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Elecciones del domingo 11 y “¿En qué momento se había jodido Perú?”
Las elecciones presidenciales en Perú van a segunda vuelta. Foto: Télam.
La frase entrecomillada pertenece a una de las primeras obras ya magistrales de Mario Vargas Llosa,Conversación en La Catedral (editada inicialmente por la barcelonesa Seix Barral, en 1969 y en dos tomos), uno de los monumentos que aportó la narrativa contemporánea en lengua española a la literatura universal. La cita está extraída de su “Edición Definitiva”, la de Alfaguara, Madrid, 1999, 734 p. Vargas Llosa es el escritor más universal del país andino, amazónico y del pacífico sudamericano y uno de los mayores y más prolíficos narradores en lengua española, desde Los jefes (1959), y hasta la actualidad, además de lúcido e inclaudicable defensor y propagador de la sociedad abierta y por ende del Estado de derecho democrático y constitucional y de la economía de mercado competitiva y con responsabilidad social y ambiental.
¿Qué tiene que ver la frase literaria de Vargas Llosa con las elecciones del domingo 11 en el Perú (que también con sus particularidades tuvieron lugar en Ecuador y Bolivia, procesos sobre los cuales nos ocuparemos en otra ocasión) y que ocupa grandes espacios en la prensa mundial? Mucho, muchísimo. Como lo comprobarán los lectores.
Temprano en la mañana de este martes 13 la BBC, “con datos de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), a partir de actas contabilizadas al 90%, el candidato de Perú Libre, Pedro Castillo, cuenta con el 18,92% de los votos, seguido de Keiko Fujimori, de Fuerza Popular (13,25%); Hernando de Soto, de Avanza País (11,86%); Rafael López Aliaga, de Renovación Popular (11,83%) y Yonhy Lescano, de Acción Popular (9,12%). Los dos candidatos que consigan el mayor número de votos pasarán a segunda vuelta, que se celebrará en junio”.
Es decir, en tales comicios competirán un hasta ahora desconocido candidato de izquierda, la sorpresa electoral en su país, el joven y humilde maestro y líder social en su comunidad de origen,del interior del Perú, Pedro Castillo (quien ya acaba de ser saludado como un seguidor suyo por el autoritario ex presidente boliviano Evo Morales), y Keiko Fujimori, la hija y cercana colaboradora del ex presidente populista de derecha y autoritario del Perú Alberto Fujimori (1990-2000 entre elecciones, un autogolpe, maniobras con el Congreso y nuevas elecciones a partir del poder), además corrupto y quien practicó el terrorismo de Estado para combatir al polpotiano Sendero Luminoso, y a los también terroristas de extrema izquierda del MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), sin vínculos con los senderistas pero como ellos también exterminadores de seres humanos.
Según la agencia de prensa londinense: “En cuanto a las elecciones al Congreso, el conteo provisional apunta a un poder legislativo muy fragmentado, polarizado y que tendrá dificultades para coordinar muchas bancadas, ninguna de las cuales tendrá un gran peso en una cámara compuesta por 130 diputados”. Las elecciones fueron ordenadas, lo que evidencia la voluntad de los peruanos de recurrir a las urnas como procedimiento de elección de autoridades, si bien preocupa el por lo menos 26% de ciudadanos que se decidieron por la abstención. Esto sucede mientras casi ha sido destruido por completo el sistema político-partidario peruano y el andamiaje político-institucional del país soporta una muy grave crisis de legitimidad que impide el funcionamiento de las instituciones.
El “jodido” Perú
Es el resultado de los últimos 70 años de inestabilidad política crónica, caracterizados por numerosos golpes de Estado militares (tradicionales y nuevos) y por gobiernos democráticamente electos que a poco de llegar al palacio de gobierno, en las últimas décadas varios de ellos concluyeron el mandato hundidos en la ilegitimidad de resultados, ya no por atropellos militaristas, sino por asonadas de la civilidad que del descontento ha llegado al hastío y a las oleadas de protestas públicas. Algunos mandatarios ni siquiera lograron finalizar el periodo presidencial para el que habían sido electos.
Desde el año 2000 hasta el presente, en el Palacio Presidencial se sucedieron sin solución de continuidad los siguientes mandatarios de las más variadas identidades político-ideológicas: Valentín Paniagua (2000-2001: presidente de transición tras la década de Fujimori); Alejandro Toledo (2001-2006, con mandato conluido pero después procesado en ausencia por corrupción), Alan García (2006-2011, completó su segundo periodo pero ya ex presidente terminó suicidándose en medio de escándalos de corrupción pública que lo involucraron de manea central); Ollanta Humana (2011-2016, también procesado posteriormente en causas de corrupción y otras); Pedro Pablo Kuczynsky (2016-2018, no concluyó el mandato y la justicia lo juzga por corrupción); Martín Vizcarra (2018-2020, presidente por sucesión constitucional y también despedido en na crisis de legitimidad y con acusaciones de corrupción);Mercedes Araoz, Vicepresidenta 2.ª, designada “presidenta en funciones” el 30 de septiembre de 2019, quien sin asumir el cargo renunció antes de las 24 horas de su nombramiento, ocurrido en el marco delaguerra entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, la que concluyó con la disolución del Congreso, y la vacancia de Vizcarra en la jefatura del Estado;Manuel Merino (2020-2020, igual al anterior en términos de su salida del Ejecutivo); y Francisco Sagasti desde el 17 de noviembre de 2020 y también presidente de “sucesión constitucional”. Será quien entregará los atributos del mando al candidato que resulte electo en la segunda vuelta.
Quienquiera llegue a la Casa de Pizarro (Palacio Presidencial) tras la segunda vuelta de junio, sin importar su ideología ni sexo, y probablemente con un Congreso que no pocas veces ha actuado, sobre todo últimamente, como un poder fáctico, incluso en situaciones de extrema fragmentación de las fuerzas, como se supone resultará de las elecciones del domingo, ¿podrá gobernar el tan “jodido” Perú? Esta república hermana, como la nuestra, no es víctima de ninguna conspiración de poderes mundiales sino de las incapacidades institucionales del propio pueblo traicionado por sus líderes, y con tales características se ha convertido en una inmensa fuerza capaz de neutralizar a cualquier gobernante, pero que hasta hoy ha sido incompetente para seleccionar las capacidades gubernamentales de quienes deben ser sus más elevados servidores.
La desigualdad e y la inequidad extremas son las históricas características socioeconómicas del Perú y a ello se agregó el año pasado el terrible embate de la pandemia que hizo caer el PBI 11 % y que lanzó a dos millones de habitantes al desempleo en el 2020. Datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), procesados por la oenegé Instituto Peruano de Economía (IPE), dan cuenta que en 2019, antes de la pandemia, la economía peruana registró su crecimiento anual más débil de la década (2.2%), agravándose así la realidad de la pobreza y la pobreza extrema, sobre todo en las ciudades y manteniéndose siempre muy elevados tales indicadores en el área rural.
La población peruana actual es de alrededor de 33 millones de habitantes, de los cuales se estima que los pueblos indígenas representan entre 12 y 18 por ciento del censo total. Estos últimos se distribuyen entre 55 pueblos indígenas ubicados en los Andes, selvas amazónicas y cejas de selva y en la costa pacífica. Sus poblaciones se dividen al hablar en una de entre 47 lenguas autóctonas,siendo las predominantes el quechua, el aymara y otros idiomas ancestrales que incluyen a varios amazónicos. El Perú aún no ha resuelto su compleja cuestión nacional que también incluye a históricos migrantes chinos y japoneses, sobre todo, y sin que esto signifique que se encuentre frente a problemas separatistas, como ocurre por ejemplo con los catalanes en la parte española de la península ibérica.
¿Y ahora qué, Perú?
El próximo presidente o presidenta será todavía más débil que cualquiera de sus antecesores inmediatos. Lo mismo ocurrirá con el próximo Legislativo unicameral en el que será muy difícil lograr una mayoría rectora. También se mantendrán la crisis de partido y de representación de ellos; la gravedad del estado de corrupción incontrolable y ya desbordada incluso para los elevados niveles de las décadas anteriores; y el emergente problema que algunos llaman el de los liderazgos minipopulistas, otra característica de la fragmentación sistémica que padece la política peruana. En tales condiciones el próximo 28 Julio, cuando se conmemore el segundo centenario de la proclamación de su Independencia, ¿qué celebrará la República del Perú más allá de la importancia histórica de la fecha?
En el breve Prólogo de la edición 1999 de Conversación en La Catedral, su autor explica “la historia” de esta novela suya y lo hace así: “Entre 1948 y 1956 gobernó el Perú una dictadura militar encabezada por el general Manuel Apolinario Odría. En esos ocho años, en una sociedad embotellada, en la que estaban prohibidos los partidos y las actividades cívicas, la prensa censurada, había numerosos presos políticos y centenares de exiliados, los peruanos de mi generación pasamos de niños a jóvenes, y de jóvenes a hombres. Todavía peor que los crímenes y atropellos que el régimen cometía con impunidad era la profunda corrupción que, desde el centro del poder, irradiaba hacia todos los sectores e instituciones envileciendo la vida entera […]”.
Es evidente que en las casi siete décadas posteriores a la dictadura de Odría los peruanos no fueron capaces de construir una sociedad abierta, que para la política tiene el modelo del Estado de Derecho constitucional y de la república democrática y que en términos Económicos opta por una economía de mercado con responsabilidad social y ambiental. Creo que la realidad peruana, guardando las distancias, es una muy cercana que también nos invita a los paraguayos a mirarla con atención, para no agravar nuestra grave crisis político actual, camino a transformarse en una de naturaleza institucional, con sus preocupantes consecuencias de inestabilidad, fragmentación política y otros males, entre ellos los de la vía muerta de la violencia. Necesitamos superarlos republicana y constitucionalmente para enfrentar con estabilidad política, legal y legítima, todos los desafíos que enfrenta nuestro país, agravados por la crisis de la pandemia.
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