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Pareja y convivencia: ¿deseo, necesidad o tradición?

La ensayista Mona Chollet aborda origen y consecuencias de la convivencia en su reciente libro, Reinventar el amor (Paidós). Cómo afecta al vínculo y también a la individualidad.

Pareja. Foto referencial. Clarín.

Pareja. Foto referencial. Clarín.

¿Evitar la convivencia puede ser el secreto de la felicidad en una pareja? El debate, cada vez más presente, incluye una multiplicidad de factores: económicos, domésticos y organizacionales, entre otros. Pero, ¿se pone en juego también lo afectivo o esto responde a un mito?

La ensayista, periodista y editora de Le Monde Diplomatique Mona Chollet aborda el tema en su reciente libro, Reinventar el amor. Cómo el patriarcado sabotea las relaciones heterosexuales (Paidós), donde desenreda parte de las problemáticas que suelen surgir al vivir bajo un mismo techo.

“En muchas parejas que conviven, cada uno se alegra de la ausencia del otro porque ofrecen la ocasión para una orgía de libertad y de tranquilidad. Es un poco triste y dice mucho de la falta devoradora de soledad que constituye su día a día”, aseguró la intelectual suiza que es un referente del feminismo en Francia.

Si bien aclaró que sus postulados sobre las casas separadas pueden resultar poco realistas, enfatizó que “puede ser útil explorar nuestros deseos, concretarlos, cultivarlos, perfeccionarlos, seguir sus ramificaciones, con independencia de las posibilidades que tenemos de realizarlos, esperando poder acercarnos lo más posible a ellos”.

“El amor heterosexual es un camino lleno de trampas. Por eso, más vale dotarse de todos los márgenes de maniobra que se tengan a mano, empezando por no dejarse imponer unos esquemas prefabricados sobre la buena manera de vivirlo, o no dejar que conceptos mortíferos saboteen nuestros deseos -nobles y legítimos- de realizarnos plenamente y de compartir”, aseguró.

Más que un espacio propio

Para la autora, “tener un territorio personal materializa el espacio mental, el lugar que le concedemos”. Y esto evita los enfrentamientos que pueden librarse en las viviendas comunes para decidir quién ocupará determinados ambientes (por ejemplo, un escritorio).

Los espacios propios, agregó, también pueden “impedir esos arreglos venidos del fondo de nuestro inconsciente, esas maneras de actuar espontáneas, viscerales, que instalan unos modos de funcionamiento, unos reflejos imposibles de desterrar posteriormente, y que son nocivos tanto para la pareja como para los individuos que la componen, por la atrofia de la identidad que provocan”.

“Me dirán que vivir separados es caro, y es verdad (también es menos ecológico)”, reconoció. “Pero a menudo esta objeción emana de gente que tendría los medios para mantener viviendas separadas, y lo que habla a través de ellos es el conformismo. Podrían decidir que una historia de amor no es un medio para ahorrar, sobre todo si no tienen el deseo profundo de convivir y si eso tiene que acabar dañando la relación”.

Finalmente, respecto a lo económico la periodista destacó que “lo mínimo sería que nuestros ingresos, los de todos, estuvieran concebidos de manera que nos permitieran vivir de forma independiente”.

Convivir no es sinónimo de compromiso

Relacionar convivencia con compromiso o creer que compartir la casa es garantía de éxito puede conducir a la desilusión. Según la ensayista, “es un error asimilar cohabitación y compromiso”.

En esa línea, explicó que “se puede querer y venerar a la persona con la que se convive, igual que se puede vivir solo o sola y ser fría como un témpano”.

“También se puede vivir solo o sola y estar perdida y apasionadamente comprometido o comprometida con alguien, y se puede vivir en pareja por comodidad, por pereza, por conformismo o porque no se tienen los medios o el valor de cambiar de casa”, afirmó al tiempo que concluyó: “Ser cautivo no es estar comprometido”.

¿Y los hijos?

Si vivir en casas separadas parece complicado cuando se trata de dos personas que comparten un vínculo sexoafectivo, más aún lo es para aquellos que tienen hijos en común.

¿Qué hacer con los que hemos tenido juntos si no deseamos convivir?, se pregunta Chollet. A modo de ejemplo -quizás escalando al tope de los ideales, más que de los universos posibles-, mencionó la propia separación de los actores franceses Romane Bohringer y Philippe Rebbot, llevada al cine en una suerte de ficción documental denominada Un acuerdo original.

La película estrenada en 2018 muestra, en clave de comedia, cómo al divorciarse la pareja -que aún se quiere, pero de otro modo- busca lo que considera la mejor solución para ellos y sus hijos. Así, se mudan a dos departamentos independientes que se comunican a través de la habitación de los niños.

¿Amor o trabajo no pago?

Evitar la convivencia, señaló la escritora, “tiene la ventaja de resolver la cuestión del reparto de las tareas domésticas… suprimiéndola”.

“Obligar a las mujeres a realizar el trabajo doméstico, muchas veces agotador, obedece a un orden tan arraigado que puede superar la voluntad individual de los protagonistas. Pero también ocurre a veces que los hombres encuentran muy naturales las ventajas que les procura la convivencia, lo cual siembra la duda: ¿esta explotación es una consecuencia fortuita de la vida en común, o es su razón de ser?”, deslizó Chollet.

En ese marco, la autora cerró: “Negarse a convivir permitiría saber si una es amada por sí misma o por los servicios que presta. También permitirá a ciertos hombres adquirir algunas competencias útiles y convertirse en ‘personas completas’”.

Fuente: Clarín.

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