Lifestyle
Por qué bailamos: la capacidad humana y animal de seguir el ritmo
La danza y el movimiento pueden ser una experiencia hipnotizante y saludable. Foto: DW.
El baile forma parte de toda sociedad humana. Pero ¿nacemos con esta capacidad? ¿Pueden bailar los animales?
Es difícil escuchar una canción con mucho ritmo y no empezar a mover los hombros, balancear la cabeza, dar golpecitos con los dedos o los pies, o simplemente soltar todo el cuerpo y dejar que la música controle tus movimientos. Hay incluso un reto de TikTok en el que el objetivo es resistir la tentación y no bailar cuando se escuchan canciones conocidas. Resulta que es más difícil de lo que parece.
Pocas experiencias son tan liberadoras e hipnotizantes como el baile. Está tan profundamente arraigada en nosotros que los antropólogos culturales apenas encontraron pruebas de sociedades humanas que no bailen.
Pero, ¿por qué? ¿El acto de bailar es innato al ser humano? ¿O los animales también bailan?
La música nos hace mover
Los científicos afirman que la música y la danza son universales en la cultura humana y que la música tiene la capacidad de inducir espontáneamente movimientos en los seres humanos.
Por increíble que parezca, este movimiento podría estar grabado en nuestros cerebros desde el nacimiento. Estudios han demostrado que los bebés de tan solo tres meses pueden empezar a moverse de repente al ritmo de la música. Todavía no está claro si son capaces de seguir un ritmo determinado.
Según los estudiosos de la danza y del cerebro, cuando nuestros oídos perciben música, la parte auditiva del cerebro traduce las vibraciones en algo que podemos entender, e interactúa con las áreas motoras encargadas del movimiento.
Incluso cuando escuchamos música pero nos quedamos quietos, se ha demostrado que las áreas motoras de nuestro cerebro se siguen activando. Los aspectos rítmicos, como sentir la cadencia, implican una estrecha conexión entre las áreas auditiva y motora de nuestro cerebro.
Por eso los seres humanos pueden palmear fácilmente al ritmo de una canción, incluso sin ninguna formación musical. Las investigaciones demuestran que los niños empiezan a moverse en sincronía con la música a partir de los cuatro años.
Aunque el ritmo desempeña sin duda un papel en el baile, otros aspectos de la música, como las frecuencias bajas, también influyen en él. Se ha descubierto que incluso los bajos más graves, frecuencias más bajas que las que podemos oír, inducen a la gente a bailar, según un estudio publicado recientemente en Current Biology y dirigido por Daniel Cameron, investigador de la Universidad McMaster, de Canadá.
La evolución de la danza
Todavía no sabemos a ciencia cierta de dónde viene la predisposición humana a la música y la danza. Pero hay algunas hipótesis.
Una de las ideas es que la música y la danza ayudaron a la creación de vínculos sociales, quizás promoviendo que los miembros del grupo se reunieran y cooperaran, o como un primer medio para comunicar aspectos importantes de la cultura y los conocimientos del grupo. “Cuando nos movemos en grupo, tendemos a sentirnos más unidos y conectados a las personas con las que bailamos”, explica Cameron a DW.
¿Los animales saben bailar?
“Hay animales que producen elaboradas exhibiciones de cortejo que, en cierto modo, se parecen a la danza”, dijo a DW Nicky Clayton, bailarín y profesor de cognición comparada en la Universidad de Cambridge. “Por ejemplo, la danza de las grullas o la de las aves del paraíso”.
La pregunta de si los animales pueden bailar o no depende de cómo definamos la danza, dicen los investigadores. Si usamos la palabra para describir la capacidad de moverse en sincronía con la música, lo que los científicos llaman “entrainment”, entonces sí, los animales pueden bailar, afirman.
En 2009, un estudio dirigido por Aniruddh Patel, profesor de psicología de la Universidad de Tufts (EE. UU.), demostró que una cacatúa llamada “Snowball” era capaz de moverse en sincronía con el ritmo musical de “Another One Bites the Dust”, de Queen.
Fuente: DW.
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