoriales bajo un posible “efecto llamada” interno.
Ya con los datos desglosados, se vio que escoceses rechazaron dejar el bloque europeo con un 62%, mientras que el resto de Reino Unido votó por el Brexit con un 52%.
Y el Partido Nacionalista Escocés (SNP) no tardó el anunciar que el resultado justificaría una segunda consulta sobre la independencia —la primera tuvo lugar en 2014 y venció el voto por la permanencia dentro de Reino Unido—, porque entonces Escocia sería forzada a dejar la UE “en contra de su voluntad”.
Más adelante, en diciembre de 2019, los resultados de las elecciones británicas, en las que el SNP obtuvo 48 de los 59 escaños posibles, volvieron a poner los focos sobre esa posibilidad. Y la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, pidió al gobierno de Reino Unido negociar la transferencia de poderes que le permitiera a Escocia organizar un referendo de independencia en 2020.
Sturgeon considera que los resultados de las elecciones generales son un “mandato” para un nuevo voto. Y es que la formación que lidera, el Partido Nacional Escocés, obtuvo 48 de 59 escaños posibles.
Con un proceso como ese, Escocia podría hipotéticamente, solicitar su inclusión en la Unión Europea. Sin embargo, estas aspiraciones independentistas tendrán que esperar, tras los resultados de las elecciones parlamentarias de Escocia celebradas a principios de mayo.
El SNP, que ganó 64 escaños, se quedó a las puertas de una mayoría absoluta y Sturgeon aclaró que la prioridad ahora era la gestión de la pandemia del coronavirus, aunque insistió en que el mandato sigue claro.
“Simplemente no hay justificación democrática alguna para que Boris Johnson (primer Ministro británico) o cualquier otra persona busque bloquear el derecho del pueblo de Escocia a elegir nuestro futuro”, subrayó.
“El SNP afirma que los resultados electorales le otorgan legitimidad para un próximo referéndum, ya que la situación ha cambiado con el Brexit”, dice David Alexander Meier, economista de la firma Julius Baer.
Sin embargo, adelanta que una convocatoria electoral para preguntar a los escoceses sobre la independencia no es un evento que vaya a suceder en el corto plazo.
El otro fuego interno que mantiene ocupado al gobierno de Johnson sí es inmediato y se da en otra de las naciones constituyentes de Reino Unido en el que sus ciudadanos también se mostraron en contra del Brexit: en Irlanda del Norte la mayoría votó a favor de permanecer en la Unión Europea.
Las tensiones a los dos lados del canal de la Mancha no dejan de crecer a cuenta del protocolo de Irlanda del Norte, es decir la solución pactada con Bruselas en el acuerdo del Brexit para evitar frontera dura en la isla de Irlanda.
Este era uno de los requisitos recogidos en el Acuerdo de Viernes Santo que selló la paz en 1998 entre católicos y protestantes.
Sin embargo, el Brexit ha reavivado el fantasma de la separación entre Irlanda y la región de Irlanda del Norte.
La Unión Europea advirtió que podría imponer sanciones arancelarias a Reino Unido, con nefastas consecuencias para todas las partes, si el gobierno de Johnson no cumple con el acuerdo.
“Existen incentivos para encontrar una solución, pero puede que esto no ocurra hasta que se produzca una crisis importante e incluso una impugnación legal que termine convertida en una acción arancelaria”, explica Stephanie Kelly, responsable del Instituto de Investigación de Aberdeen Standard Investments.
“Este mes es clave para avanzar, de lo contrario la situación podría prolongarse durante todo el verano”, dice.
El último intento tuvo lugar el 9 de junio, cuando los dos políticos que presiden el Comité Conjunto de Seguimiento del Brexit, el secretario de Estado británico para la UE, David Frost, y el vicepresidente de la Comisión Europea, Maros Sefcovic, se reunieron el Londres.
Pero tres horas y medias de conversaciones concluyeron sin resultado. “No ha habido ningún avance. Vamos a seguir hablando”, aseguró Frost a la salida del encuentro.
“Cinco años después del referéndum las relaciones con Europa todavía están en transición. Europa y Reino Unido están condenados a entenderse”, dice al respecto Nebreda, profesor del IE School of Global and Public Affairs.
“La dificultad sigue pasando por la frontera con Irlanda. Si ese asunto se resuelve definitivamente, las relaciones se podrán recomponer con mayor facilidad. Y si las relaciones se rompieran definitivamente, el Reino Unido sería el que tendría más que perder”, añade.
Fuente: BBC Mundo.
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