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Ecuador define su futuro en las urnas en plena crisis política, económica y sanitaria
Campaña electoral en Ecuador. Foto: Télam.
En una semana, los ecuatorianos votarán para elegir presidente, legisladores y autoridades locales en medio de un nuevo pico de la pandemia que amenaza con otro colapso sanitario, de una crisis económica sin salida clara y de un escenario político atomizado, con un mandatario saliente que se quedó solo y una oposición correísta que apuesta todo para volver al poder.
El escenario, ya complejo, se complica aún más con las constantes denuncias de la oposición correísta de censura electoral y una parcialidad de las autoridades, que no esconden su rechazo ni escatiman en obstáculos para esa exfuerza aliada.
“El órgano electoral está controlado por los partidos que son adversarios de (Rafael) Correa, hay una desconfianza enorme en los sectores sociales y políticos y llamado a la vigilancia popular y ciudadana del proceso”, explicó a Télam Franklin Ramírez, profesor del Departamento de Estudios Políticos de Flacso Ecuador.
Solo dos
De las 16 fórmulas presidenciales que se enfrentarán en las urnas el próximo domingo 7 de febrero, solo dos candidatos parecen tener la posibilidad de llegar a la segunda vuelta, el correista Andrés Arauz y el empresario Guillermo Lasso; mientras que una tercera fuerza personificada en Yaku Perez, presidente de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas, puede resultar clave para definir quién gobernará el país.
Andrés Arauz, de 35 años, es el delfín elegido por el expresidente Correa, quien intentó presentarse por todos los medios posibles pero fue inhabilitado porque se le confirmó en tiempo récord una condena de cárcel por un caso de corrupción y no pudo cumplir con el requisito impuesto a último momento de presentar la candidatura personalmente.
“El correísmo estuvo muy condicionado por el contexto de acoso judicial y persecución política, aunque Arauz viene formado dentro de Revolución Ciudadana y es un cuadro consistente en términos técnicos, políticos e ideológicos, fue seleccionado porque era el candidato menos vulnerable al acoso y a la persecución. En medio de la ofensiva del Gobierno, fue una apuesta defensiva”, explicó Ramírez.
La fórmula de Arauz, por la coalición Unión por la Esperanza (UNES), se completa con Carlos Rabascall, un candidato a vicepresidente que no está vinculado al correísmo más ortodoxo y busca el voto de la clase media urbana que marcó sus diferencias con Correa.
No parece ser un movimiento al azar que Arauz, un economista con la mira puesta en la reintegración regional, sea el candidato elegido por el correísmo para dirigir un país que se encuentra sumido en una crisis económica y política, que se agravó en los últimos años del Gobierno de Lenín Moreno.
Uno de l@os mayores puntos de inflexión fue en octubre de 2019, cuando una marea de manifestantes, convocados principalmente por el movimiento indígena, pusieron en jaque al Gobierno y lograron la suspensión de la eliminación de subsidios a los combustibles, una victoria que solo duró unos meses hasta que Moreno consiguió imponerla.
En medio de uno de los peores brotes de coronavirus, con gente desplomándose sin pulso en las calles de Guayaquil, hospitales colapsados y la profundización de la crisis económica, Moreno lanzó una ley de flexibilización laboral y un recorte masivo del gasto público, en consonancia con el acuerdo firmado en agosto último con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En este contexto, para Guillermo Lasso, empresario y accionista y expresidente del Banco Guayaquil de 65 años, la solución está en la reducción “del impuesto a la salida de capitales”, el fortalecimiento de la dolarización y la promoción del emprendimiento a través de “simplificar” las regulaciones y garantizar la no intervención del Estado.
A días de la elección, Lasso quedó como el principal candidato del sector empresarial con una fórmula junto a Alfredo Borrero – expresidente de la Asociación de Hospitales y Clínicas Privadas del Ecuador- y que ya nucleó a la alianza Creando Oportunidades (CREO) y el Partido Social Cristiano (PSC), las dos principales formaciones políticas de la derecha, que comparten como eje de sus campañas las denuncias de corrupción contra el correísmo.
Los principales puntos de la campaña de Lasso -creación de empleos, reducción de impuestos y una mayor inversión extranjera- se asemejan a los presentados en 2017, cuando perdió contra Moreno.
Aparicio Caicedo, director del think tank liberal Ecuador Libre y encargado del plan de Gobierno de Lasso, explicó a Télam que su programa “ha venido madurándose por años y, siguiendo la misma línea de libertad y apertura económica, está preparado para el escenario pospandemia, donde hay que tomar medidas económicas más profundas teniendo en cuenta al que hay un sector que necesita alivio inmediato”.
Al mismo tiempo, marcó distancia del Gobierno de Moreno al que consideró “una continuidad peleada del correísmo, donde no se actuó por convicción ni por plan, sino por improvisación y necesidad política”.
Ramírez, en cambio, sostiene todo lo contrario: una Presidencia de Lasso implicaría la continuidad.
“El Gobierno de Moreno terminó capturado por los grandes grupos de poder, que son los que sostienen la candidatura de Lasso, alrededor de quien se mueve toda la maquinaria oficial y privada. Es evidente que es el candidato que daría continuidad a la agenda del Gobierno y al acuerdo con el FMI, lo dijo varias veces”, indicó.
Arauz, por el contrario, sostiene que la salida a la crisis se alcanza a través de los fortalecimientos de los mecanismos de protección a los consumidores y de la banca pública para el acceso a recursos financieros y las finanzas populares como motor de la inversión nacional.
No obstante, ha dejado bien claro que su prioridad será la vacunación masiva contra el coronavirus, que acumula más de 246.000 casos y cerca de 15.000 muertes e imposibilita la reactivación total de la economía, por lo que apuesta a reestablecer lazos de solidaridad regional.
Este escenario de polarización ideológica refuerza la posibilidad de un balotaje entre Arauz y Lasso y ese escenario podría no ser favorable para el correísmo.
“El gran límite del correísmo es que no tiene mucho margen de maniobra política para ampliar sus alianzas”, explicó Ramírez, aunque alertó que el movimiento indígena “puede tener un papel muy relevante en esa situación”.
Fuente: Télam
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