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¡Por la luna!

(Sobre la Respons-habilidad afectiva)

No es poco frecuente escuchar a personas adultas haciendo responsables a otras de sus “pesares”. A los padres porque dieron mucho, a otros porque dieron poco o directamente no estuvieron (excepto -detalle- en el momento de la concepción), a las parejas/exparejas por lo que hicieron o dejaron de hacer, a los jefes por lo que tendrían que hacer y no hacen, a los hijos por no cumplir con sus expectativas, a los amigos, socios, vecinos, parientes… y así, por los siglos de los siglos.

Aun sabiendo que detrás de cada uno de nosotros hay una historia más o menos dolorosa, es importante recordar que las heridas se sanan en el presente, no en el pasado. Todo es en el presente, ¡todo! Lo que pasó, no puede cambiarse. En todo caso, aceptarse, integrar, aprender de eso, pero cambiar, nada. Lo que definimos como futuro no existe más que en nuestra cabeza. En definitiva, en sentido literal, pasado y futuro, no existen. Solo existe este mismísmo momento, este presente. Y es desde acá desde donde vivimos, desde donde tomamos micro decisiones, desde donde elegimos cómo y qué hacer y quiénes ser.

Revivir nuestras heridas, nuestras pérdidas, regodearnos en el pasado nos mantiene en ¨modo duelo¨, con el riesgo de sentirnos víctimas de la vida, de nuestros padres, de una pareja, de la política, de un suceso y así podría seguir, impidiéndonos en lo concreto y presente, tomar respons-habilidad de nuestras decisiones y acciones.

Victimizarnos ante un hecho (y no hablo de un duelo, ¡vale aclarar!), ante una persona, nos deja sin fuerzas, abandonando nuestra concreta posibilidad de tomar riendas en nuestros asuntos, cualquiera que sea y en cualquier ámbito.

Respons-habilidad afectiva es, a mi entender, la habilidad y posibilidad concreta que tenemos como adultos a responder, accionar, decidir, ante cada circunstancia de la vida.

Es también reconocer que lo que elegimos pensar ante cada situación y persona, es una elección personal. Que lo que juzgamos de los hechos y de las personas, son solo nuestros juicios, emitidos desde quienes somos, desde lo (poco) que podemos mirar y nada tiene que ver con el hecho o persona que juzgamos.

Hacernos cargo de todos nuestros personajes internos: desde la víctima más impotente, hasta el perpetrador más cruel, pasando por todos los intermedios, es también un maravilloso acto de respons-habilidad afectiva.

Es también dejar de procrastinar, tomar decisiones, dejar de esperar que otro haga por nosotros. ¡Movernos!

Es reconocer que con algunas cosas, claramente ¨no podemos¨, tremendo acto de grandeza, en contra de los movimientos que afirman que ¨tú puedes todo.¨ A mi entender, hay cosas que no dependen de nosotros y con eso, no podemos. Incluso no podemos incidir en las otras personas, incluso en nuestros más cercanos, quienes también hacen uso (conciente o no) de su respons-habilidad afectiva.

¡Es darle lugar a lo que nos gusta y a lo que no, a todo lo que sentimos! y gestionarlo, claro…

Ventajas de tomar nuestra respons-habilidad: no vivimos enojados, pasamos a la acción en lo que decidimos y eso nos da paz y reconforta, dejamos de poner el foco en el afuera, sentimos que estamos vivos y libres para vivir la vida que elegimos.

Somos 100 % responsables de lo que vivimos de nuestra piel para adentro, y tal vez sea uno de los regalos más importantes que podemos hacernos.

Somos absolutamente responsables de la vida que tenemos hoy. Lo que pasó no pudo haber sido de otra manera. Es lo que es.

(Lo escribo así, para recordar el sentido profundo de la palabra responsabilidad: es la habilidad para responder. Incluso ante las leyes, hay pocas excepciones para inhábiles, entre ellos, los menores,  y aún así, para cuestiones inherentes a cada edad, también toman su respons-habilidad)

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