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Océanos: de aliados a potenciadores del cambio climático
Foto: Télam.
El cambio climático está alterando la composición del agua de los océanos a niveles tales que si los países comprometidos con el Acuerdo de París no cumplen (o reformulan) sus metas, los mares pasarán de ser aliados frente al desafío mediambiental a potenciadores.
Los océanos cumplen tres funciones que son esenciales para la supervivencia de cualquier ecosistema: aportan entre el el 50% y el 80% del oxígeno a la atmósfera -más que todos los bosques tropicales del mundo-, absorben el dióxido de carbono (CO2) del ambiente y lo almacenan.
Sin embargo, la presión de la actividad humana está destruyendo ese proceso biológico básico.
Según un informe publicado por la Unesco en abril, la acumulación de carbono generado por la actividad humana en el océano está alterando la química del agua de mar y estos cambios afectarán el papel futuro del océano como reservorio de CO2 atmosférico y alterarán los ecosistemas marinos de formas que aún se encuentran bajo investigación.
“Lo que augura el informe ya está ocurriendo”, alertó el especialista en conservación marina del Círculo de Políticas Ambientales, Milko Schvartzman, en diálogo con Télam.
“Ya hay estudios que muestran que especies marinas, mas que nada aquellas que tienen un caparazón o alguna protección calcárea, están debilitándose debido a la acidificación de los océanos”, explicó.
Pero además de acidificarse, las aguas tienen temperaturas cada vez más altas y esto está provocando que varias especies marinas se muevan de aguas tropicales a aguas templadas o frías.
“En 2020 se registró la mayor temperatura del mar de la historia desde que se mide”, subrayó por su parte la coordinadora de la Campaña de Océanos para Greenpece Argentina, Luisina Vueso, quien explicó que los océanos regulan la temperatura terrestre mediante sus corrientes desde el Ecuador a los polos y de los polos al Ecuador.
La corriente cálida de Brasil ya está corriéndose hacia el sur, según un estudio de la investigadora del Conicet Barbara Franco.
Este movimiento impacta en las diferentes especies marinas que se tienen que mover en busca de temperaturas más adecuadas para su supervivencia y también para encontrar alimento, dado que estas corrientes cálidas matan a las especies de las que se alimentan.
Schvartzman señaló que el problema es que no se sabe cuanto más CO2 pueden absorber los océanos, porque puede llegar un punto en el que se saturen.
En ese sentido, remarcó que el informe de la Unesco hace hincapié en la necesidad de profundizar los conocimientos en la materia.
El oceanógrafo e investigador del Conicet Alberto Piola, coincidió en que no “podemos mitigar algo que no conocemos bien”.
“En esta parte del mundo todavía tenemos limitaciones porque no tenemos la base de datos de varias décadas como hay en otros lugares”, lamentó Piola y matizó que si bien Argentina tiene proyectos de investigación en curso, becas de estudio de grado y posgrado, hace falta ampliar la base de recursos humanos.
“Los recursos humanos son limitados pero hay una clara política para ampliarlo”, aseguró.
Por otro lado, el investigador admitió que también hay que ser “realista”.
“No vamos a poder cambiar la acidez del agua, vamos a tener que parar de emitir para que en el futuro el océano vuelva a estar saludable”, afirmó Piola y anticipó que el precio por lo que estamos haciendo hoy en la tierra lo “vamos a pagar dentro de 20 o 30 años”.
Por debajo de 2 grados
Al firmar en 2016 el Acuerdo de París, los países que adhirieron acordaron el objetivo a largo plazo de mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 grados centígrados sobre los niveles preindustriales y de ser posible a 1,5 grados.
“Si se cumplieran todas las metas, si no superáramos los 2 grados, que ya es bastante difícil, estamos al límite” de poder revertir el daño hecho a los océanos y esto “puede llevar siglos”, según Schvartzman.
El problema es que no solo hay que detener la generación de gases de efecto invernadero, porque esas emisiones permanecen en la atmósfera, en el ambiente, en el océano, en todas les especies marinas que la han absorbido.
El daño no se ve a simple vista porque la mayor parte de la humanidad no depende ni está en contacto directo con el océano, pero cada año hay más eventos de clima extremo y cada año son más extremos que el anterior.
Los que sí lo notan “son los pescadores artesanales, que empiezan a ver los cambios en las especies o que empiezan a migrar y las comunidades costeras”, aseguró Schvartzman.
“Va a llegar un momento en que nos vamos a ver afectados directamente y no vamos a poder negarlo o actuar con neutralidad”, vaticinó.
Para Piola, es importante el diseño de políticas inteligentes para que el impacto sea el mínimo posible.
“Hay que estar dispuesto a sacrificar parte del crecimiento para poder hacer la transformación. Es una disputa entre crecimiento y sustentabilidad que yo entiendo es muy difícil de abordar para los políticos porque hay que producir el alimento y la energía y hay que mantener el sistema en crecimiento”, indicó.
“Pero sería un error pensar que podemos postergar las acciones para el futuro porque ya no hay tiempo, hay que empezar a reducir las emisiones y empezar a producir una energía que sea sustentable a escala global”, demandó.
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