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“Hábitos atómicos”: Olvida las metas y mejor enfócate en los sistemas

Imagen de referencia. Freepik

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La sabiduría prevaleciente afirma que la mejor manera de alcanzar lo que queremos en la vida (ponerse en forma, establecer un negocio exitoso, relajarse y dejar de preocuparse, pasar más tiempo con la familia y amistades) consiste en establecer metas específicas y viables.
Durante muchos años esa fue también la manera como abordé mis hábitos.

Cada hábito constituía una meta a alcanzar. El autor del libro Hábitos atómicos, estableció metas para alcanzar las calificaciones que quería obtener en la escuela, para la cantidad de peso que quería levantar en el gimnasio, para las ganancias que deseaba obtener en mi negocio. “Tuve éxito con algunas de ellas, pero fracasé en muchas otras”, dice.

“Eventualmente empecé a darme cuenta de que mis resultados poco tenían que ver con mis metas y mucho, con los sistemas que había seguido para alcanzarlas”.

¿Cuál es la diferencia entre metas y sistemas? La respuesta es de Scott Adams, el caricaturista creador de la tira cómica Dilbert. Según Adams, las metas son los resultados que quieres obtener. Los sistemas son los procesos que sigues para alcanzar esos resultados.

• Si eres entrenador, tu meta puede ser ganar el campeonato. Tu sistema es la manera en que reclutas a los jugadores, diriges a tus entrenadores asistentes y conduces los entrenamientos.

• Si eres empresario, tu meta puede ser establecer un negocio con valor de un millón de dólares. Tu sistema es la manera en que evalúas las ideas para desarrollar nuevos productos, contratas a los empleados y conduces las campañas de ventas.

• Si eres músico, tu meta puede ser tocar una nueva obra. Tu sistema consiste en la frecuencia de tus ensayos, en la manera como divides y practicas los pasajes complicados y en el método para recibir retroalimentación de tu instructor.

Y ahora la pregunta más interesante: ¿Si ignoras tus metas y te enfocas únicamente en tu sistema, podrías también alcanzar el éxito? Por ejemplo, si fueras entrenador de basquetbol y pasaras por alto la meta de ganar el campeonato y te enfocaras solamente en lo que tu equipo hace durante los entrenamientos diarios, ¿obtendrías de todas formas un buen resultado?

Yo estoy convencido de que la respuesta a esta pregunta es afirmativa.

La meta de cualquier equipo deportivo es obtener el mejor resultado, pero sería absurdo pasarse el partido viendo el marcador. La única manera de ganar realmente es volverse un poco mejor cada día de entrenamiento. En palabras del tres veces campeón del Súper Tazón, Bill Walsh: “El marcador se encarga de sí mismo”.

Lo mismo resulta ser verdad cuando estableces tus metas. Es mejor enfocarse en los sistemas. ¿A qué me refiero cuando afirmo esto? ¿Son las metas totalmente inútiles? Por supuesto que no.

Las metas son buenas para establecer una dirección, pero los sistemas son mejores para realizar verdaderos progresos. Un montón de problemas surgen cuando pasas demasiado tiempo pensando en tus metas en lugar de dedicar el tiempo a diseñar tus sistemas.

Problema 1: Los ganadores y los perdedores comparten las mismas metas.

Tenemos un serio prejuicio cuando se trata de juzgar las metas de los demás. Tendemos a confundir éxito con supervivencia. Nos concentramos en las personas que logran ganar —los sobrevivientes— y de manera equivocada asumimos que sus ambiciosas metas los condujeron al triunfo. Al hacerlo, no nos damos cuenta de que muchas otras personas tenían la misma meta pero
no consiguieron el éxito.

Todos los atletas olímpicos desean ganar una medalla de oro. Todos los candidatos quieren obtener el empleo. Si la gente que tiene éxito y la que no lo consigue comparten la misma meta, esta última no puede ser lo que distingue a los ganadores de los perdedores. La meta de ganar el Tour de France no fue lo que propulsó a los ciclistas británicos hasta la cima de su especialidad.

Muy probablemente habían aspirado a ganar dicha carrera todos los años anteriores, del mismo modo que cualquier otro equipo profesional de ciclistas. La meta siempre estuvo ahí. No fue hasta que implementaron un sistema de pequeñas mejoras continuas cuando lograron alcanzar un resultado totalmente distinto a los anteriores.

Problema 2: Alcanzar una meta consiste únicamente en un cambio momentáneo.

Imagina que tienes una habitación muy sucia y desordenada y que estableces la meta de limpiarla y ordenarla. Si reúnes la energía para hacer el trabajo necesario, entonces habrás ordenado tu habitación, al menos por un momento. Pero si mantienes los mismos hábitos descuidados y desordenados que te llevaron a tener una habitación en mal estado, pronto volverás a tener una pila de cosas fuera de lugar y estarás a la espera de un nuevo arranque de motivación para limpiarla de nuevo. Seguirás persiguiendo un resultado porque nunca te tomaste el tiempo de cambiar el sistema que está detrás de él. Curaste un síntoma sin hacer nada para resolver su causa.

Cuando logras alcanzar una meta, tu vida cambia únicamente durante un momento. Esa es la paradoja de las mejoras. Pensamos que debemos cambiar los resultados pero los resultados no son el problema. Lo que realmente necesitamos cambiar son los sistemas que nos llevan a tener esos resultados. Cuando resuelves problemas a partir de los resultados, solamente los resuelves de manera momentánea. Para que en verdad logres una mejora perdurable, debes resolver los problemas a partir de los sistemas. Arregla los sistemas y los resultados se arreglarán por sí mismos.

Problema 3: Las metas restringen la felicidad.

La suposición implícita detrás de cualquier meta es la siguiente: “Una vez que alcance mi meta, seré feliz”. El problema con una mentalidad que privilegia las metas es que siempre se pospone la felicidad hasta que se logra alcanzar el siguiente hito. Yo mismo he caído en esta trampa tantas veces que he perdido la cuenta. Por años, me convencí de que la felicidad era algo que mi yo del
futuro disfrutaría.

Me prometía a mí mismo que finalmente me relajaría y sería feliz una vez que lograra desarrollar nueve kilos más de musculatura o una vez que mi negocio fuera mencionado en el diario The New York Times.

Es más, la mentalidad que se rige por la consecución de metas acaba por crear un conflicto de exclusión: o alcanzas tu meta y eres exitoso o fallas y eres un fracaso. Mentalmente te encajonas dentro una estrecha concepción de la felicidad. Esto es una equivocación. Es bastante improbable que el camino real por el que se va a desarrollar tu vida coincida plenamente con el camino que imaginaste cuando decidiste lo que querías hacer. No tiene sentido que restrinjas tu felicidad y satisfacción a un solo escenario, cuando existen muchos caminos que conducen al éxito.

Una mentalidad que privilegia los sistemas te proporciona un antídoto. Cuando te enamoras del proceso más que del producto final, no tienes que esperar hasta el desenlace para permitirte ser feliz. Puedes sentirte satisfecho y feliz siempre que tu sistema esté funcionando. Y los sistemas pueden funcionar bien de muchas maneras distintas, no solamente de la manera en que lo concebiste al principio.

Problema 4: Las metas no coinciden con el progreso a largo plazo.

Por último, una mente que privilegia las metas puede crear un efecto de “yo-yo”. Muchos corredores entrenan durante meses, pero tan pronto como cruzan la línea de meta, dejan de entrenar. La carrera ya no está ahí para motivarlos. Cuando todo tu trabajo se enfoca en una meta en particular, ¿qué queda para motivarte una vez que la alcanzas? Esta es la razón por la cual muchas personas regresan a sus viejos hábitos malos una vez que alcanzan una meta.

El propósito de definir metas consiste en convertirse en un ganador de una sola ocasión. El propósito de construir sistemas consiste en seguir participando en el juego. La mentalidad que verdaderamente se enfoca en el largo plazo no se centra en el cumplimiento de metas.

No se trata de alcanzar metas aisladas. Se trata de un ciclo de refinamiento interminable y de mejora continua.

Por encima de todo, tu compromiso con el proceso es lo que va a determinar tu progreso.

 

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