Luján Halley, en su estudio. Foto: Loli Ferrés
Luján Halley: El audaz arte de andar por la cabeza
Siempre, cada tanto, Luján Halley se hace un corte radical, un cambio, una renovación. El nuevo contexto, la encontró asentada y con bastante training de estar “bajo su antojo” en un estudio propio.
La cabeza es todo un mundo. Siempre, cada tanto, Luján Halley se hace un cambio, una renovación. El nuevo contexto, la encontró asentada y con bastante training de estar “bajo su antojo” en un estudio propio. Ella habla (como si estuviéramos en la silla de corte) sobre su presente y el vínculo emocional que tenemos con el cabello.
“Trabajé con Dino más de 15 años. Con la experiencia que tenía y todo, abrirse sola es un poco complicado, pero fluyó”, cuenta, quien se formó en España.
Luján lleva cerca de dos décadas en el mundo de la peluquería y bajo el ojo de los medios, aunque eso forma parte de su vida, actualmente prefiere hablar del hoy.
– ¿Cómo fue esa decisión de “estar a tu antojo”?
-Fue sin mucho estudio previo de lo que iba a hacer. Lo que sabía era que quería dejar el salón y ese ambiente de locura y vorágine estresante. Estaba súper agotada. Quería otro ritmo de trabajo y hacer las cosas de otra manera. Yo soy muy estresada, porque soy muy perfeccionista.
– ¿Siempre fue la idea el armar tu estudio en casa?
-Inicialmente, estar en casa fue algo provisorio, que armé rápidamente, porque estaba con planes en otro espacio con unas amigas en un lugar que íbamos a tener en común. Cada una iba a tener su espacio individual. Iba a ser un lugar súper artístico: una es fotógrafa, otra tiene una tienda de arte y diseño… íbamos a estar juntas, pero no revueltas.
– ¿Qué cambió entonces?
– Habilité este espacio para seguir laburando mientras se armaba el otro negocio. Eso finalmente no sucedió y el proyecto quedó guardadito en el cajón, con la idea de que surja algún día, porque era hermoso. Fue así que me quedé, me quedé acá, en mi estudio.
-Y el ritmo se desaceleró
-Vino la pandemia y como nunca antes, me quedé en casa, como estuvimos todo el año pasado y así estoy. Laburo muy directamente con mis clientas, súper personalizado, súper tranquila. Cada persona que llega es única, no solo por su individualidad, sino por el espacio en sí.
– Ahora, ¿cómo es?
-Está la clienta, tengo una asistente que labura conmigo a full desde el inicio y es mi sombra. Se cruzan clientas, no hay más de dos personas al mismo tiempo. Estoy súper concentrada en cada persona. Ya no es lo mismo que en esa época en que estaba con las antenas paradas y con mil personas alrededor. En una época cortaba y cortaba. Después llegó el momento en que eso me cansó y busqué algo más tranquilo, más pausado.
-Estar en tu propio estudio te permite encarar todo de manera más artística, supongo.
-Sí, súper. Para mí la palabra artista es demasiado grande. Siempre decía: “Yo no soy artista”. Me era algo enorme. Pero me di cuenta, después de muchos años que sí, que re soy artista. Creo que también son los tiempos. Hay una etapa en la vida en que una está en carrera, como se dice. Fue fantástico todo ese tiempo que viví a mil. Ahora es otro momento, otra etapa, tengo otra edad. Es diferente, por como estamos viviendo. Ahora sí pude asumir de que soy artista. Mi manejo en todos los otros sentidos es de artista.
– ¿Tus prioridades son otras?
-Yo día a día trabajo, corto el pelo, le “lookeo” a la gente. No estoy proyectándome económicamente. No voy con la idea de voy a crecer en esto, a invertir en lo otro o pensando en mi negocio de manera comercial. Esa parte está dormida, en este momento. Lo que produzco es el resultado nomás. Estoy como un pintor que pinta sus cuadros y que no le importa si va a vender. Sí, llega fin de mes y está bueno tener tus ingresos para vivir, para pagar cuentas asumidas y todo lo que engloba eso. Eso de: “Si meto más gente, voy a ganar más”, no está dentro de mis prioridades.
– ¿Cómo es el día a díade Luján Halley?
-Corto el pelo, charlo, escucho música… Siempre fue así, pero es tan diferente ahora en el sistema en que estoy trabajando. La gente me pregunta: “¿Cómo fue tu proyección? ¿hiciste un estudio de mercado? ¿Te siguieron todas tus clientas?” Y yo la verdad: Nada. Después de más de 15 años dije hasta aquí llegué, me abro. Sí, estaba trabajando en la planificación de ese otro negocio, pero era para mí tan “cero estrés”. No me proyecté nada de nada. Fue totalmente de corazón. Lo que surgió y como fue surgiendo, súper natural, como es para mí todo en la vida.
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– Hablado de la vida, y que las cosas a veces son de corazón… Viste que en la pandemia eso es como que se reforzó y sobre todo con cuestiones del cabello… A la gente se le dio por auto lookearse, cortarse, raparse, teñirse, todo en casa…
-Dejarse crecer el pelo, mostrar las canas. La gente dejó muchas cosas que pensaba que eran muy prioritarias y al final no. ¡Qué importa si tenés un poco de canas! Por ahí, de repente te gustó y decidís llevar las canas. O te cortabas cada mes y entonces te dejaste largo. Fue como un cortocircuito sobre todo para las mujeres. Yo siempre digo que hay como una conexión ahí con el pelo, cuando cosas trascendentales nos pasan. Porque siempre hay, en cada momento importante, un cambio. Ese momento en que una mujer cortó con el novio, se va a casar, se casó, tuvo hijos, se operó, siempre va acompañado de ese querer hacerte algo en el pelo, algo diferente. Impresionante.
– Los cambios…
– Digo también, siempre nos estamos proyectando. Por ejemplo, llegan y me dicen: “Esta es la última vez que me voy a cortar de esta manera, en diciembre, para el verano…”. Yo les digo: “No, es ahora. Por qué vas a esperar hasta diciembre. Ahora estás, ahora hacelo”. Quiero que alguien me diga por qué nos da por ese lado. Como con la pandemia, cuando sucedió, la gente empezó con el me tiño, me corto… Es como que hay una conexión con la sensibilidad, con la emoción, hay como una adrenalina.
–Intuyo… no sé… ese cortarse el pelo o cambiarse, es una búsqueda de tener control sobre algo, cuando no hay control sobre nada.
-Puede ser o también que sabés que es reversible. Sabés que el cabello va a crecer o que dentro de un mes puede ser diferente. Son los cambios, definitivamente.
-Eso de hacerse una misma el corte de pelo estuvo de repente en todos lados. Incluso hiciste vos un video tipo “esto parece fácil pero no es”.
-Sí y al mismo tiempo había gente que me decía (calculo que les pasó a todos los peluqueros): “Por favor, necesito. Atendeme, aunque sea en la vereda”. Era muy simpático. Yo tuve muchísimo miedo durante esa primera etapa de la cuarentena. Yo le decía a mi esposo: “Yo no sé cómo voy a volver a trabajar, cómo voy a hacer, es demasiado directo, y le toco a la gente”. Entré en un trance de miedo y me desesperaba. Fue la verdad, horrible, pero una vez que retomé fue fácil. Yo al principio dije yo cierro hasta que pase todo. Un día mi esposo me dice: “Luján, andá, limpiá tus cosas y empezá a trabajar porque no va a pasar nada”. Para mí fue un volver a comenzar, aunque mi pausa no fue de tanto tiempo, fue algo raro.
-La famosa nueva normalidad, que ya viene con los cuidados que vamos incorporando y siguiendo.
-Por suerte yo ya tenía mi manejo por turnos y bien espaciado. En ese sentido –por suerte- fue fácil, pero en otro ritmo. Siempre digo que fue una suerte dar este paso un año antes, porque si era dos meses antes de que iniciara la pandemia, no sé qué iba a pasar. El rubro de la peluquería fue uno de los que más cambió. Ese ritmo que teníamos antes, que está ligado a los eventos, al ocio… bajó 60%, pero una se reinventa. No sé si volverá esto en seguida a ese ritmo de antes. Este es un ritmo más real, más tranquilo.
– ¿Hacia dónde querés ir con el estudio?
-Yo, la verdad, voy cambiando todos los días de pensamiento, porque estoy demasiado bien. La mayoría de la gente que viene, vuelve. Le gusta, le es súper acogedor. Se busca en este momento, ese espacio tranquilo. Sobre todo, tengo ganas de tener más gente trabajando a la par mía, coloristas, otros que corten, que es lo que extraño un poco. Sueño con llevar el concepto de cómo trabajo actualmente, a algo un poco más grande. Estoy como es actualmente el tiempo: que hoy estás así y mañana no sabés.
– ¿Qué buscás en medio de este contexto tan incierto?
– Ojalá que mi experiencia sea una inspiración para colegas que puedan animarse también a seguir. Para trabajar no hace falta tener una mega peluquería (que también está bueno). Es un rubro en el que se puede tomar específicamente lo que se hace. Es una brecha que se abre de nuevas formas de negocio, por lo menos en lo que es la peluquería. Tengo días que digo que estoy re bien así. Hay días que tengo ganas de crecer. Está inestable todo y creo que va a seguir. Veremos qué pasa. Va a pasar, supongo.
-Siempre se espera en cuestiones de peluquería o imagen que se sigan ciertas tendencias, ¿Luján Halley es de seguir tendencias o no?
-Sí, bantante, pero yo me enamoro de ciertos estilos que me gustan a mí. Eso trato de hacer mucho, pero no porque está de moda, sino porque a mí me gusta. Sigo (tendencias), porque obviamente estoy en el rubro, pero sí trato de hacer algo diferente, sobre todo cuando ya se empieza a masificar. Acá eso se da más porque es un ambiente chico y ves cómo se corta el rollo. Algo se pone de moda y quieren todas lo mismo. Recuerdo que cuando yo empezaba alguien me dijo: “Vos le hacés a todo el mundo el mismo corte”. Me traumé. Es que todo el mundo quería el mismo corte. Es difícil persuadir a las personas que llegan buscando algo igual al de la amiga. Es como que se va unificando. Ante esto, siempre trato de adelantarme y ofrecer otras cosas.
– ¿A qué se anima hoy la gente?
-Dentro de lo que se anima, que hoy en día nos animamos a mucho más, es como que hay un límite. Yo soy muy audaz y es difícil a veces. Tengo mis estilos preferidos de tendencias que trato de imponer. Siempre te sale mejor algo, cada uno tiene como su sello.
– ¿Cuál considerás que es tu sello?
-Ahora, en este momento, son los flequillos. Yo amo los flequillos, desde siempre, en todos sus estilos: al costado, recto, desmechado, cortito… Soy fanática. Hasta en los hombres –que ya no corto hace mucho- me encanta. Se podría decir que es mi fetiche. Después me gusta todo. Hay gente que se obsesiona con lo corto, pero yo no. Cuando veo una buena cabellera, le digo: “No te voy a cortar corto, sino que vamos a jugar dentro de este largo”. En eso soy súper abierta.
– ¿La mujer paraguaya está más “amigada” con la textura de su pelo, en un ambiente en el que por muchos años el lacio fue ley?
-Hoy, se dio totalmente la vuelta. Todo el mundo quiere rulos. Es una fuerte tendencia que hay. Sobre todo, los peluqueros se amigaron con los rulos. Inclusive, veo colegas que se presentan como expertos en corte de rulos. Si bien hay detalles que se hacen para acentuar o disminuir rulos, el corte es universal. Las técnicas, los ángulos y las medidas son tanto para rulos, como para lacios y ondulados. Antes el peluquero era el primero que detestaba el rulo, que hacía el brushing o te decía: “alisate”. Eso cambió y las clientas empezaron a querer los rulos. Hay una fuerte tendencia de volver a los rulos. Yo tengo el pelo enrulado y siempre fui muy amiga de los rulos. En mi casa todo el mundo tiene rulos, hasta el perro.
– ¿Entonces, el alisado quedó atrás?
-No, ahora están las nuevas tecnologías que hacen que quede muy bien, pero si no es necesario hacerlo, mejor no. El pelo pierde movimiento y a veces cuando cortás o peinás, querés darle cierta dirección y el alisado no permite. El cabello tiene vida propia y hay que respetarle con sus remolinos y particularidades. Hay que explicarle a la gente lo que hay y decirle: “disfrutale”.
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