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Por qué es importante conocer tu personalidad erótica para tener una vida sexual más satisfactoria

Dustin Hoffman en la película 'El graduado' (1967). Foto: El País

Dustin Hoffman en la película 'El graduado' (1967). Foto: El País

¿Sabemos realmente lo que nos gusta y nos excita o nos limitamos a copiar lo que vemos en el porno o a ejecutar lo que nos sugieren nuestras parejas? Conocerse eróticamente significa tener una idea de las respuestas del cuerpo y la mente a los diferentes estímulos.

Decía la escritora, realizadora y directora de cine francesa, Virginie Despentes: “El deseo sexual es una mecánica nada complicada de poner en marcha. Sin embargo, la libido es compleja, lo que dice de mí no siempre me agrada, no siempre encaja con lo que a mí me gustaría ser. Pero puedo preferir saberlo en lugar de esconder la cabeza y decir lo contrario de lo que sé de mí para preservar una imagen social tranquilizadora”.

¿Sabemos realmente lo que dice de nosotros nuestra libido, lo que nos excita y lo que nos gusta en materia sexual? ¿Tenemos idea de cómo es nuestra personalidad erótica o nos limitamos a adoptar actitudes, conductas o prácticas que vemos en el porno, que nos sugieren nuestras parejas o que los amigos nos cuentan que han hecho con sorprendentes resultados? Por personalidad erótica no hay que entender el camino más rápido al orgasmo, sino nuestra manera de ser sexual, que es distinta y única en cada individuo, como la huella digital.

Conocerse sexualmente puede compararse con estar al tanto de lo que a uno le sienta bien o no, estéticamente hablando. Uno puede dedicarse, exclusivamente, a seguir las tendencias de moda, a comprar lo que está disponible en las tiendas según la temporada, a vestirse como sus amigos o a llevar lo que le gusta a su pareja; independientemente de su estructura corporal o de los gustos personales. El resultado será haber transitado por la vida de normcore, disfrazado, sin un estilo propio y, en el peor de los casos, hecho un mamarracho. Pero cuando uno conoce su cuerpo, lo que le sienta bien o no, qué colores y formas le favorecen y crea su propio estilo, podemos decir que, en materia estética, no solo ha dado lo mejor de sí mismo sino que ha contribuido a la existencia de un mundo más ecléctico, extravagante, variopinto y divertido. Sexualmente hablando, la mayoría de las personas se engloban en el grupo de los que siguen la corriente sin cuestionarse casi nada. Y si se les pregunta qué entienden por personalidad erótica dirán que sí, “que les va la marcha y que les gusta mucho follar”. Fin de la cuestión.

Desmontando el estigma de las relaciones no monógamas: ni capricho ni vicio

Pero la cuestión sigue, porque conocerse eróticamente significa saber lo que representa el sexo para cada uno. Tener una ligera idea de cómo nos gustaría vivir y explorar nuestra sexualidad. Conocer las respuestas del cuerpo y la mente a los diferentes estímulos. Poder vislumbrar lo que tenemos en la cabeza, justo antes de que la libido se dispare. Analizar, con cierta distancia, las fantasías. Y, entre otras muchas cosas, determinar qué atmósfera nos resulta más sugerente para estos asuntos: el amor, la seguridad, la fuerza, el poder, la dominación, la sumisión, el peligro o lo desconocido. La buena noticia es que uno puede conocerse sexualmente sin coste alguno, dedicando al día una cuarta parte del tiempo que invertimos en trabajar gratis para Mark Zuckerberg en las redes sociales. Con la diferencia de que nuestra sexualidad es mucho más agradecida y, además, no nos censura, sino todo lo contrario.

“La mayor parte de la gente empieza a explorar su personalidad erótica cuando tiene algún problema. En caso de que no haya ningún trastorno, ni se lo plantean; y cuando se habla de tener una sexualidad más plena, comúnmente, se refiere al hecho de realizar muchas actividades y prácticas. Nunca a la idea de vivir una sexualidad más consciente”, explica Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología. ¿Cómo se puede entonces empezar a explorar la personalidad erótica? Para Molero pasa por “estar presente”: “Hay que partir de una situación favorable, donde haya calma y complicidad, para ir explorando las sensaciones corporales y sensoriales, ya sea en pareja o solo. Una búsqueda del placer sin expectativas, centrándose en el momento y en lo que uno siente”.

A nivel corporal, en sexología existe lo que se llama el mapa erótico, que no es otra cosa que ubicar los puntos y las zonas de placer corporal personales. No hay dos mapas eróticos iguales, porque no se trata de centrarse en los genitales sino más bien en las partes erógenas, esos continentes inexplorados que hay que descubrir a la manera de los antiguos exploradores: con tiempo, con ayuda o sin ella, y sin saber muy bien lo que se está buscando. Dónde tocar, qué tocar, cómo tocar; observando siempre la regla básica de menos a más. La elaboración del propio mapa erótico puede revelarnos que tenemos sensibilidad en el cuero cabelludo, y que nos gusta que nos lo acaricien o que nos tiren de él con fuerza. O que la cara interna de los brazos y los muslos prefieren los movimientos circulares, lentos y ascendentes. El cuerpo tiene su propia fábrica de metanfetaminas, tan solo hay que descubrir cómo ponerla en marcha.

La personalidad erótica se vuelve más sutil a nivel mental y el estado de ánimo que conecta más con lo sexual sería, en palabras de Francisca Molero, “la motivación”. “Estar motivados y la periodicidad; ya que somos animales de costumbres y si estamos mucho tiempo sin activar nuestro canal sexual nos costará más entrar en él. Hay también muchas cosas del día a día que nos conectan con esa onda. Todo lo que tiene que ver con lo sensorial y lo placentero, como estar al aire libre, bañarse en el mar, bailar, escuchar música”.

No hay que poner etiquetas a las fantasías, porque el pensamiento no es la acción, asegura la ginecóloga y sexóloga Francisca Molero. Foto: El País

Las fantasías eróticas se han interpretado siempre como una cortesía del inconsciente que brinda una ventana abierta a nuestra verdadera personalidad sexual; pero tampoco hay que fiarse al 100% de ellas. Como dice Valérie Tasso en su Antimanual de sexo (Temas de Hoy, 2008): “Cuando nos preguntamos: ‘¿Qué me apetece hacer?’, responde nuestro deseo. Cuando nos preguntamos: ‘¿Qué soy capaz de imaginar?’, responde nuestra fantasía”.

“Las fantasías sexuales van muy bien para aprender, ya que el cerebro es un órgano plástico y a veces le cuesta distinguir entre realidad y ficción”, cuenta Molero. “No hay que poner, pues, etiquetas porque el pensamiento no es la acción y además, generalmente, están muy relacionadas con la transgresión, con lo prohibido, con lo que nos han dicho que da más placer, y no siempre con nuestros gustos reales”.

Cambios con el paso del tiempo

Hay que tener en cuenta también que esta personalidad erótica cambia con el tiempo, los años y las distintas parejas, que pueden despertar ciertos instintos o apetencias. Y aquí se sitúan esos agravios comparativos que uno puede sufrir con los ex, del tipo: “¡Conmigo nunca quisiste hacer un trío; y ahora me cuentas que al mes de conocer a Pablo, hala, venga!”. Nuestra manera de ser sexual es, por tanto, dinámica e interactiva; y puede que lo que nos gustaba a los 20 años deje de gustarnos a los 40, o viceversa.

Tras años de investigación, la sexóloga Jaiya, autora de libros como Red Hot Touch y Cuffed, Tied and Satisfied, realizó una clasificación, a grandes rasgos, de las personalidades eróticas en cinco grupos: energética, sensual, sexual, quinqui y cambiante. Eso sí, generalmente la mayoría tenemos rasgos de todas.

La personalidad energética es propia de personas hipersensibles, que pueden llegar a tener orgasmos casi sin tocarse. Les gustan las caricias suaves, el contacto visual, ir despacio y para este grupo es imprescindible que haya una cierta conexión emocional en el sexo. La respiración es un elemento importante a tener en cuenta.
Los sensuales dan mucha importancia a los sentidos, les gusta rodearse de belleza y para ellos la atmósfera cobra tanta importancia en el terreno erótico (velas, música, luz adecuada) que, si no cumple con determinados requisitos, puede poner fin a la excitación sexual. Este grupo disfruta tapándose los ojos con una venda, dando o recibiendo masajes o jugando con el efecto frío-calor.

Las personas sexuales tienen relaciones frecuentes, se excitan con facilidad y utilizan el sexo como medio de relajación. Las imágenes visuales y los cuerpos son potentes excitantes, y se persigue el orgasmo a través de la estimulación genital y el coito.

A la personalidad quinqui, sin embargo, le atraen las cosas raras, inusuales, prohibidas y todo lo que la saque de su zona de confort. Este grupo da mucha importancia a la psicología y a las fantasías, aunque sus integrantes pueden sentirse culpables o reprimir sus preferencias por considerarlas inmorales o censurables.

Y, por último, los cambiantes son los que mezclan características de las cinco clases. Les gusta tener experiencias diversas y suelen ser muy influenciables por sus parejas.

Tomarse el tiempo necesario para descubrir la propia personalidad erótica no solo hará que disfrutemos más del sexo y nos conozcamos mejor, ya sea sexualmente y como seres humanos, sino que elijamos mejor a nuestra pareja y sepamos comunicarle, adecuadamente, nuestros deseos. Y, por supuesto, contribuiremos a un mundo más excitante, libidinoso y sexy.

Fuente: El País.

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