Mal comienzo

Para el filósofo griego Aristóteles, el ser humano es un “animal político” y la palabra lo hace diferente a los demás animales. Aunque comparte naturaleza con ellos, difiere en su capacidad para discernir entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto. El político ideal debe tener a la ética como principio básico de su labor y la política es el arte de gobernar la polis (o ciudad) en el marco de estructura social que busca el bien común.

Para este filósofo también es importante el principio de gobierno y las virtudes: “La existencia y el bienestar de cualquier sistema requiere la presencia de un elemento gobernante. La justicia, la valentía, la templanza, la magnificencia, la prudencia y la sabiduría son virtudes esenciales”. En Paraguay, los políticos están muy lejos de vivir acorde a esa esencia de transparencia y honorabilidad que debe ser inherente a su naturaleza. Se impone la “politiquería” de agravios personales, llegando hasta lo más bajo de obscenidades y términos soeces.

En nuestro país, el ejercicio político está totalmente desprestigiado porque cualquiera quiere gobernar y, en la mayoría de los casos, sin la preparación intelectual, moral y vocacional para ocupar cargos públicos, solamente desde una motivación personal y económica. Citando a otro filósofo, Platón, para que el Estado sea perfecto “necesita hombres justos y virtuosos”, pero hoy cualquiera es gobernador, diputado, concejal, ministro, etc.

La degradación de la política en su máximo grado es lo que se vio esta semana en el Congreso Nacional con cruces vulgares donde estuvieron involucrados hasta autoridades de la Junta Municipal y el mismo intendente de Asunción. En 34 años de democracia nunca se vivió algo parecido, tenemos la representación parlamentaria más pobre de la historia.

Esto se sustenta ante los vergonzosos negociados de tierras que involucran a invasores vips, así como expropiaciones y desafectaciones de terrenos públicos hechos de manera compulsiva e interesada; la violencia política contra senadoras y la designación de senadores como representantes ante el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados con dudosos títulos académicos. A estos hechos, se suma el desacertado pedido de aumentos salariales para legisladores, ministros y hasta para el propio presidente de la República; incluso, el intendente de Asunción anunció aumento millonario en el presupuesto del 2024 para sueldos de funcionarios.

Hasta ahora, este es un Gobierno distanciado de la realidad social y económica del país. Es la ausencia absoluta de ética, valores, disciplina, prudencia, formalidad y vocación de servicio. Estamos gobernados por personas no idóneas para cumplir las altas responsabilidades asignadas, además de novatos sin suficiente expertise.

La degradación política que hoy se vive es la muestra de en qué se convierte la política cuando las personas que no tienen las virtudes cultivadas, el carácter y la formación adecuados, llegan a los niveles políticos. El hombre más viciado, más débil, es el que gobierna de manera corrupta. Todo esto también se arrastra debido a la falta del control del dinero en las campañas y que se ve desde hace décadas.

Los paraguayos no nos merecemos la clase política que hoy pretende representarnos de manera bochornosa. En un gobierno que ni siquiera llegó a cumplir los cien días y, teniendo a su favor todo el aparato político para cumplir con su promesa electoral de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, lo único que mostró hasta ahora es su egolatría con la que gobierna para beneficio propio.

Si seguimos así, estos mismos actores designarán a las futuras autoridades dentro de cinco años, con lo que tendremos un ambiente aún más degradado de no interrumpirse este círculo de mediocridad, de egoísmo insano, que busca satisfacer todo tipo de placeres y necesidades personales antes que la sublime misión del servicio público con responsabilidad, ética y la prudencia debida para estas altas funciones. Piensan más en las próximas elecciones que en las próximas generaciones. Un mal comienzo.