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Republicanos fieles a Trump apartaron del liderazgo de bancada a Liz Cheney, su crítica
Liz Cheney.
Los republicanos de la Cámara de Representantes de EE.UU. decidieron el miércoles 12 expulsar a la diputada Liz Cheney de su puesto de responsabilidad en su bancada. Hasta ese momento, Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney y peso pesado en los conservadores estadounidenses, había sido la tercera diputada de más alto rango entre los republicanos, como presidenta de la Conferencia Republicana de la Cámara.
La razón de su expulsión: Cheney es una de las pocas voces republicanas de peso que se ha atrevido a cuestionar la narrativa de Donald Trump sobre el fraude masivo en las elecciones presidenciales del pasado noviembre. Ese relato es el principal capital político de Trump, uno de los pocos presidentes que no ha conseguido su reelección en el último siglo, y bajo cuyo mandato los republicanos han perdido sus mayorías en la Cámara de Representantes y en el Senado.
Ni los tribunales, ni el Departamento de Justicia -todavía bajo la Administración Trump-, ni las autoridades electorales encontraron pruebas del “robo masivo” que denunció el expresidente, que protagonizó una campaña de denuncia contra los resultados de las urnas que culminó en el asalto al Capitolio el último 6 de enero.Ese día una turba “trumpista”, enardecida por el todavía presidente, invadió la sede de la soberanía popular para tratar de evitar la certificación de Joe Biden como ganador de las elecciones. El episodio se saldó con cinco fallecidos (entre ellos un policía) y decenas de heridos.
Trump controla a los republicanos
Muchos republicanos, sobre todo en los puestos de máxima responsabilidad en el Congreso, condenaron la actitud de Trump, en lo que aparentó una ruptura del partido con su gran líder.La realidad en el electorado, sin embargo, es muy diferente: Trump no perdió el respaldo de los votantes republicanos y, gracias a ello, ha mantenido un control férreo del partido.
La máxima expresión de ese control es la expulsión de Cheney: los líderes republicanos han recompuesto, en mayor o menor medida, su lealtad a Trump y los díscolos van camino de la purga.
Cheney decidió mantenerse fiel a sus principios y a la idea de que el ataque de Trump a los resultados es un ataque a la democracia estadounidense que va contra los valores del partido y que, a la larga, acabará pasándole factura.
Es una posición que mantienen veteranos del partido, antiguos altos cargos o miembros de otras administraciones. Pero quienes se tienen que jugar el cargo en unas elecciones -los diputados son elegidos en EE.UU. cada dos años- son conscientes de que si se alejan de Trump su futuro político, en la mayoría de los casos, es oscuro.
El expresidente está siendo muy activo en el apoyo y ataque a candidatos de primarias en función de qué lealtad muestran a su teoría sobre el fraude electoral. El pulgar hacia arriba o hacia abajo del expresidente es decisivo, ante su gran apoyo popular, para impulsar o hundir a candidatos.
La expulsión de Cheney no implica su salida como diputada. Lo seguirá siendo, de momento. Pero Trump y sus aliados llevan meses movilizando las primarias de su distrito, en Wyoming, para que pierda su escaño en las elecciones del año que viene. “Si quieren líderes que permitan y diseminen sus mentiras destructivas, no soy la persona adecuada para ello, y tienen muchos otros a los cuales escoger donde escoger”, dijo Cheney a sus colegas de bancada antes de la votación. “Ese será su legado”.
El de Cheney fue uno de los diez votos republicanos -entre 212 diputados del partido- en la Cámara de Representantes a favor del “impeachment” o juicio de recusación de Trump tras el episodio del Capitolio. Eso provocó que poco después fuera sometida a una votación para su expulsión como líder, de la que sobrevivió. Pero su mantenimiento de que las acusaciones de fraude de Trump son una “gran mentira” y la campaña contra ella del expresidente han acabado por tumbarla.
Para Trump es una “líder mediocre”
“Los republicanos de la Cámara tienen hoy una gran oportunidad para quitarse de encima a una líder mediocre, una razón de ataque de los demócratas, una agitadora de guerras y una persona absolutamente sin personalidad ni corazón”, defendió Trump en un comunicado antes de la votación.
El líder republicano en la cámara baja, Kevin McCarthy, justificó la salida de Cheney en que se había convertido en una “distracción” para el partido. McCarthy fue al principio duro con Trump por sus ataques al resultado electoral. Pero, consciente del poder del expresidente, ha hecho el camino de vuelta y ha restañado la relación para tratar de canalizar su apoyo popular en las próximas elecciones legislativas y que los republicanos recuperen mayorías en el Congreso.
Con el tono combativo que ha mantenido desde que Trump trató de impugnar la voluntad expresada en las urnas, Cheney prometió al resto de republicanos que, desde ese mismo día, “lideraré la lucha para devolver a nuestro partido y a nuestro país a los principios conservadores, para derrotar al socialismo, para defender nuestra república, para que el partido republicano vuelva a ser el partido de Lincoln”.
Su sustituta en el puesto será Elise Stefanik, diputada por Nueva York, muy leal a Trump, pero que incomoda a las corrientes más conservadoras del partido por defender algunos puntos de vista liberales. “Ahora más que nunca, debemos unirnos y empujar juntos hacia una ola roja en 2022 y después recuperar la Casa Blanca”, dijo Stefanik.
Fuente Javier Ansorena, Corresponsal de ABC Internacional (Madrid).
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