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2024 es bisiesto: ¿A qué se debe el día extra en febrero?

El calendario Gregoriano fue promovido por el Papa Gregorio XIII en 1582. Foto: NationalGeographic.

El calendario Gregoriano fue promovido por el Papa Gregorio XIII en 1582. Foto: NationalGeographic.

2012, 2016, 2020, 2024, y así sucesivamente. Cada 4 años, añadimos a febrero un día más, de forma automática: pero, ¿qué razón científica se esconde detrás de este fenómeno?

Cada 4 años, nuestros calendarios se ven alterados por la entrada de un día extra: el 29 de febrero. Este hecho, que puede llamar mucho la atención la primera vez que se descubre, está condicionado por una falta de armonía entre el calendario gregoriano, el actual y utilizado en occidente, con el año solar, es decir, el tiempo exacto que la Tierra tarda en dar una vuelta alrededor del Sol. Sin embargo, ¿sabías que el calendario egipcio ya contaba con esos añadidos? ¿O qué, en el calendario juliano, el de los romanos, el día que se incorporaba era el siguiente al 24 de febrero, y no el 29?

Calendario gregoriano vs. año solar

El año bisiesto hace referencia a un año que aparece cada 4, caracterizado por presentar un día extra en el calendario, y que sirve para corregir el desfase existente con la duración de un año solar. Y es que, fuera de lo coloquialmente sabido, el tiempo que tarda el planeta Tierra en dar una vuelta alrededor del Sol es algo más de lo que se piensa: exactamente 365 días, 5 horas, 48 minutos, 45,10 segundos. Como el calendario usado en occidente desde el año 1582, el gregoriano, dispone únicamente de 365 días exactos, requiere que cada cuatro años haya que corregir esa acumulación no cuantificada de tiempo: ¼ de día cada año.

Sin embargo, como aun así se está haciendo una pequeña aproximación a que un cuarto de día se obvia por año, con el paso del tiempo, se seguiría presentando un pequeño desfase. Por esa razón, el calendario gregoriano presenta una diferencia entre dos grupos de años: los seculares y los no seculares. Así, los años seculares serán los múltiplos de 4, mientras que los no seculares serán múltiplos de 400. De esta forma, se eliminan como bisiestos a 3 de cada 4 años seculares. En otras palabras, los años 1800 y 1900, pese a ser divisibles por 4, no lo son por 400, por lo que no fueron años bisiestos, sino comunes. Por su parte, el año 2000, como es divisible tanto por 400 como por 4 sí que se consideró un año bisiesto.

Así, el calendario gregoriano cuenta, en realidad, con ciclos de 400 años, en los que hay 97 años bisiestos y 303 comunes, dando como resultado años de 365,2425 días. De esa forma, la diferencia con el año solar queda reducida a algo menos de medio minuto por año.

Calendario juliano

Sin embargo, ya los egipcios contaban con un calendario que tenía en cuenta ese posible desfase con el año solar. De hecho, cuando alrededor del año 48 a.C. Julio César viajó a Egipto, quedó fascinado por la exactitud y eficiencia de su calendario. Y es que, por aquel entonces, los romanos tenían un calendario caótico, donde reinaban unos grandes desfases debido a su imprecisión. Fue entonces cuando César pidió al académico Sosígenes de Alejandría la tarea de diseñar un calendario que se adaptase a la grandeza del Imperio Romano.

La astronomía en Egipto, el origen del calendario

Influido por el egipcio, Sosígenes definió un calendario de 365 días que contase con uno adicional cada 4 años. Sin embargo, la adaptación a ese tipo de almanaque fue muy difícil debido a los enormes desfases del calendario antiguo. De hecho, para hacer el salto de uno a otro, los romanos tuvieron que vivir un año de 445 días. Ocurrió en el 46 a.C. y pasó a la historia bajo el nombre de “año juliano” o “año de la confusión”.

No obstante, ¿sabías que ese día que añadía el calendario juliano cada 4 años era, en verdad, una jornada tras el 23 de febrero y no el 29 de febrero? Es más, los romanos acostumbraban llamar calenda o “kalenda” al primer día de cada mes, por lo que, si el 24 de febrero representaba el sexto día antes de las calendas de marzo -ante diem sextum kalendas martias-, el día añadido tras ese 23 era añadirle un día a lo anterior, por lo que lo conocían como ante diem bis sextum kalendas martias. Con el tiempo, ese día pasó a ser llamado bisextum o bisiesto, tal y como hoy en día.

La reforma gregoriana

Este calendario juliano estuvo vigente durante casi 1600 años en todo occidente. Sin embargo, en el año 1582, el Papa Gregorio XIII promulgó una ley de reforma conocida como “Inter Gravissimas”, en la cual establecía que después del jueves 4 de octubre de 1582 se pasaría al viernes 15 de octubre de 1582. Con este salto que obviaba un total de 10 días, se intentaba eliminar el desfase que, de nuevo, se había creado con el uso del calendario juliano, así como la inserción de un nuevo modelo: el gregoriano. Además, el nuevo modelo modificó también el día añadido en cada año bisiesto, cambiándolo al 29 de febrero.

De esa forma, al eliminar la decena, se borró por completo el desfase con el año solar. De hecho, para que no volviese a ocurrir, el nuevo calendario (que se corresponde con el actual) eliminó 3 años bisiestos de cada 4 siglos, asegurando, por primera vez, una armonía casi perfecta entre el calendario y el año solar.

Fuente: National Geographic.

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